domingo, 27 de diciembre de 2015

Tras la izquierda cardenista, ¿qué busco?

Las utopías de la Revolución y sus alrededores, dije enlistándolas, y del PLM pasé por el zapatismo, el villismo, el PSS, hasta el agrarismo comunista y la CGT anarcosindicalista de los años 1920. Las primeras son derrotadas por el constitucionalismo y las otras por éste hecho régimen.
¿Qué busco al hablar de la izquierda cardenista? Para Adolfo Guilly hay una utopía mexicana que don Lázaro materializa durante su gobierno. Es la posible, dadas las circunstancias, se diría: cumplimiento del articulado social de 1917, nacionalismo antimperialista y honradez y eficiencia republicanas. Yo quisiera ver más, en un ambiente mundial que ante el fracaso de las democracias occidentales oscila entre el fascismo y la Unión Soviética estalinista y todo lo resume en la contraposición impulso individual-impulso colectivo. Durante el sexenio del Tata, intento creer, habría entonces un salto que empuja la propuesta original hacia una genuina irrupción popular con su maleta de sueños fracasados o postergados y un mesianismo dispuesto a desbordes inusitados en materia internacional.
Según esto la maravillosa coyuntura terminaría con la aceptación momentánea del triunfo del principal enemigo, la familia revolucionaria en su peor cara y con un proyecto madurado gracias al propio sexenio, y la articulación de una cultura de largo aliento que haría posible defender las grandes conquistas logradas, aspirar a más si el panorama del mundo lo permitía, acercándose por ejemplo a la revolución cubana, y confrontarse abiertamente con tendencias que pretendieran dar fin al proyecto básico –rectoría Estado, nacionalismo, ejido y apoyos al campo, derechos laborales, educación pública y gratuita. 
Entonces busco a los personajes y sobre todo a las corrientes o impulsos sociales y políticos.
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¿No equivoco los puntos de partida esquivando, por ejemplo, la consolidación del corporativismo durante el sexenio? ¿Cárdenas camina sobre los cimientos callistas?, ¿alienta el futuro próximo y así debe reconocerse como gran padre del PRI? 
Derrotadas las utopías, dije, y un reconocido estudioso asegura que el programa del PLM de 1906 estaba extendido entre las corrientes constitucionalistas. Tras preguntarnos si la afirmación vale para Obregón y Calles, no sobra subrayar que esa recuperación del ideario magonista se reduce a liberalismo social en distintos grados, permeado por la singular, pragmática tradición liberal mexicana. 
Quizás la coincidencia entre Carranza y los sonorenses es justamente el pragmatismo, de nuevo con diversos acentos. Y éste preside el régimen posrevolucionario. 
La clave está en el poder, entonces, de un sector emergente que México conoce bien desde 1810. Hay una burguesía autóctona, se nos confirma, en la cual se incluyen los grandes propietarios pues producen para el mercado. Y hay una pequeña burguesía muy superior a aquélla en capacidades y atrevimiento, dispuesta siempre a llenar los enormes huecos dejados por el capitalismo periférico e incipiente. 
De caciques hecha la nación que no termina por conformar ni con mucho una nación, a partir de la Independencia. Si por épocas y sobre todo tras la República Restaurada, algunos se convierten en empresarios, su vocación es el llano poder. Para la cúpula de ellos, los caciques nacionales y regionales, se aspira al poder absoluto, y éste sin importa el nivel reside en el Estado. Si ciertamente las masas movilizadas significan poder, su acción tiene como objetivo hacerse de un espacio en el aparato. Muy pronto, ya durante el propio movimiento revolucionario, la estructura estatal aparece para los jefes como fuerza que supedita a las clases sociales y negocia.
Entre "hombres de objetivos" y "de principios" dividía Obregón a los revolucionarios triunfantes. Se decía de los segundos, por supuesto, y con la declaración remataba un liberalismo muy rudimentario, de aires sociales dictados por las circunstancias.  
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1929 parece ser un año faro por la muerte de Obregón y el crack en los Estados Unidos. No puede gobernarse ya al país sin un auténtico proyecto y una real estructura del Estado, cuando menos en términos básicos pues la familia revolucionaria no tiene cuerpos ideológicos de cierta firmeza. Ejercer el poder, supeditar a las clases sociales negociando en cada caso, con discursos liberales de muchos tonos, criollos y por lo general gastados, no basta.
Digo esto sin presumir que conozco a fondo las ideas en boga y su largo historial. La intención es subrayar el desorden dominado por espíritus caudillistas y caciquiles. 
En su borde pequeños núcleos de un marxismo primitivo, poco o mal trasegado, que refleja el poderoso efecto soviético mundial. Lo represento en dos figuras influyentes, porque el PCM muy activo con Cárdenas hoy recibe durísimos golpes. Hablo de Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano, contrastantes en propósitos, alcance y carácter, y colaboradores cercanos durante un periodo. 
En un ambiente muy animado, durante septiembre de 1933 se celebra el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, al que asisten representaciones de veintiún estados. 
El gobierno ampara y vigila una jornada cuyo principal objetivo es discutir "el carácter y la misión de la universidad". Bassols asiste como Secretario de Educación Pública invitado, y Lombardo protagoniza con Antonio Caso un debate "con sabor a (...) clásico", que "se daba de cara al presente, pero tenía la mirada puesta en el futuro". 
Caso representa al liberalismo humanista