sábado, 22 de enero de 2022

BH

En 1955 se estrenan películas mexicanas que esperan lanzar un nuevo ritmo cuyo reciente éxito en Estados Unidos es arrebatador entre la juventud. Le llaman rock an roll y hace que los muchachos sientan tener una música propia, alocada, irreverente, asaltando el escenario público. Con ello empiezan a crear una contracultura bien conocida por nosotros, pues creceremos entre ella incluso durante este siglo XXI. 

Culturalmente el país llega entonces al fin de una etapa riquísima y las ciudades buscan el futuro, influido por nuestros vecinos estadounidesenses. Al principio lo hace de manera accidentada, tal vez sin darse cuenta bien a bien, como aquéllas películas, en que, por ejemplo, el mismísimo Resortes, cómico y bailarín cuyas destrezas eran celebradas moviéndose al compás de ritmos cubanos, en Viva la Juventud rocanrolea acompañado por Silvia Pinal. O Los Xochimilcas, conjunto cómico musical que con vestimentas indígenas llevaban años tocando chachachá, cumbia, swing, etc. y combinaban acordeones con bajos y baterías. O hasta orquestas de salón como la de Pablo Beltrán Ruíz y vedettes estilo Gloria Ríos, quien en El Relojito adaptaba la canción ícono del rock and roll original: Rock around the clock.

Ésta había alcanzado durante 1954 el primer lugar de ventas en Estados Unidos, llevando a la población blanca las raíces negras que desde los años 1940 evolucionaron hasta el nuevo ritmo. Lo hizo gracias a una versión de quien pronto se establecería en México: Bill Haley.

Estamos en 1958 y con treinta y tres años de vida Haley y ropas más o menos formales no se ha consolidado en su patria ante los muchachos que emergen con extraordinaria fuerza, como Elvis Presley y Little Richard. Busca fortuna al sur de la frontera con sus Cometas y Discos Orfeón inmediatamente ve en ellos una joya. No le quedarán mal y ya el primer álbum, Rockin' Around the World, grabado en marzo del mismo año, se impone enseguida. 

Mientras el vinil circula por estaciones de radio y tiendas, un grupo mexicano semiprofesional, Los Locos del Ritmo, lidereado por universitarios, recibe grandes aplausos en una transmisión televisiva que los premia enviándolos a un famoso programa "para aficionados" en Nueva York, también por la pantalla chica, donde obtienen el segundo lugar.            

 

 

    Entonces empiezan a proliferar grupos juveniles mexicanos en que la guitarra eléctrica tiene el papel estelar, con copetudos estilo Little Richard, Elvis Presley y muchos otros. 

Las dos películas son en mayor o menor medida raras para el cine nacional, que ha entrado en franca decadencia: Xxx y Xxx, ésta con Resortes, quien con su gracia rescata un guión infumable, como cuantas le sigan.

Ese rock and roll ha tardado década y media en crearse, con bandas y solistas de toda la geografía estadounidense, gracias a la variada música negra que cada vez más atrae a públicos de población blanca. Al parecer, el estilo se define gracias a un cantante, que durante las acostumbradas misas de los afrodescendientes olvida los contenidos religiosos e invita a seguirlo con un grito: ¡rock! 

Para 1954 una pieza de esa revolucionaria fórmula llega al primer lugar en las listas de venta, Rock around the clock, en versión de Bill Halley y sus Cometas. Halley se había hecho de cierta fama en nuestras tierras, cuando esa canción apareció en Black Boar Jungle (Semilla de maldad), cinta estrenada aquí un año después. 

HISTORIA DEL COCANROL MEXICANO EN DOCUMENTAL LA HISTORIA DEL ROCK EN MÉXICO | DOCUMENTAL - Bing video  

    

 

 

 

 

Para quienes  lo vivieron durante 1958, la irrupción de Bill Halley y sus Cometas en el escenario musical mexicano fue un poco extraña. Tenían edades y formas de vestir que no cuadraban bien a bien con los jóvenes arrebatados por el rock and roll. 

Éste había tardado década y media en Estados Unidos para definirse, justo gracias a una grabación de Halley que alcanzó el primer lugar en ventas: Rock around the clock. No era composición suya pero él quedó identificado con una irrupción que sentó las bases del multifacético rock llegado para quedarse en todo el planeta.

Discos Orfeón le abrió las puertas de inmediato en nuestro país, que para entonces alcanzaba la modernidad en términos económicos, de urbanismo y costumbres, al menos para las clases medias y prósperas y algunos sectores populares citadinos.

Siguiendo el modelo impuesto sobre todo en nuestro vecino del Norte, aparecían multitudinariamente muchachos que, dedicados al estudio por largos años, tenían tiempo y recursos para pensar en el presente y el futuro con un cierto espíritu rebelde, alejándose de las costumbres de sus padres y abuelos.

En ese momento Halley tenía treinta y tres años y habría sido considerado "un viejo" sino fuera por aquél ritmo que hacia hervir la sangre con instintos sensuales e irreverentes, de raíces negras imperceptibles entre nosotros. 

Nuestro personaje y sus compañeros grabarían produciría sus ocho álbumes, todos con Orfeón. Entre ellos los creados para una variante rocanrolera mexicana también muy exitosa, cuyas canciones llevaban siempre en el título la palabra twist, identificada con una forma específica de baile.

¿Prefiere a Beethoven o Presley?    

Aunque no eran solo los jóvenes quienes en México empujaban al nuevo ritmo con el que Halley venía. Había allí una lucha entre lo clásico y lo moderno, dentro de nuestra cultura general. ¿Prefiere a Beethoven o Presley? preguntaba un crítico musical tras el lanzamiento en 1957 de dos películas, Locos Peligrosos y Al Compás del Reloj, donde orquestas con instrumentación antes empleada por bandas de foxtrot y rumba, entre otros géneros, propagandizaban el nuevo ritmo. La base, pues, eran saxofones y trompetas. Y eso empezaba a estar fuera de moda en los públicos que deliraban con Tutti Frutti, Good Rocking Tonight, etcétera.  

Cada vez más la guitarra eléctrica se abría paso allí y Billy cantaba con ella, no importa si sus Cometas empleaban muchos instrumentos de viento. Así que cuando nuestro auditorio lo escuchó, quedó rendido, como antes el estadounidense, creando una auténtica revolución. No por nada su primer sencillo rompió récords. Era el representante de la música del futuro. 

Una historia apasionante

La historia de la música y los músicos estadounidenses en esos años no parece tener igual en el tiempo. Miles experimentan desde muy jóvenes sin dejar sus poblaciones nativas, formando grupos que por lo general se recomponen o deshacen pronto, para cambiar de ciudad en un ir y venir incansable, mientras crean nuevas formas ayudados por estaciones radiales y disqueras diversísimas en tamaño e influencia. 

Componen así un laboratorio extraordinario. Halley, a quienes muy temprano sus padres animaron a seguir la carrera, se encuentra en el centro del proceso durante ese 1954 que lo vuelve la gran figura tras ocho semanas dominando las listas de éxitos para viajar enseguida a Inglaterra, donde tienen un efecto que presagia al de The Beatles. Es 1957 y sus seguidores lo asaltan al arribar a la Estación Waterloo, de tales dimensiones que se califica el momento como La segunda batalla de Waterloo, en memoria de la que terminó con los ejércitos napoelónicos.  

Pronto no puede sostener tal ritmo, incluidos los impuestos que hasta nuestros días persiguen a los intérpretes, y busca caminos hacia otros países que reciben la ola expansiva. Particularmente Latinoamérica, que a atraviesa hace años una etapa parecida entre la confluencia de ritmos surgidos aquí y allá. 

Cuando graba su primer disco mexicano de excepcional popularidad merced al apoyo de Orfeón, ¿cree volver para siempre a los primeros lugares? No lo sabemos, pero debe sentirse raro viéndose rodeado cada vez más por conjuntos juveniles como Los Locos del Ritmo, los Rebeldes del Rock, los Hooligans, etc., ayudados por arreglistas tan destacados como Armando Manzanero y productores con grandes conocimientos e intuición.

Entonces se encuentran con Florida Twist, compuesta al norte del Río Bravo para crear una nueva variedad rítmica, y tal vez sin darse cuenta despejan las puertas de su porvenir.

El tiwst y lo que no se ve

El desarrollo de los intérpretes y las producciones musicales está pagada de detalles que se enlazan sin estar a nuestra vista, a veces afortunados y otras no. Con Bill Halley eso parece particularmente cierto. 

Cuándo él y sus acompañantes triunfan en México, Estado Unidos empieza a conocer el twist por la forma de baile animada por una canción del para entonces ya famosísimo Chuck Berry. Su caracterísitica es que las parejas no se tocan  moviendo la cintura y sin apenas despegar los pies del suelo.  

¿Nuestro personaje se da cuenta que de ese modo abre un rico filón para su carrera, la cual quizá ve ya incierta si sigue compartiendo escena con los jóvenes cuyos grupos están organizados a la manera desde entonces tradicional en esa nueva cultura? No, al parecer. 

La pieza no es composición suya pero tiene un enorme éxito en México cuando él la proyecta. El ritmo está ya muy marcado y ni más ni menos que Cantinflas aparece en una película moviéndose al compás en medio de muchachas modernas y "alocadas". 

Con su marca Dimsa, Orfeón lanza los primeros álbumes de este genero que Halley compuso y presentó.