jueves, 9 de septiembre de 2021

Historias

 De todo un poco. Eso hay aquí, en el blog que uso como anexo. A la derecha pueden verse las publicaciones.

sábado, 14 de agosto de 2021

Utopía modelo obrero. Años 1970

Por un libro.

La represión al movimiento que entre 1958 y 1959 liderearon los ferrocarilleros y el asesinato en 1962 de Rubén Jaramillo, antiguo soldado zapatista cuyos derrotados impulsos organizativos le obligaron a declararse guerrillero, señalan el fin de las alianzas Estado-sectores populares creadas durante el cardenismo. 

Hay tal intolerancia en nuestra dictadura perfecta, que a continuación golpea a las clases medias representadas por las y los médicos (1964-65), para rematar volviéndose contra el estudiando de 1968.

Se despeja así un camino que permitirá a indígenas y campesinos, asalariados y asalariadas, inquilinos y pueblo citadino en demanda de predios; a grupos armados rurales y urbanos, crear o recuperar sus utopías sin mediación alguna.

TimeToast


Asegurándoles que encontrarán aquí un ensayo reglamentario sobre el movimiento obrero de los tiempos, permítanme empezar así, pues a veces apelaré a la crónica:

De plúmbago, sin amenazas, las nubes casi al alcance de la mano corren rápidas en el día que suda sobre el caserío, donde la sal de mar hace cuatro siglos estampa su huella. Por la vía del tren, entre un millar de paisanos  en alharaca, dos costeñas maduras, firmes, desparpajadas, se regodean en los gritos:
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas! -refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada que acaba de salir de prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés terminó su obra. A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo construido para ellos.
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Una mañana de otoño de 2009, en Saltillo comparto un cuarto de hotel con Alfredo Domínguez, un antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo organizando luchas sindicales. Sin duda sabe cuánto lo respeto y mientras nos vestimos vuelvo a dar gracias por la oportunidad de estar otra vez con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Él sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene y suelta una de sus geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.
 

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El ascenso obrero que inició con marchas como esa a la cual me referí, prácticamente se agotará en 1982, a mi entender y debido a varios factores.

La década "perdida"   

En una charla Luis Hernández Navarro prueba que los años a continuación del movimiento ferrocarrilero, magisterial, petrolero, etc., no son un páramo, como suele creerse. 

De hecho nuestro compañero inicia con las huelgas en las normales rurales y el IPN (1954-1956) para seguir una pista corroborada después por médicos y estudiantes, según indiqué: los gobiernos priistas limitan cada vez mas sus alianzas con el pueblo organizado a quienes se le supeditan incondicionalmente; o sea, las centrales corporativas. Y así éstas, como señala Francisco Pérez Arce (El principio), viven su década dorada.

Detrás hay un nuevo, monumental proceso: la industrialización a marchas forzadas que inició en 1940 gracias a la Segunda Guerra Mundial y una política para substituir importaciones. Entre entonces y 1980 el balance demográfico campo-ciudad, de 75%-25%, se está invirtiendo por completo, mientra la población crece cuatro tantos -de 20 a 80 millones. 

El cardenismo convirtió al Estado en nuestro mayor activo y rector económicos, expropiando, nacionalizando o racionalizado al petróleo, los ferrocarriles y la electricidad, y así en adelante se pudo levantar infraestructura hidraúldica, carretera, urbana, de salubridad, educación... Casi empujaron, entonces, el nacimiento de un empresariado "moderno" por primera vez numeroso, otorgándole créditos, excepciones o reducciones fiscales, tarifas arancelarias de preferencia y precios controlados a artículos agrícolas básicos para permitir que sus salarios fueran bajos y retributivos. Entrecomillo moderno pues, más o menos improvisado, solía emplear viejas y nuevas prácticas semi serviles o rapiñeras, sobre todo, aunque no solo, en pequeños y medianos establecimientos.

Así el campo tradicional financiaba el desarrollo con productos y trabajo abundante y a bajo costo y la actividad en la industria tendió a contratar a un asalariado que recién se urbanizaba, reduciendo el peso del proletariado histórico, concentrado en los grandes gremios nacionales. 

Es este nuevo agente obrero a quien veremos emerger en los años 1970, tras el arranque clásico que correrá a cargo de electricistas y ferrocarrileros.

Para ilustrar esos años preparatorios atenderé a dos procesos que conozco bien: el del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), una organización nacional, y el municipio de Ecatepec, cuya zona fabril empezaba a desarrollarse.           

  

SIGUE

      

  

sábado, 29 de mayo de 2021

Un curso y un taller sobre movimientos sociales mexicanos

En breve la Brigada Para Leer en Libertad transmitirá un curso sobre historia del movimiento social mexicano, que continuará los dados sobre varias materias, virtual y presencialmente, antes de la pandemia. Bajo dirección de nuestra coordinadora y presentados por Paco Ignacio Taibo II, cumplirá los objetivos didácticos propuestos en aquéllos, empleando charlas, mesas de intercambio, abiertos debates.

Entretanto continuaré el taller sobre ese mismo tema que por plazos animo, de hecho, desde 2012, en diversos ámbitos. Su propósito es distinto al curso y quiere mostrar la complejidad de nuestras luchas populares.

Reuniré allí cuanto grabamos en ocho años, sin excluir lo que organicé para la propia Brigada el año pasado.

El curso tendrá la amplia cobertura en internet que esa AC tiene hoy, con ciento cincuenta mil subscritores en Youtube y millones de vistas.

El taller aprovechara mi modestísimo canal, este mismo blog y la página ya existente en FB: https://www.facebook.com/Taller-de-historia-de-Belarmino-100989351486347.

Ejemplificando la complejidad y diversidad de lo que hallaremos aquí, adelanto tres materiales.




          

DEBO ACTUALIZAR LA INFORMACIÓN QUE SIGUE_

En julio pasado, 2020, transmitimos una serie sobre historia de los movimientos sociales. Lo llamamos taller porque no era propiamente un curso, en tanto no pueden presumirse verdades absolutas sobre el tema. Coordinado por mí, participaron militantes que están alejados de las visiones académicas y tienen un compromiso y una sensibilidad incomparables a aquéllas, aunque hayan hecho estudios rigurosos.

En esa primera etapa nos concentramos en un periodo aparentemente perdido, a partir de la represión al movimiento ferrocarilero, magisterial, petrolero, etc., con que en 1959 nuestra dictadura  perfecta dio por terminada toda autonomía sindical, mientras con el asesinato de Ruben Jaramillo, los golpes a la Asociación Cívica Guerrerense y otras cosas, de poco después, enviaba un mensaje semejante al campesinado. 

Movimiento social es todo impulso de los sectores populares y también de las clases medias en términos gremiales o autonómicos frente al poder, como el de las y los médicos entre 1964 y 1965 o el que protagonizó a continuación el estudiantado. O los que en hoy encuentran su mejor expresión en el ecofeminismo o feminismo de clase. Si bien... 

Demos la palabra a Raúl Bautista, partícipe significativo de las épicas luchas inquilinarias en la ciudad de México durante los años 1970 y 1980 y del movimiento urbano popular en su conjunto.

SÚPER

El tema tiene una particular importancia en el México de hoy, que a su modo continúa la experencia de los gobiernos populares sudamericanos. El exitoso eemplo de Bolivia estuvo siempre incado en lo que el hasta hace poco vicepresidente de ese país, Álvaro García Lineras llamaba una sabia relación entre movimientos y gobierno, que con la extraordinaria reacción que siguió al golpe de Estado de 2019 volvió a mostrar su medular importancia.

EL CARDENISMO          


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Faltan la no cumplida Asociación Cívica Guerrerense, con Cuauhtémoc Contreras, compañero de ese estado, y los 500 años de resistencia y la APPO, por Carlos Beas o quien él proponga.

Los invitados están confirmados, excepto cuando aclaro explícitamente

·  Súper Barrio y yo haremos un primer programa. Yo recuerdo el “taller” anterior y presento el nuevo y él habla de los movimientos sociales como concepto.

·       Luis presenta tres temas, no necesariamente seguidos:

1 La larga historia que desde los 1970s conduce al nacimiento del EZ (organizaciones campesinas, Samuel Ruíz y las comunidades eclesiales de base, etc.

2 El paso de las organizaciones mayormente indígenas que a partir de los 1980 se vuelven exitosas cooperativas de cafeticultores, algunas relacionadas con el nacimiento de las Policías Comunitarias.

3 Historia de la CNTE, que nació en 1979, se recuerda.

·       La UCIRI y X Vanderhox, un holandés que vive hace mucho en México, en las montañas del Iztmo, y fue el creador de Comercio Justo apoyado en organizaciones campesinas mexicanas.

·       Movimiento obrero años 70s:

1.    Cinsa-Cifunsa, Saltillo, que conmociono no solo a Coahuila. Entrevisto a dos compañerxs del entonces FAT, por confirmar, o me baso en el trabajo que hice para el FAT.

2.    CIVAC (Cuernavaca, pues). Entrevisto a un dirigente de Nissan y otro de Texiles Morelos, por confirmar, o me baso en el trabajo que hice para el FAT.

3.    Paco Ceja, Mexicana de Envases.

4.    PIT, Spicer.

5.    Vidriera y Alumex. Entrevisto a Margarito N. (creo que fue la experiencia más completa porque culmina en una cooperativa y se dio a putazo limpio durante cuatro o cinco años).

6.    Resumo Ecatepec, incluida la General Electric y la Coordinadora Obrera de la zona, de las cuales apenas se ha hablado.

7.    Tosepan, la unión de cooperativas que involucra a 4 mil familias, de la Sierra Norte de Puebla. De ahí sale María Luisa Albores. Por confirmar a través del Circo Maya.

8.    El movimiento urbano popular. Entrevista del Súper a Pedro Moctezuma, cuyo libro editamos. Por confirmar. 

miércoles, 26 de mayo de 2021

Historia de los movimientos sociales mexicanos. 2da. parte

Faltan la no cumplida Asociación Cívica Guerrerense, con Cuauhtémoc Contreras, compañero de ese estado, y los 500 años de resistencia y la APPO, por Carlos Beas o quien él proponga.

Los invitados están confirmados, excepto cuando aclaro explícitamente

·  Súper Barrio y yo haremos un primer programa. Yo recuerdo el “taller” anterior y presento el nuevo y él habla de los movimientos sociales como concepto.

·       Luis presenta tres temas, no necesariamente seguidos:

1 La larga historia que desde los 1970s conduce al nacimiento del EZ (organizaciones campesinas, Samuel Ruíz y las comunidades eclesiales de base, etc.

2 El paso de las organizaciones mayormente indígenas que a partir de los 1980 se vuelven exitosas cooperativas de cafeticultores, algunas relacionadas con el nacimiento de las Policías Comunitarias.

3 Historia de la CNTE, que nació en 1979, se recuerda.

·       La UCIRI y X Vanderhox, un holandés que vive hace mucho en México, en las montañas del Iztmo, y fue el creador de Comercio Justo apoyado en organizaciones campesinas mexicanas.

·       Movimiento obrero años 70s:

1.    Cinsa-Cifunsa, Saltillo, que conmociono no solo a Coahuila. Entrevisto a dos compañerxs del entonces FAT, por confirmar, o me baso en el trabajo que hice para el FAT.

2.    CIVAC (Cuernavaca, pues). Entrevisto a un dirigente de Nissan y otro de Texiles Morelos, por confirmar, o me baso en el trabajo que hice para el FAT.

3.    Paco Ceja, Mexicana de Envases.

4.    PIT, Spicer.

5.    Vidriera y Alumex. Entrevisto a Margarito N. (creo que fue la experiencia más completa porque culmina en una cooperativa y se dio a putazo limpio durante cuatro o cinco años).

6.    Resumo Ecatepec, incluida la General Electric y la Coordinadora Obrera de la zona, de las cuales apenas se ha hablado.

7.    Tosepan, la unión de cooperativas que involucra a 4 mil familias, de la Sierra Norte de Puebla. De ahí sale María Luisa Albores. Por confirmar a través del Circo Maya.

8.    El movimiento urbano popular. Entrevista del Súper a Pedro Moctezuma, cuyo libro editamos. Por confirmar.  

 

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viernes, 23 de abril de 2021

El movimiento popular. Historia

 

“Lo más importante es elegir en el mundo de lo historiable lo que nos conviene para determinado fin, e historiarlo sensatamente.” Esta soberbia consideración de Manuel Gamio guió estupendos trabajos y a ella me atengo ahora.


En marzo 28 de 1959 el gobierno mexicano ordena
una de las más violentas represiones al movimiento popular desde cuando menos los últimos treinta años: "miles de trabajadores (ferrocarrileras, petroleras y maestros) así como algunos estudiantes, son objeto de la furia policiaca, cuyos elementos (...) ocupan también locales sindicales. Nueve mil ferrocarrileros pierden su trabajo a partir de este día" y se inician castigos diversos en otros gremios.

Pareciera terminar así un proceso consolidado durante el cardenismo. Cierto, solo la clase obrera es golpeada, pero por los vínculos que mantuvo desde entonces con el campesinado indígena y no indígena, afecta profundamente al movimiento del pueblo en su conjunto. 

La historiografía dedicada a estudiarlo tenderá a presentar un panorama desolador que se extiende hasta el 1968 estudiantil. Es así aunque desde luego no olvida a la combativa Asociación Cívica Guerrerense y la Central Campesina Independiente, aparecidas justo a partir de aquél año, ni el vigoroso impulso médico que estalla en 1964.

No observa, creo, esfuerzos cuya característica es enfrentar nuevas condiciones nacionales en dos distintos sentidos: la emergencia de generaciones obreras cuyo mayoría forman migraciones campesinas en cascada, que confrontan a una burguesía semi improvisada por el régimen y ramas industriales operadas por consorcios extranjeros, y el práctico in, siquiera a la vista, del nacionalismo revolucionario nucleado por Lázaro Cárdenas.  Olvida al mismo tiempo la creciente influencia de fenómenos continentales: Cuba y su avance hacia el socialismo, y una Iglesia católica de base determinada a hacer suya la opción preferencial por los pobres.

Como aprecian por el título, busco aquí al pueblo que se echa a andar por sí mismo o al amparo o gracias a la influencia de utopías universales, cuyo origen debe hallarse en el siglo XVI, cuando arranca un fenómeno hasta ese momento inimaginable: el coloniaje presidido por "la máxima rentabilidad inmediata", que pone las bases del capitalismo. 

Destruida a grados nunca antes vistos, la civilización mesoamericana encuentra caminos para reinventarse. Lo hace, sí, a través de sus grupos nobiliarios, pero no logra su objetivo sino merced al pueblo, que explota vez tras vez en rebeliones mesiánicas. 

Este monumental esfuerzo forja a través de los trescientos años coloniales un espíritu que el levantamiento zapatista producido en 1994 sacará a la luz, cuando por primera vez desde los años 1800 vuelva a hablarse de indígenas, cuyas especifidades se ocultaron cada vez más bajo la noción campesinado          

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martes, 23 de febrero de 2021

El cardenismo ¿una revolución a medio camino? (breve y terminado)

El cardenismo no es obra de un hombre y su círculo cercano. Resultaría inconcebible sin el movimiento popular y las clases medias radicalizadas, entre quienes están vivas viejas y nuevas utopías.

Esos seis años representan, con mucho, el mayor avance social en nuestra historia. Tras una investigación más o menos breve, persigo aquí una idea: lo que Lázaro Cárdenas echa a andar es difícilmente controlable y conduce a extremos no calculados, a veces quizá sin que él lo sepa. El propio Tata, creo, se desbordó a sí mismo, gracias también al inusitado panorama mundial: democracias occidentales en debacle o recomposición y la Unión Soviética que irrumpe como exitoso modelo económico y gran potencia.

El cardenismo una utopía mexicana, de Adolfo Gilly, al contemplar desde la óptica continental, me reforzó una pregunta ociosa: salvada toda distancia, ¿el sexenio cardenista puede compararse con los regímenes populares andinos de siete y ocho décadas después?; ¿pudo ser un adelanto mejorado? Pregunta ociosa, digo, pues aquél cumplía con su época, en el ambiente creado por regímenes o proyectos que representaba la Alianza Popular Revolucionaria Americana. 

¿Mal interpreto? El discurso oficial y las versiones conservadoras y de izquierda ortodoxa aseguran que esos seis años simplemente sustentaron a la dictadura perfecta priista impuesta a continuación.

Este llamado a debatir es una abierta provocación cuando revisa la historia previa de Cárdenas y su acto final como presidente: inhibirse ante el “sindicato de gobernadores” que, imponiendo a Manuel Ávila Camacho, impide la continuidad representada por Francisco J. Múgica.

Mis cincuenta cuartillas se concentran en la preparación del régimen y recomiendan lecturas sobre los grandes hitos cardenistas.

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En diciembre de 1933 el oficialista Partido Nacional Revolucionario (PNR) designa al general Lázaro Cárdenas del Río como candidato a presidente de la república. Para entonces las utopías (el magonismo, el zapatismo, lo representado en Villa; el socialismo yucateco con base indígena) fueron derrotadas y se redujeron casi a nada las que encarnaron luego en las Ligas de Comunidades Agrarias (LCA), vinculadas al Partido Comunista, y en el anarcosindicalismo de la Confederación General de Trabajadores (CGT)

En su lugar, el régimen dirigido a trasmano por Plutarco Elías Calles, a través del PNR prepara cambios que estabilicen al país tras casi dos décadas de caudillos y caciques disputándose el poder local y nacional, hacia una modernidad usufructuada por los vencedores y las grandes fuerzas económicas nacionales e internacionales.

Poco antes, al rechazar una candidatura que se opone a la oficial, Luis Cabrera, uno de los antiguos maderistas con preocupaciones sociales[i], hace el siguiente dibujo de México:

“…lo que está pasando en toda la república es tan serio y pavoroso (…) Una terrible epidemia de codicia, de concupiscencia, de ambición, de inmoralidad y de cieno inunda a nuestro pueblo”.

Al frente de ese triste panorama está la clase política-militar. En 1924 el propio Calles redujo del 36 al 25% la partida que ejercía su gobierno destinaba al ejército, y “ordenó que se controlaran todos los gastos de los jefes de operaciones y que los diferentes servicios de abastecimiento fuesen reglamentados”. Esa política continúa pero en suma la transferencia de recursos a generales y demás ha sido monumental.

Así nacieron grandes fortunas, como la de Juan Andrew Almazán, desde muy pronto establecido en la construcción y especulación con bienes raíces. Joaquín Amaro dedicó la suya a “darse pulimento” al estilo porfiriano, rodeándose de caballerizas y palacios. Álvaro Obregón monopolizó el comercio de garbanzo y tomate en el noroeste. El mismo don Plutarco es un multimillonario con colosales residencias y depósitos en el extranjero, para sí y sus familiares. Aaron Sáez entre otras cosas gusta invertir en empresas azucareras, y Roberto Cruz, convertido en jefe de la policía del DF, prefirió extorsionar católicos durante la cristiada. José Gonzalo Escobar juega al financiero, con estupendos resultados. Otros controlan la economía de estados enteros: Saturnino Cedillo en San Luis Potosí y Abelardo L. Rodríguez en Baja California, pongamos por caso.

El enriquecimiento de la familia revolucionaria respeta al empresariado nativo, agrario, industrial, financiero. Para el grupo sonorense que la domina desde 1920, la reforma agraria, por ejemplo, es una herramienta política de pacificación y no un proyecto de desarrollo agrícola.

“Desde la perspectiva de los norteños, la modernización de la producción agropecuaria deberá correr por cuenta de los viejos y nuevos empresarios privados; la hacienda debe dinamizarse, pero nadie piensa en sustituirla.”

Las compañías extranjeras siguen hegemonizando los sectores más rentables: minería, petróleo y energía en su conjunto; agricultura de exportación, ferrocarriles, bancos.

Los niveles de riqueza, pobreza, propiedad concentrada en unos cuantos, prácticamente no cambiaron desde la dictadura porfiriana, quitando el limitado reparto agrario hecho sobre todo durante 1920-24, y la casi recién aprobada Ley Federal del Trabajo (LFT), que establece salarios mínimos (SM) e invita a firmar contratos colectivos (CCT), prácticamente es letra muerta todavía, pues alienta un sindicalismo corporativo cuyos prolegómenos fueron destruidos por el propio Jefe Máximo.

Quizá quitando esas puntuales zonas donde el miedo obligó al reparto de la tierra, lo que no cambió es la miseria del pueblo, o su mera estrechez si nos referimos al pequeño universo fabril, y el abismo entre él y los grandes propietarios, legado porfirista. Si las cifras de éste presumieron un desarrollo económico hasta entonces desconocido, escondían a cambio el empobrecimiento que culminó tras cinco terribles décadas independentistas para las mayorías.

Nada nos dicen los números sobre el Producto Interno Bruto y per cápita, de 1917 a 1933, año en que nos encontramos. El último crece casi nada y luego con cierta aceleración, para caer otra vez por la crisis estadounidense. En todo caso, comparado con Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, México está siempre al fondo. Es así aunque derivamos del mayor centro civilizatorio prehispánico, al cual durante tan solo los años entre 1524 y 1620 le extrajeron riquezas equiparables a las invertidas en la Revolución Industrial.

¿Dónde está lo prometido por la constitución de 1917? Los resúmenes que hace un padre de la nueva escuela rural, dibujan comunidades donde todo falta: alimentos (maíz y frijol, pues lo demás es lujo), “y ya se sabe que la mala alimentación, trae aparejada una multitud de enfermedades. Además la población rural se ve atacada frecuentemente por epidemias tales como la de la viruela, la del sarampión y otras, que la diezman, y en el campo la muerte de los niños alcanza niveles que son aterradores”.  

En las ciudades hay un indicador elocuentísimo, que por sólidas razones suele desdeñarse: la prostitución. Los habitantes de la capital federal pasaron de 900 mil habitantes a un millón. Esas mujeres pronto dibujadas musical y cinematográficamente como románticas “perdidas”, “mariposas” cuyas alas arden, etcétera, ejercen allí su oficio en unos 200 lupanares y tres mil cabarets o deambulan por las calles. Difícil decir cuántas son, si las detectadas con enfermedades venéreas están próximas a las 40 mil. Brotan, pues, para beneplácito público.

La literatura nos da una idea vivencial del México que hallamos en 1933. Aquí los malditos creando su nuevo reino, allá la terca pobreza escarbando hasta el hueso. Les pido leerla pues no encuentro cómo transmitir brevemente el desolador panorama social de estos años. Yo empezaría por La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. Sería bueno leer también a los extranjeros que escribieron sobre esos años con mirada aguda y cariñosa al mismo tiempo.

En resumen, la lucha armada cambió un millón de muertos por una promesa que no se cumple, y para los más México sigue siendo el porfiriano. Permítanme ilustrarlo con tres fotos. En las dos primeras vemos casonas del antiguo y el nuevo régimen, con una diferencia sustancial que favorece a la segunda: se encuentra en las recién fundadas Chapultepec Heights (Las Lomas, pues), con que ahora pueden al fin habitarse los cerros a occidente de nuestra gran megalópolis, olvidando para siempre inundaciones y temblores.

    

Cambió solo el estilo. La tercera foto pudo tomarse lo mismo en 1910 que cuando don Lázaro es designado candidato.

Este país pobre tiene sin embargo un nuevo, revolucionario componente. Escuchemos otra vez a Armando Bartra, hablando del campo:

“…si en la inmediata posrevolución no hay un nuevo modelo de desarrollo económico rural, sí hay un importante cambio en las relaciones sociales que modifica sustancialmente la relación del campesino con los terratenientes y el Estado.

“Durante el porfiriato la fuerza de trabajo rural seguía parcialmente vinculada a la tierra, pero esta vinculación estaba, cada vez más, mediada por el terrateniente. Era el hacendado quien concedía el pegujal a sus peones acasillados y quien proporcionaba tierras a los aparceros o arrendatarios; en la práctica era también el hacendado quien permitía que subsistieran las comunidades periféricas a su dominio, en la medida en que necesitaba su fuerza de trabajo estacional. “Con la revolución esta situación se modifica; ciertamente hasta los años treinta del pasado siglo, la distribución de las tierras no sufre cambios importantes y el campesinado no

recibe mucho más de lo que tenía, pero ahora su posesión ya no proviene del terrateniente sino del Estado.

“Económicamente la función del ejido es semejante a la del pegujal o la aparcería: reproduce la fuerza de trabajo que la empresa privada solo necesita estacionalmente. Pero políticamente el ejido supone un cambio radical: es el Estado el que media entre el campesino y la tierra, y es también el Estado, por tanto, el que media entre el campesino y el terrateniente.”

Algo semejante debe decirse de los reclamos obreros. Desde 1917, y aún antes, pues las Juntas de Conciliación fueron concebidas por Carranza tres años antes, el asalariado en conflicto con su patronal podía recurrir al Estado como mediador y así la supremacía absoluta de los empresarios se mellaba, al menos en potencia. Ahora hay un LFT que institucionaliza el proceso y con los CCT y el establecimiento de SM impone el dominio estatal.

Hay, pues, un país social igual y distinto al de 1910. En cierta medida se trata de un fenómeno cultural que puede observarse también entre algunas clases medias. Para septiembre de este 1933 el Noveno Congreso Nacional de Estudiantes citó al Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, donde estuvieron representadas veintidós entidades. En él Vicente Lombardo Toledano venció discursivamente al liberalismo social de Antonio Caso, con aclamados argumentos marxistas. De allí deriva la Convención Nacional Estudiantil Pro-Cárdenas, reunida en Morelia, Michoacán, el 16 de julio, que preconiza una reforma al Artículo 3º constitucional para sustituir la enseñanza laica de los establecimientos oficiales de educación primaria y superior “por la educación integral socialista”.

Sin variar, mi trabajo encuentra la escasez de estudios bien reconocidos sobre las clases medias. El tema es delicado porque éstas aparecen como grandes beneficiarias de la Revolución posterior al periodo que tratamos, profundamente marcadas por las gruesas deformaciones a las cuales a partir de los años 1940 da paso el milagro mexicano y su dictadura perfecta. Así pasan desapercibidas las virtudes de una porción de quienes participarán en la estructura burocrática y cultural de la república, debidas sobre todo, precisamente, al sexenio cardenista, creo.

No tengo forma de observarlas con cierto detalle y recojo entonces elementos sueltos, como ese estudiantado del Congreso Universitario.

Se abren paso entre otra pequeña burguesía que odia al régimen y se refugia en la tradición conservadora en grados que oscilan de acuerdo a la intensidad de sus mayores amenazas: el discurso populista por el cual quedan públicamente rebajadas a las últimas categorías, y los golpes al papel social de las instituciones y el pensamiento religiosos.

La educación socialista recién establecida y sus incipientes enseñanzas sobre sexualidad convocan al combate con la Unión Nacional de Padres de Familia a la cabeza, que pronto logrará la destitución del titular de la SEP, Narciso Bassols. Antes, en 1929, en la flamante UNAM y dirigidos por la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, nació un movimiento contra la influencia que allí y en la Escuela Nacional Preparatoria adquiría el marxismo por el influjo de sus directores, como el propio Lombardo Toledano. La Barra Mexicana de Abogados se suma a la protesta, pues así se hipoteca “el espíritu de las juventudes futuras”, y en Guadalajara el malestar llega a tal punto que un sector de la comunidad decide crear una universidad paralela a la existente: la Autónoma (UAG).

Ahora y a la vista de las elecciones de 1934, esos mismos sectores dan forma a una serie de partidos: el Regenerador Nacional, formado por ex vasconcelistas; el Civilista Renovador, de “fe liberal” e “ideales conservadores”; la Confederación Nacionalista Democrática o Partido Nacionalista Democrático. La “segunda guerra cristera” está en marcha desde 1932, con los matices que advertiremos después.

Es más fácil ver a los intelectuales que progresan hacia el socialismo, entre los cuales están Lombardo, Bassols y Luis Cabrera, a quien nos referimos al principio. Los tres pertenecen a un universo que define Luis González y González, un famoso historiador no siempre bien reconocido: los epirevolucionarios; es decir, las elites de todo tipo, empresarios incluidos, lanzadas a la palestra en plena juventud durante el movimiento armado. Están compuestas por trescientos o cuatrocientos hombres –exacto el uso del género, pues ninguna mujer participa- a quienes en 1933 el historiador ve decidirse a dejar atrás la caótica obra de los padrecitos o caudillos revolucionarios. La mayoría se pronuncia por una modernidad liberalizadora cuya piedra de toque es el intervencionismo económico estatal.

Cabrera y otro epis, como Antonio Díaz Soto y Gama, Gildardo Magaña y Antonio I. Villarreal, representan al agrarismo oficial, que parece historia liquidada ahora, cuando a través de su partido se preparan a enfrentarse electoralmente al PNR. Un antiguo camarada suyo, Francisco Múgica, se mantuvo en la sombra durante muchos años, perseguido por Obregón, y a diferencia suya vivirá su mejor etapa justo acompañando a Cárdenas.

Hay otro epirevolucionario por demás interesante: Adalberto Tejeda. Dos ocasiones al frente de la gubernatura veracruzana, que primero cobijó a Úrsulo Galván y su liga campesina y al renovador movimiento inquilinario, y luego dio forma a una red de comunidades y grupos que demandaban tierras y cooperativas, en 1932 Tejeda se propuso como presidenciable. Sino pertenecía formalmente al PNR, aspiraba al reconocimiento y, acusado por adelantarse a los plazos, dio pretexto para que don Plutarco ordenara destruir esa red que lo sostenía. Funda ahora el Partido Socialista de las Izquierdas (PSI), un experimento peculiar.

En mayo de nuestro 1933 el PSI se registra como aspirante a competir por la presidencia de la república, con un argumento central: la Revolución mexicana es obra incompleta, reservada al proletariado para su terminación, “cuando éste hubiera adquirido plena conciencia de su valor y fuerza creadora”. El presupuesto se cumplió, dice implícitamente, y por lo tanto “el pueblo necesita que el presidente que rija los destinos de la unión para el periodo de 1934 al 40, sea un hombre que sepa sentir el dolor que experimenta la clase trabajadora, cuando no se le imparte justicia; el pueblo necesita en la primera magistratura de la nación un hombre nacido del pueblo y que haya vivido para el pueblo, que su vida política y privada sea una garantía y no una promesa”.

Desde luego el partido será apabullado en los comicios por el PNR, pero no se esfumará. Don Lázaro habrá de sumarlo a su proyecto, con el veracruzano a la cabeza. Un epirevolucionario más actúa en esta trama: Heriberto Jara, quien junto a Múgica fue el gran propugnador de los artículos sociales que estableció la Constitución. No hay tiempo para revisar cómo Jara aceptaba la candidatura del PSI para convertirse en presidente municipal de Veracruz puerto, cuando hasta hacía apenas un momento era asesor del Tata en el gobierno michoacano y ahora sin duda sigue colaborando con él.

Nos falta volver sobre los grandes actores, campesinos y obreros, y encontrar uno de mucho menor densidad y aun así muy importante: el Partido Comunista Mexicano.

En cuanto al pueblo, si nos referimos al campo sus movimientos son complejos, como nos aclarará Bartra, pues pareciendo desaparecer con la derrota de sus utopías, continúan vivos y acicateados por esa crisis económica que detona el crack financiero en Estados Unidos. Si el obrero viene de recibir golpes fortísimos, no nos asombre la influencia que adquirirá en breve.

Bástenos con eso por ahora, para sopesar los haberes potenciales de Cárdenas, cuando falta un año para que se haga gobierno.

 

La preparación       

Para quien como yo admira a los grandes revolucionarios mexicanos de principios del siglo XX (los magonistas, etc.), don Lázaro resulta un personaje sin interés durante su primera, larga etapa. Se alineó con el Constitucionalismo y hasta aquí fue tan fiel a Calles que éste lo tiene en su círculo más cercano y todavía para 1932 le encargó un trabajo sucio: destruir las bases ni más ni menos que de ese bastión radical representado por el tejedismo veracruzano, nombrándolo Secretario de Guerra. Antes dirigió al PNR y luego participó en la Comisión Técnica para darle formal al Plan Sexenal, que elevando de cuatro a seis años el mandato presidencial deberá introducir las reformas modernizadoras.

Sin duda mal interpreto esos años de don Lázaro. No le tocó en suerte ser influenciado por el magonismo, como otros que cité (Soto y Gama, Jara…), o sentir la tentación zapatista o villista. A sus ojos el Constituyente de 1917 estableció cuanto México y sus mayorías demandan. Incumplido aquél se torna en utopía, digamos extrapolando a Gilly; una “utopía mexicana”. ¿En cuál exacto sentido?

Cárdenas parece incomprensible sin su gran compañero y paisano, Múgica, que escribió para Regeneración, el periódico magonista, y que con otro significativo personaje a quien no citaré para no perdemos entre nombres, hizo el primer reparto agrario en Matamoros, Tamaulipas, ya en 1913, tras pugnar inútilmente para que Carranza incluyera la cuestión en su Plan. Estaban decididos a “hacer de ese día su grito de combate” para un agrarismo activo, sin concesiones. Sino fuera por la confrontación con Obregón, Múgica estaba destinado a altas esferas. En 1915-1916 es gobernador de Tabasco y se distingue por medidas transformadoras en torno a la educación, redimiendo de paso a las mujeres. “Su ideología quedaría plasmada” en los Artículos 3º (educación), 27º (tierras) y 123º (derechos laborales) de la Carta Magna.

Vean cuán pobre resumen hago. Que sirva para recordar los límites de este trabajo, precisamente ahora, al abordar el camino hecho por Cárdenas rumbo a la candidatura presidencial. Intenté descifrar esa ruta, fallé y Fernando Benítez vino en mi ayuda. Sigamos su inigualable resumen.

Calles debe abrirse paso sobre todo entre los militares vueltos políticos y empresarios, que tienen enorme poder. Abelardo Rodríguez, presidente en funciones, se hace a un lado y hay rumores, apenas eso, sobre las preferencias del jefe máximo. En febrero Rodríguez invita a su Secretario de Guerra, don Lázaro, “más que nada” para aliviar tensiones surgidas en torno a Michoacán. “Allí el Presidente advirtió que muchos grupos se acercaban a Cárdenas y algunos hasta le proponían la candidatura por lo que (…) ´de manera incidental y sin darle al asunto toda la importancia que tenía para el porvenir´ le habló del asunto”.

Don Lázaro, continúa el estudioso, respondió conforme a los usos y costumbres de su taimada familia revolucionaria: No tengo ambiciones personales, por lo tanto no tomo “en cuenta las insinuaciones” y además “no me creo con las capacidades y conocimientos necesarios para desempeñar” tan alto cargo.

¿Cárdenas dijo una mentira diplomática? Meses antes abandonó el gobierno michoacano cargando su moraleja y en abril permite al gobernador de Baja California cabildear con los de Sonora (ni más ni menos, Calles Jr.) y otros estados  en beneficio suyo, sin descuidar las formas escribiendo a don Plutarco: “no podré resolver si no conozco antes” qué opina usted. Sobran los pruritos, pues días atrás el propio caudillo comunicó a Abelardo Rodríguez: Lázaro “debe separarse inmediatamente de la Secretaría (…) y hacer trabajos en favor de su candidatura”.

“La decisión de Calles -sigue Benítez- no fue enteramente espontánea. Portes Gil (…) solo esperaba el momento de asestar un golpe al ahora detestado” caudillo. “Obrando con su rapidez y astucia acostumbradas, después de consultar con Cárdenas -subrayado mío- y con el respaldo del general Saturnino Cedillo, organizó la Confederación Campesina Mexicana (CCM) y el 31 de mayo (…) las Ligas de Comunidades Agrarias (LCAs) de Tamaulipas, Michoacán, San Luis Potosí y Chihuahua, reunidas en una Convención”.

El proceso no es un mero manejo político desideologizado, queda claro entonces. Si Portes Gil y Cedillo aparecen como cabezas de la Convención, tienen detrás a legítimas organizaciones populares.  

Para la Convención de diciembre de 1933, que hasta aquí nos sirve como eje, don Lázaro no puede considerarse ya, pues, un subalterno. ¿Contraviniendo a don ernando, puedo creer que el general prepara el camino a la presidencia al ser elegido gobernador de Michoacán en 1928; y que lo hace ya con un proyecto en cuyo centro está el cumplimiento de los  derechos sociales que estableció la Constitución?

¿Quién es bien a bien nuestro hombre? No lo sé: adolescente se sintió llamado a cumplir papeles muy relevantes, y no representa poca cosa lo realizado hasta ahora, al menos en términos personales, naciendo hijo de una familia modesta. ¿Ha estado preparándose hace mucho para la magna obra?  

 

Michoacán

Desde 1928 creo intuir en Cárdenas un claro propósito para hacerse presidente. Álvaro Obregón fue asesinado, se rompe el equilibrio político que sostuvo ocho años de posrevolución y están despejadas las puertas a los callistas como él.

Sea o no esa su intención, nuestro hombre inicia un gobierno que advierte ya cuán lejos piensa debe llevarse al régimen, luchando contra el mismo régimen.

Su brazo derecho es Múgica, que le sirvió de mentor cuando encabezaba las fuerzas revolucionarias michoacanas. En el congreso constituyente de 1917 Francisco resultó la figura más destacada al discutir los temas relacionados con educación y derechos agrarios y obreros.

Cercano a Obregón, más tarde se confrontó con él, quien ordenó darle muerte. Don Lázaro contribuyó a que escapara exilándose. ¿Ese duradero trato crea una sólida idea sobre las necesidades nacionales?

El flamante gobernador tiene a otros dos significativos incondicionales. Jara, a quien ya aludimos, y Enrique Ramírez Aviña, que acaba de dejar la gubernatura, reconocido radical cuya pobre obra societaria debe explicarse por la firme oposición de los núcleos conservadores locales y tal vez, solo tal vez, por el periodo en el cual le toca actuar, marcado por la guerra cristera.

Esos núcleos están por todo México y tienen como aliado al verdadero peligro que el Tata enfrentará ahora y después: la propia familia revolucionaria.

“Un observador difícilmente habría podido ver en Michoacán del año 1928 un estado que había experimentado una revolución”, escribe quien estudió a fondo el periodo. Es así a pesar de que aquí estuvo el segundo gran centro de las Ligas de Comunidades Agrarias relacionadas con el PCM y directamente con la Internacional Comunista. Su líder me parece el personaje más atractivo de los años 1920: Primo Tapia. Cómo se produjo su muerte muestra el nivel de encono en la lucha social:

“…los terratenientes, los curas reaccionarios y el gobierno callista se la tenían sentenciada. El 26 de abril de 1926 fue aprehendido (…) Le ataron fuertemente los brazos por la espalda y se le condujo con una soga alrededor del cuello, cuyo extremo sostenía un capitán a caballo. A medida que ascendían por el camino rocoso y arenoso, sus pies sufrieron cortaduras y sangraban. Por la noche (…) los soldados continuaron con su víctima adentrándose en la profundidad de la sierra ubicada al noroeste del valle de Zacapu...

“La ejecución comenzó en la quietud de la noche en la sierra solitaria. Calentaron algunas bayonetas y lo marcaron. Le perforaron y mutilaron partes de su cuerpo. En algún momento durante la noche del 26 al 27 de abril de 1926 uno de ellos le dio un disparo en el corazón (...) El responsable (…) fue el presidente Plutarco Elías Calles, como lo demostró el mensaje número 425 del general Juan Espinosa y Córdoba, jefe de Operaciones Militares en el Estado…”

¿Qué queda a fines de 1928 de su organización, que justo cuando fue ajusticiado daba el salto, con la veracruzana de Galván y otras menores, a la Liga Nacional?

Cárdenas no llega al ejecutivo michoacano con timideces y sabe por dónde comenzar: deshaciéndose de la basura caciquil. Dispone de una red personal formada a partir de la misma revolución, dice una historiadora. La académica encuentra esbozos y no más, y a cambio nos presenta la cargada de los dos partidos locales, en cuya asamblea para fusionarse intervienen seiscientos delegados. La elevada cifra resulta elocuente y presume la extensión de previsibles cacicazgos hasta el último punto de la entidad.

Don Lázaro agradece el apoyo y, en un acto particularmente significativo, no confía en ella, pues crea la Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo (CRMT). Tres son sus cumplidas condiciones: la amplitud (de entrada, delegados que representan a treinta y siete mil trabajadores del campo y la ciudad); la estricta disciplina a la dirección y la “representación de clase”.

El Tata vela el buen funcionamiento de ella, como presidente honorario, y pone el acento en atraerse a líderes naturales, entre los cuales va la totalidad o parte de los compañeros de Tapia y “otros miembros” no precisados de la Liga Nacional en el estado. Sobre esta base el organismo, que también tiene participación electoral adhiriéndose al PNR, para 1935 contará con ciento cincuenta mil miembros y ¡cuatro mil comités agrarios! que se agrupan en cooperativas.

Lo hace, volvamos a subrayar, en una entidad muy rezagada en materia agraria. Atendamos a la estupenda investigación de un historiador extranjero: “Michoacán estaba ubicada en el décimo lugar entre los estados mexicanos en la suma de solicitudes ejidales y creación de nuevos ejidos, mientras que en población constituía el sexto estado.

“Este cuadro no era casual. La existencia de una fuerte oligarquía agraria y clerical, poderosa y bien organizada en sus propios marcos; una estructura económica latifundista-feudal que, contrariamente a la mayoría de los estados de México, se fue fortaleciendo justamente a partir del año 1910, aunque sólo en el aspecto demográfico; una infraestructura muy limitada que impedía contacto y control significativos del centro en Morelia con los distritos del sur del estado; un gobierno municipal muy conservador; un gobierno federal también conservador que, tanto por razones políticas como por falta de una clara definición ideológica, no apoyó las reformas radicales y puso trabas a todo gobernador que procuró ponerlas en marcha, todos éstos parecen haber sido los principales factores que frenaban la penetración de la revolución en Michoacán. Como si éstos no fueran suficientes, la rebelión cristiana [cristera] creó un desorden general en el estado. A causa de la rebelión, la comunicación entre Morelia y la mayoría de los distritos había empeorado, lo que dificultaba el accionar de un gobierno efectivo”.

Seamos acuciosos al señalar el cambio que introduce Cárdenas, apoyado en esa Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo. Primo Tapía murió procurándolo. El general callista prospera. Hay una enseñanza ahí, creo: desde el poder, con su aprovechamiento contra el propio poder, muchas cosas pueden hacerse. Con una condición. Durante la campaña presidencial de 1934, nuestro hombre se refiere con frecuencia a la "moraleja de Michoacán". "Se necesita que la clase trabajadora organice sus filas -dice en tal y cual acto-. Estoy convencido, particularmente por mi experiencia como gobernador de Michoacán, que no basta la buena intención del mandatario, ni una legislación acertada, para llevar progreso al pueblo: es indispensable un factor colectivo, que representan los trabajadores.”

Y aclara: debe haber “una preocupación constante por agruparse en un solo frente, por despojarse de los prejuicios que estorban su marcha ascendente, por arrollar todos los obstáculos que se opongan al triunfo de los postulados de renovación social".

Adelantemos un concepto acuñado por A, Bartra: la democracia de las armas. Este investigador advierte cómo la Revolución, los levantamientos internos posteriores (el De la Huerta, Escobar, Cedillo); el radicalismo agrario y aun el caciquismo local en muchas entidades, ponen en manos del pueblo armamento que conserva cuanto puede, para sustentar sus reclamos.

Si la “moraleja michoacana” de don Lázaro no se refiere a ello expresamente, lo contiene y materializa cuando es necesario. Cuánto precisa hacerlo siendo gobierno en su estado resulta una duda para mí, pues a final de cuentas tiene esa democracia armada en las manos.

Volvamos a 1928 para observar cómo ejecuta la primera parte del plan que concibió. Pronto y en tanto jefe máximo, Calles golpeará duramente a las organizaciones populares, sin faltar su gran aliada desde 1920: la Confederación Regional de Obreros y Campesinos (CROM), que le ha servido en distintos frentes (confrontación entre caudillos, gobierno federal, Guerra Cristera) y principalmente combatiendo al sindicalismo democrático y revolucionario (CGT). El general michoacano hace todo lo contrario apenas se vuelve gobernador.

Antes de asumir propiamente el cargo, se encuentra con universitarios que hacen un acto en Morelia, reconociéndose aliados. Nadie parece haber seguido la pista a lo que así queda como mera anécdota. ¿Por qué no me sorprende el llamado a una Convención Nacional Estudiantil Pro-Cárdenas, reunida en aquella ciudad el 16 de julio de 1933, impulsando la precandidatura para presidente? ¿Cómo participan en el gobierno local los jóvenes que lo bien reciben en 1928?  

 

El gran panorama

Para alguien de mi estilo, a quien le gusta ver todos los ángulos y asomarse, o creer hacerlo, a las profundidades, le cuesta mucho trabajo seguir un proceso específico. Para entender a Eugenia Grandet (una novela), diría, por ejemplo, hay que leer La comedia humana (la obra en que aquella se inscribe con otros noventa y cuatro títulos), si nos refiriéramos a un famoso escritor francés.           

Millones de preguntas aparecen observando México en diciembre de 1933. Atiendo a unas cuantas, en relación a su gente y sus identidades múltiples, pues esta no es entonces una nación propiamente dicha. De hecho, quizá el mayor reto posrevolucionario reside en crearla bien a bien, con un Estado firme y estructuras complejas, que haga cumplir sus decisiones hasta el último rincón en horas o días o incluso semanas.

Las estadísticas demográficas vacilan y hablan de una población rural que representa el setenta y cinco u ochenta por ciento de los habitantes en su totalidad. Esta regada por unas ochenta mil localidades con no más de 225 personas y cuarenta y ocho mil de ellas no superan las cien almas. Para conectarlas se cuenta con cuarenta mil kilómetros de vías férreas mayormente levantadas conforme a necesidades de la minería y las grandes plantaciones agrícolas, que buscan el exterior y miran con desprecio los mercados locales, y la vasta red caminera creada durante siglos o milenios. El automóvil apenas está desarrollando una cultura (hay cien mil) y veinte mil kilómetros de carreteras pavimentadas no aligeran en nada el problema (para 2021 serán casi 400 mil). 

El telégrafo es un eficientísimo mecanismo estatal para transmitir órdenes e información, como probó la lucha armada, y sirve poco o nada en otras tareas que uniformicen a ese país enormemente plural en etnias y regiones. Por ello alfabetizar resulta sin duda el mayor reto. El último censo registró un analfabetismo del 81%, no importa cuánta alharaca produjeran las campañas que emprendió José Vasconcelos. (Con mala fe, reconozco, veo números en la Unión Soviética, con su gigantesco territorio y peculiaridades culturales equivalentes a las mexicanas: partiendo de una base igual, para 1937 había reducido el problema al 25%.)

En un magno trabajo de 1900, considerado todavía clásico, se enlistaba a 698 pueblos prehispánicos, reducidos entonces a su cuarta parte. La población indígena representa ahora, siempre según los dudosos estudios oficiales, un tercio del nacional, porque sigue empleando sus lenguas. ¿A eso está limitado el México profundo al cual aludirá mucho después un célebre antropólogo? En el Morelos de Zapata casi nadie hablaba náhuatl para cuando inició la Revolución, y demandaban restitución de tierras y derechos a aguas y bosques, apoyados en sus antiguos Títulos Primordiales.

Toco el tema subrayando la diversidad, que se extiende a zonas neta o dominantemente mestizas: el Bajío, el vasto, variado norte.

 

Los impulsos populares

Bartra nos advirtió que la inquietud campesina continúa tras destruirse sus ejércitos revolucionarios, y en Los nuevos herederos de Zapata da un panorama sobre estos años marcados por el crack estadounidense.

Citémoslo extensamente: “Es bien sabido que la crisis agrícola de los primeros años treinta condiciona decisivamente la definición de un nuevo proyecto de desarrollo rural. Las sequías de 1929 y 1930, las inundaciones de 1932, tres años de guerra cristera que tiene como escenario el granero del país y los efectos de una revolución y un reparto agrario que han puesto en crisis a las haciendas cerealeras sin crear, como contrapartida, un campesinado pujante: todo esto se combina para provocar un desplome de la producción de granos básicos, y de 1928 a 1934 la producción de maíz y frijol disminuye en cerca de un 30%.

“Pero la crisis del 29 y la gran depresión golpean también a la producción agrícola de exportación: de 1928 a 1934 las cosechas de algodón tienen que disminuir en un 20% y también se contrae la producción de café y caña de azúcar. Finalmente el decrecimiento 80 de las exportaciones agrícolas y el derrumbe en la producción de granos básicos se combinan acelerando la crisis: las dos terceras partes de lo obtenido por las exportaciones agrícolas se tiene que destinar a la importación de alimentos.

“A pesar de que para 1935 la agricultura comercial comienza a recuperarse, la crisis de los años anteriores es un llamado de atención que obliga a reconsiderar el modelo agroexportador que habían impulsado los sonorenses.

“Pero si lo anterior está ampliamente documentado, se han explorado menos los efectos sociales de la crisis agrícola. La conmoción rural de los primeros años treinta no solo se mide por sus efectos en la producción también tiene indicadores en la agudización de la lucha de clases y estos son poco conocidos.

“A principios de los años treinta todos los factores se combinan para atizar el fuego del descontento campesino: Calles, el “Jefe Máximo”, se empeña en clausurar un reparto agrario que solo ha dotado a alrededor de tres mil comunidades mientras 70 mil siguen esperando, pero además el 70% de las tierras de los flamantes ejidatarios no es de labor, el ingreso obtenido en tierras propias es de 22 centavos diarios y los ejidatarios tienen que trabajar cerca de la mitad del año fuera de su parcela, mientras de 1928 a 1934 las posibilidades de trabajo a jornal disminuyen por el desplome de la agroexportación. Y si la posibilidad de empleo agrícola se reduce, también el salario se contrae: de 1927 a 1933 la capacidad adquisitiva de los jornaleros rurales disminuye en casi un 20%. A todo esto hay que agregar la presión de los desempleados provenientes de los sectores de exportación que tienen que ser absorbidos de nuevo por la economía campesina, y a los 300 mil braceros que nos devolvió la crisis del 29 y que no solo reingresan al país sino que dejan de enviar dólares. “En estas condiciones es evidente que el campo es un polvorín y que los problemas de producción no son los únicos a considerar en la redefinición de la política agraria.

(…)

“Mucho antes de que a Cárdenas se le ocurra convocarlos, los campesinos reaccionan ante esta situación movilizándose. Ciertamente no hay estadísticas al respecto, y la historiografía sobre la época casi no registra el fenómeno, pero una somera revisión de la prensa no deja lugar a dudas.

“Las tomas de tierras son una de las formas de lucha más generalizadas, y El Machete, periódico del PCM, deja constancia de ellas. Noticias sueltas entresacadas al azar de los números publicados en 1935 nos indican que: en Tepeaca, estado de Puebla, 25 comunidades agrupadas en un Frente Único Campesino tomaron las tierras; en Tulancingo, Hidalgo, los campesinos ocuparon los latifundios de Zupitlán y Tepenacaxco; los campesinos de Labor de Rivera, en el norte de Jalisco, tomaron tierras solicitadas infructuosamente al Departamento Agrario; en Zitácuaro, Michoacán, los campesinos se apropian de un latifundio; en Nuevo León 1 400 trabajadores, miembros del Sindicato Único de Obreros Agrícolas y de la Unión de Solicitantes ocupan tierras, y así.

“Los comentarios de los redactores de El Machete son también sintomáticos: ´Dos millones de jefes de familia no quieren esperar otros 25 años de revolución para que se les entreguen sus parcelas […]. No están dispuestos a seguir esperando, tomarán la tierra a cualquier precio y no pagarán impuestos; no quieren morirse de hambre: mejor de bala…1

“También las cómodas estadísticas sirven para constatar la presión sobre la tierra: hasta diciembre de 1934 las Comisiones Agrarias habían recibido 14 mil solicitudes de dotación, de las cuales más de la mitad estaba en trámite.

“Pero no todos los campesinos sin tierra tenían el derecho formal a luchar por ella. Los peones acasillados y los jornaleros libres que se empleaban en la agricultura de plantación no podían solicitar las tierras que trabajaban; los primeros porque no constituían Núcleo de Población y no se les reconocían derechos agrarios, los segundos porque las plantaciones se habían declarado inafectables. Estos trabajadores sin derechos o ubicados en tierras inexpropiables no renunciaron a la lucha agraria voluntariamente.

“Durante la revolución la demanda de ´tierra para quien la trabaja´ no había discriminado a ningún sector del campesinado, y el propio artículo 27 constitucional ofrecía a todos lo que las reglamentaciones posteriores les negaban a ellos; de modo que muchos acasillados y jornaleros de plantación demandaron las tierras. Pero los expedientes no se instauraron y pronto la represión les cerró el camino.

“El nuevo régimen solo les ofreció el derecho a la organización sindical, y las centrales obreras se disputaron su reclutamiento. La CROM y la CGT primero, y la CTM después, les dieron una cobertura que no encontraban en las organizaciones agrarias, y la crisis los lanzó al combate.

“Las mismas circunstancias que impulsaban a unos trabajadores del campo a luchar por la tierra provocaban en otros la movilización sindical. En La Laguna, por ejemplo, la superficie cultivada de algodón se reduce en casi un 70% entre 1926 y 1932, ocasionando la desocupación de 15 mil trabajadores. En el Valle de Mexicali el problema es semejante, pero se agrava cuando millares de braceros mexicanos son arrojados al sur de la frontera. Y así en casi todas las zonas donde las grandes cosechas concentran jornaleros: la crisis combinada de la agricultura campesina y la agroexportación se expresa en incontenibles movimientos laborales…”

Nuestro amigo continúa el enlistado que detengo aquí por parecerme suficiente para mis propósitos.

¿Y el mundo obrero, entretanto? Repito lo que desde los años 1980 me parece una obviedad, al estudiar al proletariado urbano e industrial en su conjunto durante la bola: quienes con las huelgas de Cananea y Río Blanco y su participación en el vasto universo alcanzado por los magonistas, previo a 1910, fueron un sector protagónico, no encontrarían lugar en una Revolución de escenarios y largos plazos campesinos.

Apenas ella cesa, vemos a esos hombres y mujeres agitarse de nuevo, en jornadas extraordinarias que tienen en la CGT anarcosindicalista su mejor vehículo, enfrentando a una poderosa herramienta creada ex profeso para su sometimiento: la Confederación Regional de Obreros y Campesinos Mexicanos (CROM), dirigida por el siniestro Luis N. Morones con los auspicios de Calles.

En diciembre de 1928, apenas se prefigura el Maximato, hay una reglamentaria ofensiva contra la burocracia cromista y el Partido Laborista, órgano político del cual dispone. Para entonces la CGT había sufrido un cambio dramático en sus lineamientos, abandonando el anarquismo obrero para servir a Emilio Portes Gil, primer presidente de la República tras Obregón, y aumentó su membresía a noventa y seis sindicatos y ochenta mil miembros. Éxito efímero para una central que casi enseguida recibe a su vez grandes golpes.

Mientras, nace un “nuevo” movimiento obrero cuyo mejor ejemplo es el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, que en enero de 1933 agrupa a treinta y cinco mil trabajadores.

Se afirma que el sexenio dio forma al corporativismo característico de nuestra “dictadura perfecta” posterior. Sin esos seis años, cierto, resulta impensable el “partido de Estado” priista y sus lazos clientelares con la sociedad, empezando por un campesinado y un mundo obrero cuyas instancias gremiales y comunitarias se relacionarán directa, dependientemente, con los gobiernos nacionales y regionales, bajo la omnímoda figura presidencial.

Este tema es tan complejo como el propio cardenismo, que según un famoso historiador extranjero terminó por crear un juego de “humos y espejos”, en sus múltiples interpretaciones.

Quizá la real pregunta es ¿de qué corporativismo hablamos? “Política de masas”, prefiere llamar Arnaldo Córdoba a ese rasgo estructural. ¿Cómo evoluciona?

“… la política de masas se desarrollaría, necesariamente, independientemente de quien ocupara el gobierno”, asegura Anguiano. Es una afirmación temeraria a primera vista, si atendemos al conflicto que estalla en junio de 1935, cuando el nuevo sexenio inicia su séptimo mes y Calles pide a la presidencia que reprima al movimiento obrero. Nuestro historiador, deduzco, se refiere a cualquier política de masas, forzosa para aspirar a un gran cambio, sin importar su orientación. 

Alguien hizo un artículo de título muy ilustrativo sobre esos meses: “Entre las huelgas y el box: la vida cotidiana en 1935”. Se refiere a nuestra capital federal, que es el mayor y no el único gran ejemplo. “…sus efectos -dice- provocaron una crisis de proporciones no imaginadas. La fábrica San Rafael prontamente evidenció la dependencia de la burocracia estatal a sus productos: el gobierno no contaba ni siquiera con un triste papel para apuntar recados ni para mandar los memorándums. Los aparatos telefónicos, que controlaban las compañías Telefónica y Telegráfica Mexicana y Ericcson entraron en un espeluznante letargo.

“De igual modo, los trabajadores del hierro, los petroleros, así como algunas organizaciones de trabajadores textiles manifestaron sus inconformidades ante las condiciones laborales y salariales. En el colmo de las protestas, el sindicato de panaderos y tamaleras amenazaron con dejar sin vitales alimentos al grueso de la población”, concluye quien escribió ese buen texto, despreciando a un sector clave por su beligerancia.

Desde 1933 los sindicatos viven un repunte extraordinario, gracias en mucho al surgimiento de la CGOCM, cuyo líder, Lombardo Toledano, un año más tarde, durante plena campaña presidencial, declara: en Cárdenas hay un “elemento joven, brioso, sincero aun cuando con ideas poco precisas”, ante quien “el proletariado permanece vigilante”. Lo hace incluso con los clarísimos signos que don Lázaro lanza en una gira sin paralelo.

Éste en 35 permite expresarse con entera libertad al movimiento obrero que hace una década no protagoniza jornadas semejantes. ¿Cómo habría sido con un callista a la cabeza, del tipo de quienes rodean al Tata en su gabinete (Calles hijo, Juan de Dios Bojórquez, Pablo Quiroga, Aarón Sáenz, Abraham Ayala González)? ¿De qué manera, pues, si el Jefe Máximo reta indirectamente por ello al primer mandatario? Con la política corporativa que el Jefe Máximo copió a Mussolini y está descaradamente inscrita en la LFT. Los Contratos Colectivos de Trabajo son allí condición ineludible, para auspiciar a un sindicalismo controlado. Aun así, falta ver cómo el callismo reavivaría lo que recién destruyó en la CROM, su antiguo aparato clientelar, multiplicándolo, pues no le bastaría con ella. ¿Y el campo, donde hasta aquí el sistema opera a través, precisamente, de quienes quiere controlar y contra los cuales creo el PNR, como elemento centralizador, y un plan sexenal para supeditarlos a sus gobernadores: los representantes del caciquismo local, auténtica plaga?      

Las luchas gremiales en auge durante este momento, nacen por propio impulso y no crean nexos orgánicos con el régimen, mientras se desarrollan e incluso luego, si apreciamos bien a bien cómo aparecerá la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Organizaciones y crisis económica cargada sobre el pueblo están ahí, rebasando cualquier voluntad gubernamental. Su coincidencia con ésta, retroalimentándose, es algo distinto.

Para Fernando Benítez la reacción de Calles se debe a que no entiende “que la clase obrera había sustituido al ejército como factor predominante del poder y que este reacomodo de fuerzas se reflejaba lógicamente en las Cámaras, donde también prevalecían los partidarios de la línea obrerista del general Cárdenas”.

Está interpretación parece también arriesgada, al menos contemplando el periodo, muy temprano. En todo caso dice “línea obrerista” y no popular, que sería lo justo pues la base legislativa del cardenismo hasta 1934 fueron los radicales.

Para entonces Cárdenas ha empleado palabras que parecerían dar la razón a Lombardo, respecto a su vago perfil ideológico: “Debemos combatir al capitalismo, a la escuela liberal capitalista que ignora la dignidad humana de los trabajadores y los derechos de la colectividad; pero el capital que se ajusta a las nuevas normas de justicia distributiva (…) merece plenas garantía y apoyo del gobierno”. Luego aseguró “que pronto acabaría el ajuste trabajo-capital, cesando así las huelgas”.

Ideas vagas, digo, y en realidad corresponden a lo que da en llamarse liberalismo social o, dentro del universo marxista, social democracia. No habría sorpresa, consecuentemente, sino fuera porque en febrero del 36, cuando vuelve a Monterrey, donde las y los trabajadores siguen el empuje contra un empresariado que destaca por su cohesión y agresividad, el discurso adquiere tonos más radicales, al fijar catorce puntos después famosos, cuyos meollos resume así un estudioso:
“—Negación rotunda de toda facultad a la clase patronal para intervenir en las organizaciones de los obreros, pues no asiste a los empresarios derecho alguno para invadir el campo de acción social proletaria
“—La causa de las agitaciones sociales no radica en la existencia de núcleos comunistas Estos forman minorías sin influencia determinada en los destinos del país. Las agitaciones provienen de la existencia de aspiraciones y necesidades justas de las masas trabajadoras, que no se satisfacen, y de la falta de cumplimiento de las leyes de trabajo, que da material de agitación
“—La presencia de pequeños grupos comunistas no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de nuestro país Existen estas minorías en Europa, en Estados Unidos y, en general, en todos los países del orbe Su acción en México no compromete la estabilidad de nuestras instituciones, ni alarma al gobierno ni debe alarmar a los empresarios
“—Más daño que los comunistas han hecho a la nación los fanáticos que asesinan profesores; fanáticos que se oponen al cumplimiento de las leyes y del programa revolucionario, y, sin embargo, tenemos que tolerarlos
“—Debe cuidarse mucho la clase patronal de que sus agitaciones se conviertan en banderilla política, porque esto nos llevará a una lucha armada
“—Los empresarios que se sientan fatigados por la lucha social pueden entregar sus industrias a los obreros o al gobierno Esto será patriótico, el paro no”.

Este subrayado final es mío, porque indica cuán decidido está Cárdenas si el capital se resiste al avance indispensable para resolver las grandes cuestiones nacionales.

Tratando el choque con las patronales, Anguiano confirma un elemento que establecí como central. Don Lázaro empuja “el contacto directo, físico” con obreros y campesinos, haciendo que “los funcionarios del gobierno se convirtieran en una especie de líderes de masas y para ligarse a aquéllos fueran a buscar en los centros de trabajo (…) con el propósito de enterarse de sus problemas y necesidades”.

Estos funcionarios pueden proceder aun de las secretarías u otras áreas (Departamento del Distrito Federal, por ejemplo) a cuyo frente están los callistas, quienes no saben lo que se mueve por debajo, pienso y ha de confirmarse.

En todo caso la huelga precipitada entonces tiene proporciones comúnmente olvidadas por nuestra historiografía. Alguien hizo un artículo de título muy ilustrativo sobre esos meses: “Entre las huelgas y el box: la vida cotidiana en 1935”. Se refiere a nuestra capital federal, que es el mayor y no el único gran ejemplo. “…sus efectos -dice- provocaron una crisis de proporciones no imaginadas. La fábrica San Rafael prontamente evidenció la dependencia de la burocracia estatal a sus productos: el gobierno no contaba ni siquiera con un triste papel para apuntar recados ni para mandar los memorándums. Los aparatos telefónicos, que controlaban las compañías Telefónica y Telegráfica Mexicana y Ericcson entraron en un espeluznante letargo.

“De igual modo, los trabajadores del hierro, los petroleros, así como algunas organizaciones de trabajadores textiles manifestaron sus inconformidades ante las condiciones laborales y salariales. En el colmo de las protestas, el sindicato de panaderos y tamaleras amenazaron con dejar sin vitales alimentos al grueso de la población”, concluye quien escribió ese buen texto, despreciando a un sector clave por su beligerancia.

 

El enemigo interno

Cárdenas es el presidente y se deshace de quien aparece como su mayor enemigo interno, Calles. Aparece, digo con subrayado, pues don Plutarco retaba a sus propios socios, quienes lo dejaron solo en la convención penerrista.

La verdadera amenaza es el aparato mismo, comenzando por Secretarios del propio gobierno. Uno entre ellos nos dirige hacia los mucho más peligrosos enemigos futuros del régimen, hoy operando en silencio: el responsable del ejército, general Pablo Escamilla. Vil, servirá a La mano negra, inapreciable para Miguel Alemán. Transcribo fragmentos de un apasionante relato:

“La organización criminal conocida como La Mano Negra ha sido mencionada en estas crónicas sólo como referencia. La historia completa la publiqué en mi libro La vida secreta de Guadalupe Victoria

(…)

“El 25 de junio de 1936 fue asesinado Manlio Fabio Altamirano Flores en el interior del Café Tacuba, ubicado en el centro de la Ciudad de México. Estaba acompañado por su esposa (…) Era el gobernador electo del estado de Veracruz, pero sus asesinos no podían permitir que llegara vivo a la toma de posesión (…) pero a los 8 días de la ejecución (…) entregó a Manuel Parra (…) la titularidad del gobierno (…) para integrarse al gabinete de Cárdenas (…).

“A Parra le tocó vivir el segundo período como gobernador del terrible Adalberto Tejeda Olivares, azote de la Iglesia católica y de los terratenientes, por lo que ya convertido en uno de estos formó una asociación para defenderse de las guerrillas campesinas que mandaba contra los hacendados el propio gobernador.

“El brazo armado de Manuel Parra era un grupo de sicarios llamado La Mano Negra (…) Uno de los socios de Parra Mata era el secretario de Guerra y Marina (…) Pablo Quiroga Escamilla.”

En ese momento “Miguel Alemán Valdés fue electo senador por el mismo estado de Veracruz (…) Los asesinos fueron liberados al poco tiempo.

“En el colmo del cinismo, Miguel Alemán Valdés, ya como presidente, ayudó a Pablo Montano, hijo de Marcial, uno de los asesinos, para que se integrara a los guardias presidenciales.” Antes llegó, por ese sangriento, inesperado camino, a la gubernatura veracruzana.

Desde allí operará para formar el sindicato de gobernadores que cerrarán el paso a la continuidad cardenista. La mano negra en que se apoya “perpetró por lo menos 10 mil asesinatos en diez años”.

¿Don Lázaro aprecia en justos términos lo que Alemán y socios (Maximino Ávila Camacho, por encima de todos) serían capaces de hacer con poderosas o vastas centrales obreras y campesinas como las que empiezan a perfilarse bajo su amparo? Es pronto para preguntárselo y nosotros tenemos muy poco tiempo para responder.

 

 

Selecciono grandes temas.

 

El magisterio y la educación socialista

Como en todo empuje del cardenismo, la "educación socialista" y el magisterio tienen sólidos precedentes.

Aquélla se estableció poco antes y no solo con el sentido equívoco que quiso darle Calles, cuya apuesta era por un sistema de enseñanza láico y así racionalista. Avanzando sobre insinuaciones previas, en 1932 y como ministro del ramo Bassols dio forma a la inclinación que ya señalamos y que vaciló los dos años siguientes. 

El indicador con mucho más sólido a mi mano son los maestros rurales. Escuchemos a Arnaldo Córdova: “En el proceso de reorganización política de la sociedad mexicana llevado a cabo por el cardenismo (…) ningún grupo social se distinguió tanto como los maestros de escuela primaria y entre éstos, en especial, los maestros rurales, por su actividad política en el seno de las masas trabajadoras. De hecho, casi no hubo organización o lucha popular en que los maestros elementales no jugaran un papel destacado como agitadores, propagandistas y organizadores. Sin exageración, se puede afirmar que en buena medida el cardenismo cumplió su obra gracias al concurso extraordinario de los trabajadores de la enseñanza, sobre todo en el campo, y que de no haber contado con ellos sus esfuerzos se habrían frustrado o habrían sido muy limitados”.

Desde 1920 el régimen hace de la Secretaría de Educación Pública (SEP) su gran instrumento cultural. Los recursos humanos y económicos empleados en ella son enormes, gobierno tras gobierno. Aunque las directrices cambian, va creándose una creciente relación del magisterio con los sectores populares, que tiende cada vez más al socialismo criollo.

Cuando llega el cardenismo hay, pues, miles de maestras y maestros acreditados ante comunidades rurales, sobre todo, pero también entre barrios y colonias urbanas. No es raro que su palabra compita con las de los religiosos, en una progresiva, irreparable confrontación ventajosa para ellos, cuya vida transcurre con el pueblo, dentro y fuera de los espacios educativos, sobre todo campesino, conforme señala Córdova -al cual abandonamos ahora, momentáneamente, en las citas.

A partir de 1929 los propios programas escolares alientan al mentor a promover actividades técnicas, productivas, que inciden en la salud, y la educación socialista diseñada por Narciso Bassols tres años más tarde reanima las Escuelas Centrales Agrícolas (ahora Escuelas Regionales Campesinas). A un tiempo se “incrementó la finalidad cooperativista y colectivista de la educación, y la Dirección de Misiones se convirtió en el Departamento de Enseñanza Agrícola y Normal Rural, lo que ocasionó que las misiones perdieran su carácter ambulante y se anexaran a las Escuelas Normales Rurales para tener más contacto con las comunidades”.

Apenas declarado presidente, Cárdenas cuenta con este auténtico ejército que tiene experiencia en dar batallas contra los poderes de hecho y de derecho.

“…el socialismo nutría la casi mística creencia que muchos poseían de que la escuela podía crear una nueva sociedad”, escribe un especialista sobre nuestras normales rurales ya a fines de los años 1920. Y sigue: “Mientras que para unos esta orientación significaba socializar los medios de producción, para otros representaba simplemente una lucha contra el alcoholismo, la superstición y el fanatismo religioso…” Cárdenas, agrega, “tipificaba un punto intermedio: la humanización del capitalismo” o, según otro investigador, “una escuela inspirada en la doctrina de la revolución mexicana”.

Si esto último es cierto debe determinarlo una confrontación historiográfica aún viva. Para nosotros indica algo muy sugerente: los normalistas rurales quizás desbordan el propósito presidencial. Habría en ello una posible relativa independencia de las autoridades que dirigen la SEP y relaciones directas entre proyecto educativo y organizaciones sociales.

Pronto veremos las reformas que el cardenismo en ciernes hace al Plan Sexenal callista, y durante la campaña electoral, centrales sindicales, ligas agrarias y fracciones del propio magisterio se manifiestan pública, activamente por la educación socialista, en movilizaciones que organiza el mismo PNR, enfrentando resistencias conservadoras. Hay varios actores allí, individuales y colectivos, y quiero señalar particularmente a uno, considerando lo que ejemplifica: Ignacio García Téllez.

Este hombre vinculado hace mucho al radicalismo oficial, viene de ser rector de la primera Universidad Nacional autónoma. Allí se significó por dos cosas: “la instalación de las academias mixtas de profesores y alumnos como órganos de participación y la firma del primer contrato colectivo de trabajo” con el naciente sindicato. Representa, pues, al funcionario que promueve la participación desde abajo y sirve ahora a don Lázaro como su operador en el Partido, para nombrarlo luego Secretario de Educación.

Quisiera reconstruir la estructura y personal que estarán bajo “su mando”, no tengo tiempo y me pierdo la gran historia, el día a día, donde tal vez encontraría un más o menos amplio margen de acción nivel tras nivel. Posiblemente, incluso, Téllez lo alienta.  

Sigamos a una investigadora estadounidense para observar algo en concreto: “En los diversos murales que adornan las normales rurales del país, es común encontrar la insignia de la hoz y el martillo. Este símbolo comunista que representa la unidad entre campesinos y obreros empezó a recorrer el mundo poco después del triunfo de la Revolución Rusa.” Nuestra guía sabe que la historia es antigua y parece consolidarse en 1935, cuando se funda la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. En esos tiempos una tercera parte del Partido Comunista Mexicano está compuesta por maestros y maestras, y en ellos el socialismo criollo, como dimos en llamarle, tiene una mayor definición. Gonzalo Vázquez Vela, quien substituirá a García Téllez, está bien asociado al tejedismo y por tanto al Partido Socialista de las Izquierdas, curioso producto con aspiraciones marxistas. Por tanto, puede deducirse que el cardenismo subraya naturalmente, digamos, la noción de lucha de clases entre el magisterio, incorporándole docentes ajenos al PNR.

 

¿Las estrellas se alinean?

En un trabajo que me resulta imposible dejar a un lado por sus virtudes, Romana Falcón dice: “En septiembre de 1932 algunos elementos conservadores se empezaron a alarmar cuando en Morelia se reunió ´un grupo de politicastros que se disfraza con el nombre de agraristas..., tomando los acuerdos más disparatados y subversivos..., atacaron con ruda destemplanza a ciertos funcionarios públicos y acabaron por enseñar las 'orejas de lobo' cuando, abiertamente, se declararon partidarios del general don Lázaro Cárdenas para la presidencia". Y luego: “Según algunas versiones, Gildardo Magaña ya se había acercado a Cárdenas mientras estaba en Puebla para ofrecerle su apoyo y el de varios jefes militares.”

Vemos obrar así al ala del radicalismo oficial con peso en el aparato. Junto a aquél ex zapatista con rango, se encuentran los más dudosos personajes, como Portes Gil y Saturnino Cedillo. Para agosto de 1935 este último, nombrado por don Lázaro como su primer Secretario de Agricultura, hacía enérgicas declaraciones contra el comunismo, respondiendo a lo que sentía avanzar con consentimiento del presidente, y aquél primero se preparaba para abandonar al propio partido gobernante pronto transformado por el general michoacano.

Falcón hace un feliz esfuerzo por probar cuánto el nuevo régimen hereda preocupaciones que desde 1917 desarrollan los agraristas de una u otra manera pertenecientes a la familia revolucionaria.

A su vez, Gilly aprecia una utopía mexicana que en términos de nacionalismo y latinoamericanismo alentaron muy temprano los mismos grandes caudillos, y con muchos otros señala un rasgo característico de Cárdenas, quien adolescente soñaba pasar a la historia.

¿Basta, entonces, que las estrellas se alineen? No, por supuesto, dirán esos y otros historiadores. Mientras, Bartra y Anguiano acentúan el impulso popular alimentado por la gran crisis financiera estadounidense. ¿Sería suficiente con él y, otra vez, un cúmulo de circunstancias externas? ¿Para qué, en cualquier caso, preguntaría el segundo, si a su vista 1934-1940 representa la mera, adelantada consolidación, por fin, de una modernización capitalista en nuestro país periférico?   

Mi breve, provocadora investigación, busca elementos para sugerir un proceso revolucionario en marcha, precipitado por grandes coyunturas y sin vanguardias preclaras, que incluyen al señor presidente.

Ante el general michoacano va descubriéndose un clima mundial inusitado, que creo lo empuja más allá de sus sueños. ¿Cuándo se daría cuenta bien a bien? Seguramente al avanzar la Guerra Civil española, que parece anuncia el estertor de las democracias occidentales europeas favoreciendo a su demencial alternativa, el fascismo, y al lado un salto gigantesco de la Unión Soviética prefigurándose como exitoso modelo económico y gran potencia. Eso permitirá a México alcanzar un espacio internacional sin comparación antes o después, adonde Don Lázaro envía a políticos intelectuales de la mayor talla, comenzando por Narciso Bassols, hoy represente ante la Liga de Naciones y mañana embajador en la URSS.

¿Revolución en curso? Duradera o no, conforme al sector, pues si, digamos, La Confederación de Trabajadores de México (CTM) nace en 1936 con los mejores augurios, apenas para 1938 parecerá condenada al operarse la maniobra de Fidel Velázquez y su terrible cofradía, sin que ello impida por ahora el avance gremial y se siga garantizando al régimen un apoyo de masas inigualable. Porque aun allí continúa jugándose el volado, y así prueba, entre otras cosas, la misma, simultánea huelga petrolera, o el atrevimiento de ferrocarrileros, panaderos, etc. 

El michoacano ordena en 1935 crear la Central Nacional Campesina, concretada solo tres años luego. ¿Pararían entonces la Confederación Campesina Mexicana y la Liga de Comunidades Agrarias, organizaciones promotoras del reparto casi suspendido al materializarse el proyecto presidencial? No.

¿Quién controla esas fuerzas desatadas y sin estructuras institucionales? ¿Harán alto los maestros y maestras cuya acción se multiplica por la inercia del apremiante plan educativo?

La revolución detenida a medio camino, cuya factible existencia persigo, es esa por abajo, en medio y quizá también hacia arriba, porque Cárdenas y sus cercanos planean continuar el próximo sexenio y tal vez los siguientes, hasta completar ¿qué?

Imaginemos un periodo 1940-46 al cual la Gran Guerra le abre resquicios insospechados, con aportes como los miles de cuadros políticos que representa el exilio español, a quienes hasta donde sabemos impiden actuar en México las reglas dictadas por los nuevos, virtuales gobernantes. Si su pequeño número de intelectuales y pedagogos dan cuanto tienen, puede calcularse cuánto afán habrían puesto esos curtidos sindicalistas y demás con veinte o treinta años combatiendo.

¿Extraña el razonamiento? Vale preguntar a chilenos, argentinos, uruguayos de ambos sexos que en los 1970s Echeverría empleará en sus programas aperturistas. ¿Y los homólogos de ellos que casi gritan por la oportunidad en una Latinoamérica hace tiempo ligada a nuestro país para “luchar contra el imperialismo”.

 

El por qué y los largos efectos 

Cárdenas presenta a dos candidatos a sucederlo: Múgica y García Téllez. Éste no acepta la imposición penerrista y aquellos dos ceden por buenos motivos, me parece: México no resiste más sangrías, tras diez años de revolución, la Guerra Cristera y los alzamientos internos, y creen que lo hecho tendrá efectos duraderos y quizás profundizables.

No se equivocan del todo. El sexenio crea instituciones, procedimientos y místicas que en educación, salud, ingeniería, etc., serán visibles todavía al llegar el siglo XXI, y hasta los años sesentas sus políticos tendrán influencia (ver, por ejemplo, las constituciones del Movimiento de Liberación Nacional y la Central Campesina Independiente). De hecho su influjo orillará en 1987-1988 a la abierta escisión en el PRI y al surgimiento del Partido de la Revolución Democrática.

A cambio, se abren las puertas para que desde sus peores sótanos el partido oficial aproveche lo realizado para crear un régimen corporativista conocido en otros países como dictadura perfecta. Y con ello la revolución por abajo para o encuentra obstáculos sin término, hasta culminar con la represión al movimiento obrero encabezado por los ferrocarrileros, el asesinato de Jaramillo, la rudeza contra Jenaro Vázquez y su Asociación Cívica Guerrerense y los durísimos golpes a médicos y estudiantes.