¿Por
qué la tesis es tan obvia y durante doscientos años la callaron tanto liberales
como conservadores, revolucionarios, contras y académicos sin más–si esta
categoría existe en verdad? Todos abonaron al discurso oficial: Agustín de
Iturbide ve una coyuntura, se vuelve loco, la fuerza de la historia viene al
rescate.
Hice
un libro. Hay que complementarlo. El título es falso. Las dos primeras páginas
las escribió alguien más. Aquí está su versión original.
A darle tantito para convertirla en lo debido.
Al final de cada capítulo... Del primero, por ejemplo:
Por lo demás, el deterioro de Guerrero comparando 1821 con 2015 es terrible. Resume Luis Hernández Navarro: “En la entidad, el mapa de la escasez y las necesidades materiales coincide con el de los territorios indios (...) Los nahuas, mixtecos, tlapanecos y amuzgos viven en muy difíciles condiciones. El 60 por ciento de la población indígena es analfabeta. Su índice de escolaridad es de apenas 2.7 años. Poco menos de la mitad de mayores de 15 años carece de ingresos.
“Más del 90 por ciento no tiene drenaje, y sólo el 50 por ciento cuenta con electricidad (...)
“La diáspora criminal precipitó que las regiones indígenas del estado se convirtieran en zona de refugio natural del crimen organizado. De esta manera, además de padecer la violencia contrainsurgente, la de la delincuencia tradicional y la de la pobreza, los indígenas guerrerenses comenzaron a sufrir la del crimen organizado."
Y el Estado no para de producir sangre: Aguas Blancas, El Charco, la noche de Iguala.
En una entrevista de 2002 Abel Barrera, defensor de derechos humanos en la zona, resume la coacción y los excesos personales del ejército en La Montaña:
“Los guachos son los militares que llegan al pueblo, que madrean a la gente (...) y que últimamente han violado a varias indígenas” cuyo pretexto desató sin reserva la persecución al Ejército Popular Revolucionario, el Ejército Revolucionario Popular Independiente y sus desprendimientos. La región quedó entonces salpicada por retenes militares. Continúa Abel:
-Es desgraciadamente una historia llena de sangre (...) para los mixtecos, para los nahuas y los tlapanecos (...) Me hace recordar Barrio Nuevo de San José, cómo matan a un campesino y a su hijo, allá en el municipio de Tlacoachistlahuaca. Después de esconderlos, llegan sus mujeres a buscarlos y todavía las violan, y hasta la fecha esa gente esta ahí en esa comunidad.
“En Barranca Bejuco, municipio de Acatepec, llegan los soldados para investigar dónde están los encapuchados, maltratan a los niños y violan a una mujer (...) Este ejército que caminando por las veredas y las carreteras, como de Metlatonoc, embosca a la misma policía porque dice que esos son encapuchados.”
En las ciudades y con el desbordamiento de los carteles el panorama es similar. En la propia Iguala, el primero de marzo del 2010, cerca de las 10:30 de la noche seis jóvenes son “secuestrados por militares afuera de un club nocturno”, según prueban “grabaciones de cámaras de seguridad”. Jamás volvió a saberse de ellos.
Los treinta y ocho cuerpos en fosas comunes y los del río San Juan, que la PGR dice alcanzan a cuarenta y tres y pueden ser menos o más, exhiben el nivel de violencia de la zona.
Incluso así, lo sucedido en esa ciudad a partir de las ocho pm en que José Martínez Díaz y los suyos persiguen a los normalistas de tres autobuses por la avenida central y en dirección al centro, rebasa todo precedente. Lo hace aunque no se produjeran las muertes y desapariciones.
La mínima mesura queda a un lado, con obvia conciencia de que el Centro de Monitoreo registra los actos y en consecuencia todos los niveles gubernamentales y policiacos y las fuerzas militares están informados.
Al final de cada capítulo... Del primero, por ejemplo:
Este
trabajo tiene un propósito específico y a la vez aprovecha para otras cosas. Una
de ellas es apreciar el poder colonial que se resiste al cambio, someramente
como todo aquí. La segunda está relacionada con el presente por los escenarios originarios:
el hoy estado de Guerrero y en particular su zona centro.
Muy
mal pagará la independencia a esas regiones. Treinta años después serán
plataforma y sostén en el inicio del próximo gran evento de nuestra historia como
nación: la Reforma. Seguirán considerándoselos primitivos, recónditos puntos con
los cuales no vale la pena tratar, así se hallen relativamente cerca del
corazón nacional y sus tierras tengan afortunadas condiciones para la
agricultura y la ganadería, guarden ricos depósitos minerales y cuenten con una
larga costa marina.
Los motivos del maltrato
son muchos, empezando por una población mayoritariamente indígena que estalla
rebelión tras rebelión en defensa de sus propiedades e identidades. Por cerca de una
década Vicente Guerrero, el incuestionable gran personaje de la región, se
mantuvo al margen del escenario político nacional y no alimentó la red de
intereses locales de las que empezaron a sacar partido el Juan Álvarez cuya
insurrección abre las puertas a la Reforma, y otros.
Álvarez
trabajaba esmeradamente esa red con un toque que lo distinguía de sus iguales. Siguiendo
los pasos de don Vicente, sus relaciones eran muy estrechas no sólo con los
grupos de poder regionales, sino con los pueblos.
A
él se debe la consolidación estatal de las figuras que por un siglo en todo el
país compartirán el dominio con los grandes intereses económicos mexicanos y
extranjeros. Ellos triunfarán en la Revolución, destruirán cualquier proyecto
favorable a las mayorías y, reciclados por el neolibealismo, en 2015 gozan todavía
de extraordinaria fuerza.
Al Juan Álvarez prohombre de la patria le debemos
cuando menos en parte a los Figueroa de la Guerra Sucia durante sus varias etapas,
los Aburto y demás, que facilitan la solución que nuestro Estado encuentra para
controlar estas tierras: el ejército.Por lo demás, el deterioro de Guerrero comparando 1821 con 2015 es terrible. Resume Luis Hernández Navarro: “En la entidad, el mapa de la escasez y las necesidades materiales coincide con el de los territorios indios (...) Los nahuas, mixtecos, tlapanecos y amuzgos viven en muy difíciles condiciones. El 60 por ciento de la población indígena es analfabeta. Su índice de escolaridad es de apenas 2.7 años. Poco menos de la mitad de mayores de 15 años carece de ingresos.
“Más del 90 por ciento no tiene drenaje, y sólo el 50 por ciento cuenta con electricidad (...)
“La diáspora criminal precipitó que las regiones indígenas del estado se convirtieran en zona de refugio natural del crimen organizado. De esta manera, además de padecer la violencia contrainsurgente, la de la delincuencia tradicional y la de la pobreza, los indígenas guerrerenses comenzaron a sufrir la del crimen organizado."
Y el Estado no para de producir sangre: Aguas Blancas, El Charco, la noche de Iguala.
En una entrevista de 2002 Abel Barrera, defensor de derechos humanos en la zona, resume la coacción y los excesos personales del ejército en La Montaña:
“Los guachos son los militares que llegan al pueblo, que madrean a la gente (...) y que últimamente han violado a varias indígenas” cuyo pretexto desató sin reserva la persecución al Ejército Popular Revolucionario, el Ejército Revolucionario Popular Independiente y sus desprendimientos. La región quedó entonces salpicada por retenes militares. Continúa Abel:
-Es desgraciadamente una historia llena de sangre (...) para los mixtecos, para los nahuas y los tlapanecos (...) Me hace recordar Barrio Nuevo de San José, cómo matan a un campesino y a su hijo, allá en el municipio de Tlacoachistlahuaca. Después de esconderlos, llegan sus mujeres a buscarlos y todavía las violan, y hasta la fecha esa gente esta ahí en esa comunidad.
“En Barranca Bejuco, municipio de Acatepec, llegan los soldados para investigar dónde están los encapuchados, maltratan a los niños y violan a una mujer (...) Este ejército que caminando por las veredas y las carreteras, como de Metlatonoc, embosca a la misma policía porque dice que esos son encapuchados.”
En las ciudades y con el desbordamiento de los carteles el panorama es similar. En la propia Iguala, el primero de marzo del 2010, cerca de las 10:30 de la noche seis jóvenes son “secuestrados por militares afuera de un club nocturno”, según prueban “grabaciones de cámaras de seguridad”. Jamás volvió a saberse de ellos.
Los treinta y ocho cuerpos en fosas comunes y los del río San Juan, que la PGR dice alcanzan a cuarenta y tres y pueden ser menos o más, exhiben el nivel de violencia de la zona.
Incluso así, lo sucedido en esa ciudad a partir de las ocho pm en que José Martínez Díaz y los suyos persiguen a los normalistas de tres autobuses por la avenida central y en dirección al centro, rebasa todo precedente. Lo hace aunque no se produjeran las muertes y desapariciones.
La mínima mesura queda a un lado, con obvia conciencia de que el Centro de Monitoreo registra los actos y en consecuencia todos los niveles gubernamentales y policiacos y las fuerzas militares están informados.