domingo, 22 de marzo de 2020

Conquista e invención


I
Durante siglos lo llamaron “descubrimiento de América”. Vaya obvia, tramposa frase. 
El nombre fue cración de quien compendió los primeros mapas sobre nuestras tierras: Martin Waldseemüller, nacido en
Wolfenweiler, Brisgovia, Alemania. Lo hizo


 El triunfador: Mercator

homenajeando al explorador genovés de apellido Vespucio, cuyos padres le pusieron Américo, apelativo con que castellanizaron uno de origen germano: Emerico. Sucedía la cosa en 1507, casi recién muerto Colón.
No hay nada extraño, como veremos, así que no nos sorprenda que muy pronto entre los propios alemanes e italianos se nombrara por primera vez y para siempre al "Nuevo Continente" conquistado por castellanos. Castellanos, sí, pues a ellos el papado dio monopolio de los mares a Occidente, mientras hacía otro tanto con Sur y Oriente, reservado a Portugal. La Corona de Aragón quedaba fuera y cuando llegó Carlos I de España y V de Alemania…






Esperen, vamos por partes, no se trata de confundirlos, lectoras y lectores.
Nuestro trabajo sostiene que Conquista es un término insuficiente para este tema. Primero, debido a la brutal destrucción cometida por los adelantados españoles en tierras “americanas”. Durante solo el primer siglo tras caer Tenochtitlan, la población descendió entre 75% y 95%, según diversos cálculos, y bastaron diez años para que allí mismo, en Yucatán, Oaxaca, Michoacán, etcétera, desapareciera todo vestigio de arquitectura indígena.
Históricamente las conquistas se producían para apropiarse territorios con cuantas riquezas humanas fuera posible –agriculturas, edificaciones y demás-, quitando el necesario destrozo de las batallas. ¿Por qué en América la predación resultó tan brutal?
Los conquistadores buscaron en este “cuarto continente” solo una cosa: metales y joyas preciosos. En su delirio, todo era Puerto Rico, Costa Rica, la villa Rica de la Veracruz, etcétera, así no encontraran oro, plata, gemas.
Ponemos un caso muy significativo. Al inicio aquella gente se concentró en la hoy República Dominicana, que forma parte de una gran isla antillana, como saben. Entonces les llegaron rumores de que hacia su costado había áureas
pepitas
a montones y Diego de Velázquez, a quien pronto volveremos a encontrar, organizó una expedición en pos de ellas.
Contra lo que nos han dicho, la población isleña no era ni magra ni primitiva y entre otras cosas vivía de cultivar peces en lugares construidos a propósito. Tras la aventura no quedó nada. Puede entenderse, pues, porque el ahora Haití está habitado casi exclusivamente por descendientes de los esclavos tomados en África Negra.
Si resultaría ¡todavía más cruenta! la colonización inglesa, francesa, holandesa, en Norteamérica, para nosotros el tema son los años mil quinientos.
Según Jacques Attali, un pensador contemporáneo nuestro vinculado a bancos centrales, esa historia debe celebrarse como ninguna otra:
"En tiempos muy antiguos exitió un gigante guerrero, triunfante, dominador. Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido, torturado, fue dado por muerto, encadenado por mútiples amos (...) Entonces, el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la conquista del mundo (...) El gigante era Europa..."
Sobre la existencia de éste no hay duda. Llamarlo Europa y darle tal profundidad histórica es sobrepasarse. Con mucho más justicia procede Pierre Chaunu, paisano suyo, y al comparar curriculums entre ellos queda claro: solo en uno puede confiarse eticamente.
Chaunu pesa continentes, no los califica, como sin reconocerlo hace el otro. Y la cuestión reside sobre todo ahí, si seguimos la pista de La invención de América.
Ah, reinventar a capricho, grandísimo privilegio occidental que lleva cinco siglos acumulando las más arteras mentiras sobre nuestro "Nuevo Mundo" -¿o no, Colón, el del paraíso pedido descubierto en Venezuela, o Sahagún y sus presagios, o Volatire, Bufon, Hegel y un largo etcétera al declarar estas tierras por igual imberbes y corruptas, verdad, Antonello Gerbi?


Nuevamente nos adelantamos, perdón.           


II
El expandirse europeo por nuestro planeta, que inicia bien a bien con "América", se califica como "La mayor mutación jamás habida en el espacio humano", "no comparable siquiera con la exploración espacial" que iniciaron los años 1900, según Chaunu y un reputado historiador estadounidense.
El fenómeno está fuera de control y va a velocidad vertiginosa. Cuando Miguel de Montaigne, el padre del género literario que conocemos como ensayo, observa a sus hermanos europeos empleados en esa obra, escribe: "Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos, y nuestra inquietud, mayor que nuestra capacidad de entender. Creermos asirlo todo y en las manos nos queda solo viento".
Hasta ahí los dos grandes océanos no habían sido retados sino episódicamente y sin efecto alguno. El mundo entero puede interconectarse por primera vez, venciendo al tiempo, incluso dentro del propio Viejo Continente, donde China, que inventó el papel, la pólvora, la imprenta y mil inteligentes productos más, atrae a todo gran comercio por el Camino de la Seda, en origen creado por ella misma.
Los cristianos latinos, como llaman a quienes ocupan el occidente y centro de Europa, buscaban sin fortuna controlar esa ruta y 
el Islam, extendido desde el Atlántico hasta las puertas mismas de aquella maravilla, tardaba meses en recorrer tan largo camino, mayoritariamente por tierra.
Por eso para Europa se hicieron famosos los manuscritos que hacia el año 1298 dictó Marco Polo, mercader veneciano, tras su delirante viaje hasta allí. Le tomó años, entre los más accidentados pasajes, y la cristiantad latina, católica, occidental, lo glorificará hasta nuestros días, aunque haya cubierto solo un tercio del kilometraje acumulado por otro viajero, éste célebre para los musulmanes: Ibn Battuta, nacido en Tánger, hoy Marruecos, sobre el Magreb, según nombran entonces al oeste africano.
Si nos permiten ustedes, seguiremos al magrebí durante su primer, pequeño tramo recorrido. Abandona aquélla ciudad erigida frente al brutal encuentro del Mediterráneo y el Atlántico, en donde creció, y días después alcanza lo que más tarde se nombrará como Argelia. Acompaña a una caravana de beduinos, pastores trashumantes cuyos haberes completan transladando personas en sus camellos. 
Cierto día descansan en una llanura cerca del mar, que en estos tiempos no cultiva la agricultura y parece eco del desierto del Sahara, muchos kilómetros a sus espaldas. Visten túnicas sencillas y hermosas y se cubren la cabeza y parte del rostro con telas de colores vivísimos: azules, anaranjados, rojos. Sus miradas guardan secretos que les dejan innumerables generaciones deambulando a veces sin encontrar a nadie en días o semanas.
De no ser noche, al fondo nuestros ojos distinguirían el filo del Mediterráneo, y el cielo tiene una claridad extraordinaria, gracias a la cual sus jornadas se orientan más por el mapa de estrellas que por el ciclo solar.
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Me detengo ahí para seguir explicando en una grabación, que ahora es el destino de este trabajo, dadas las circuntanscias. 
Colón toma por buenos cálculos covenientes, entre los varios a mano: entre 3.000 y 5.000 kilómetros, cuando la distancia real es de unos 19.000 
Tarda dos meses en cubrir el viaje entre las Canarios, donde se aproviona, y LA PRIMERA ISLA ANTILLANA, QUE EL ALMIRANTE REBAUTIZA. EL REBAUTIIZO SAN SALVADOR: LO QUE TIENE NOMBRE TIENE HISTORIA.
La velocidad es pasmosa, nunca antes vista el mundo. EXPLICAR EN RELACIÓN A BATTUTA: LO SEGUÍ PORQUE... BATTUTA TARDA SIETE MESES MESES EN LLEGAR A ALEJANDRÍA, CUBRIENDO 3,500 KILÓMETROS, CON EL USO DE LOS SEGUNDOS MÁS RÁPIDOS TRANSPORTES TERRAQUEOS: LOS DROMEDARIOS, CUYA VELOCIDAS ES SOLO SUPERABLE POR LOS BUENOS CABALLOS.
PASA ASÍ DE UN MUNDO A OTRO, Y ALEJANDRÍA, PARA ENCONCES EN PLENA DECADENCIA, LE PARECE UNS CIUDAD SOBERBIA.
HACE EL TRÁNSITO HABITUÁNDOSE POCO A POCO A LOS CAMBIOS DE LA NATURALEZA Y LA CULTURA. 
Una carabela podía recorrer de 100 a 130 kilómetros al día y, si el día era bueno, hasta 160, lo que para la Edad Media era una velocidad realmente impresionante, QUE PARA COLÓN SE ACELERA GRACIAS A UNA CORRIENTE FAVORABLE, QUE HARA MUCHO MÁS ASEQUIBLE LA IDA QUE LA VUELTA.
LOS VIAJES POR MAR ABIERTO, UNA TORTURA. PUEDE APRECIARSE TODAVÍA EN 1848, CUANDO LA GRAN HAMBRUNA PRECIPITA LA MIGRACIÓN CATÓLICA IRLANDESA HACIA EU, Y DESPUÉS, SEGÚN LOS ESCALOFRIANTES RELATOS DE CONRAD Y JACK LONDON. La comida ya se pudría y el olor que había en la nave obligaba a muchos a dormir a la intemperie (PORQUE ABAJO MERUDEA LA MUERTE, ENTRE AROMAS NAUSEABUNDOS, RATAS, ENFERMEDADES CONTAGIOSAS). MÁS O MENOS UN DIEZ POR CIENTO DE QUIENES SE LANZABAN A LA AVENTURA, NO LOGRABAN COMPLETARLA.   


       
HASTA AQUÍ POR AHORA
           


Hay buenos motivos para iniciar nuestro relato en la bahía de Santiago de Cuba una mañana de noviembre, 1517, pues Hernán Cortés reúne a quienes continuarán dos expediciones previas a lo que todavía no se intuye como golfo y menos aún lleva su futuro apellido: de México.
Podría empezarse también por una novela que se desarrolla cien años después: 
“Los desastres bursátiles se producen porque cada uno adopta una decisión equivocada, y la suma de todas ellas crea el pánico. Después el que no tiene nervios de acero se pregunta: ‘¿Quién ha urdido esta conspiración? ¿A quién beneficia?’ Y pobre del que no logre descubrir un enemigo que haya conspirado, porque se siente culpable”.
Para entonces va madurando un fenómeno presente cuando Cortés se prepara. No lo hace en la España de donde viene ese extremeño. Lo cobijan ciudades comercial y financieramente muy avanzadas. Entre ellas Augsburgo, una de las antiguas urbes alemanas. Allí vive Jacobo Fugger, quizá el hombre más rico de la historia, y los hermanos Welser, banqueros que tiene minas de plata y comercian con textiles holandeses, lana inglesa, productos orientales.
¿Cómo esa ciudad concentró tal riqueza y diversidad de intereses, en una cristiandad latina apenas dos siglos atrás entregada a las Cruzadas y que culturamente debía esperar por el Islam, quien le traía los conocimientos griegos y persas y suyos propios? Bueno, en parte gracias al arado de hierro que produjo una revolución agrícola para desmontar bosques maravillosos, permitiendo el extraordinario desarrollo del más valioso artículo humano: hombres y mujeres.
Los cruzados fueron sobre todo un agente económico y cultural y Bizancio, antes Imperio Romano Oriental, su principal objetivo. 
Alta y Baja Edad Media, tajante división que señala hacia el Mundo Moderno.
Roma da la exclusividad del ultramar occidental a Castilla. Aragón no juega el partido hasta que una hábil maniobra convierte a su nuevo rey, Carlos I, en heredero del imperio carolingio. Ya está: los castellanos conquistarán y banqueros alemanes, holandeses, florentinos, usufructuarán el pillaje.
En adelante no hay límite a lo que se puede invertir, idear, depredar, dibujar al antojo. Fugger y sus iguales son mecenas con generosísimas bolsas pues saben, positivamente saben, cuánto les servirá la cultura: el mil cuatrocientos italiano, Shakesperare, Cervantes, la polifonía alcanzando su cima...
Antes los grandes ingenios venían de China, India, Persia, el imperio otomano, que ahora se retrasan. A cambio Europa centro-occidental crea el reloj (1505), avanza sin parar hasta las primeras descripciones anatómicas precisas (1546), diseña el microscopio (1590). Aparecen Paracelso, Kepler, Galileo, y se fundan sociedades científicas y de exploración (vean está línea del tiempo: https://es.slideshare.net/borizito/el-renacimiento-y-los-avances-en-la-ciencia). 
Cómo no, si tienen recursos ultramarinos con los cuales no soñó ninguna sociedad previa. En realidad el gigante se llamaba
.
PD Conteporánea a Fugger es este lamina publicada precisamente en Ausburgo, como parte de un libro que compendia el conocimiento. 
Jacobo bien pudo ver allí sus autoretratos.






Vayamos entonces a un inicio distinto a los planeados: las columnas de Hércules o de Melkart, si quieren, en 1325. Más bien, a un centenar de kilómetros al oriente de ellas, pues nuestro guía, Ibn Battuta,

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Saltemos cuatro siglos para encontrar al costado norte del Mediterráneo a un hombre singular para su época. Se llama Miguel de Montaigne y está en el estudio donde huye de su especie, pareciera, al fondo de una rica casona. La ciudad se llama Burdeos y 
pertenece a la Aquitania francesa, en la frontera con la España vasca. Nada más sé de ella y es una pena pues la región tiene una riquísima, enigmática historia, como cualquiera, dirán ustedes, y supera la norma, según creo. Hay muchas cosas allí que servirían a nuestros intereses y debo pasar de largo. 
Montaigne crea un nuevo género literario: el ensayo. Así, Ensayos, se llama la obra que escribe cuando queremos dar con él. Uno de los trabajos que van allí contempla asombrado la expansión ultramarina europea, que en esta primera etapa se concentra en la no hace mucho conocida como América, que también llaman Indias Occidentales en memoria y continuación de los delirios de Cristobal Colón y quienes lo apadrinaron. Imaginación sin control, ésta, que nace con Marco Polo. 
Don Miguel, el francés, dice entonces unas líneas soberbias: “Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos, y nuestra curiosidad mayor que nuestra capacidad de entender; creemos asirlo todo y apretamos sólo viento”.
Para él eso hacen sus congéneres en el cuarto continente que conquistan a una velocidad de vértigo. Y el vértigo, creo, es la explicación del fenómeno perseguido aquí desde la caravana berebere. Bueno, una de las explicaciones. La otra relaciona íntimamente las palabras de Montaigne con una frase de Carlos Marx: "Todo lo sólido se desvanece en el aire". 
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Tengamos cuidado, S, E y Corte de medianoche, para evitar el común pecado: perseguir una idea pasando por encima de tiempos y lugares irreductibles. 
Imposible imaginar el mundo en los ojos y en la cabeza de Ibn Battuta. La religión no se resume, a la manera en que lo hará después, a ceremonias con las cuales se cree comprar un lugar en el cielo, exorcizar las ideas de nuestros enemigos ciertos o inventados, o conseguir trabajo y amor. 
Todo, incluidos la ciencia y el pensamiento empírico, están traspasados por el supra y el inframundo, y la compañía del dios o dioses de cada cultura y las criaturas maravillosas acompañan a la gente las veinticuatro horas del día. Por lo demás, el universo se dibuja de extraños modos en la mente, de acuerdo a donde se nace.
Batutta emula a la larga corte de viajeros musulmanes que dejan registro de sus andanzas en el peregrinar a la ciudad santa, con frecuencia desviando momentáneamente la ruta.
No resisto la tentación de la ciudad cuyas murallas dejó días atrás: Tanger, puerto lindero de la fantasía. A literal tiro de piedra, la Andalucía todavía joya de la humanidad, por más que no sea ya la de un siglo antes. Y a sus pies el extraordinario espectáculo de ese Mare Nostrum precipitándose de golpe al océano, circundante mitad de la esfera hace buen rato certificada por los estudiosos, como su diario giro, sus polos, etcétera.
Misterio infinito el de esas aguas de monstruoso volumen y un exudar a tal punto denso que los rayos del sol no penetran en él, de acuerdo a un genio a punto de nacer no muy lejos de aquí: Ibn Jaldun.  
De acuerdo a este gran historiador, geógrafo, filósofo, Tánger ocupa la "primera fracción" del tercero de los siete climas de los cuales está compuesta la tierra habitada, que se agota trasponiendo el Ecuador por el calcinar de la vida a manos del sol -la existencia al sur de zonas templadas o frías sería factible, y por lo tanto, de vegetaciones, animales, seres humanos, si a los continentes no los cortara casi de inmediato el océano, África incluida. 

Después y con una estúpida soberbia reirán de estos conocimientos mientras los reciclan, según veremos. 
No sabemos cuánto la visión de Jabdun sobre el planeta circula por la cabeza de Battúta al iniciar el largo paseo. Se despide de los padres de noble cuna y ocupa el puesto privilegiado en una de las caravanas que aprovechan el primer tramo de la ruta comercial a China.
Los pastores del campo trashumante que completan sus haberes con el pago en especie o moneda por la guía y protección a los mercaderes y peregrinos, en su movilidad acortan las distancias de las tierras a las que acaba de echarse nuestro viajero, de otra forma insoportablemente lentas y trabajosas.
El diario no registra mayor cosa de esas superficies semiáridas a lo largo del norte africano. Los motivos podrían entenderse considerando que Battúta escribe al fin de la experiencia, con un sinnúmero de estampas a la espalda sobre lugares asombrosos de suyo y en particular para él y ese occidente del Islam al cual pertenece -dejen para después lo que no entiendan, nietos y Corte.
¿Influye también la monotonía aparente? La exuberancia vegetal es una obsesión para los herederos de los pueblos árabes y bereberes. Pero a sus ojos los países desérticos o de trashumancia tienen una extraordinaria dignidad histórica y religiosa.  
Los guardias-pastores de seguro intuyen que ante los citadinos la naturaleza de estos llanos y montañas enmudece. De tal modo nuestro viajero parece condenado a caminar sobre la nada y no lo hace del todo gracias al tiempo, aquí perezoso, que permite a los sentidos apropiarse de formas, colores, texturas, sonidos, perfumes. Poco a poco distingue peculiaridades en comarcas a primera vista iguales. 
Sin saberlo o confesarlo al menos, constata las divisiones de las cuales hablará Jaldún. Aprende también costumbres de sus guías y vigilantes y algo intuye del mundo dentro de ellos. Y con una y otra cosa se habitúa a los pequeños cambios, preparándose para los de mayores dimensiones. Aun así, no pocas veces adelante será presa de un asombro que enfebrece la mente y le da material con qué fantasear en el diario.
Supongamos ahora, Ohsis, que el viajero corre la aventura sobre una nave por el Mediterráneo. Desde luego, lo que mal o bien percibe en la caravana simplemente no existiría y en consecuencia no habría mediación entre Tánger y Alejandría, digamos, el puerto con el cual comienza el encanto del diario. Sin tránsito pasaría de una ciudad donde el esplendor del Islam occidental cubre el sólido sedimento fenicio, a un adelanto del Medio Oriente puro. 
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¿Damos un brinco mucha más descomunal de lo que puede calcularse, para hallarnos tres siglos después que nuestro viajero, al borde de un río cuyo nombre se perderá para la historia, conocido después como Savannah, en la costa sureste de Norteamérica? Una pila de aventureros españoles cree descubrir allí a una reina de cuento, por el séquito que la lleva en andas, y no duda un segundo. Basta el collar de perlas entregado por ella al capitán en señal de cortesía, para que a punta de mosquetes, espadas y puñales se le ordene llevarlos a la aldea, donde tras expurgar el último rincón la rabia no se detiene ante nada, ya que no hay allí ni una perla más ni huella de las piedras preciosas que el delirio despertó.
Los tipos siguen un comportamiento nacido apenas Colón encontró lo que llaman Antillas por derivación del nombre dado a una mítica isla cuya imprecisa imagen rebota en la mentalidad mediterránea desde la antigüedad y una vez residencia de las áureas Siete Ciudades de Cíbola
Sintomáticamente los asesinos del
Savannah buscan esas Siete, con la misma febril locura que sus primeros antecesores en el Nuevo Mundo. Cuanto éstos hallaban estaba tocado por un delirio fantástico que junto a sirenas como las certificadas por el propio Almirante, manifestaciones de San Miguel Arcángel en aliento suyo, y cosas así, creían ver oro y joyas a granel. Por eso bautizaron las tierras a su paso como Puerto Rico, Costa Rica, Villarica, etcétera, según comprobaremos más tarde, si tenemos tiempo, claro. 
En la segunda década de la ocupación antillana, otro puñado de conquistadores abandona Santo Domingo tras rumores de abundatísimos depósitos de oro al occidente. Según algunos estudiosos, la región, a la manera de las islas antillanas en su conjunto, es rica en seres humanos. 
Ni rastro queda de ellos tras la furia que produce asesinatos masivos. Esa mitad de la isla queda desierta en un santiamén y se repoblará más tarde con esclavos que la negritud entrega a los costos quizás más altos en la historia.  
¿Qué clase de sarcástica, dolorosa mueca se dibujaría en el rostro de Montaigne si asistiera a los eventos? Solo viento en las manos que aprietan hasta el ahogo.
HASTA AQUÍ, OSCAR, Y EN BORRADOR QUE POR LO TANTO NECESITA LIMPIARSE ORDENANSE.


Cada pequeño aspecto que tocamos, nietos y Corte, es extraordinariamente rico en actos, símbolos, pasado a sus espaldas. 
Las mitológica isla llegó a mis oídos buscando los orígenes del pueblo tradicional irlandés, al cual pertenece Brian O´Donnell. Lo hizo gracias al fantástico viaje de San Bandrán, un monje que encontraría así el paraíso perdido, como parte del gran suceso fundacional en el ser a quien Brian y los suyos representan.  
Recordé entonces una playa semioculta que conocí en tierras de mi abuelo. San Balandrán se llama y haciendo referencia al religioso aquél parece referirse más bien a otra legendaria aventura, derivación de la primera, emprendida por obispos ibéricos cristianos que huyendo del Islam contemporáneo a Battuta y Jaldún,en una isla atlántica fundan Cíbola. 
De seguir la pista a estos relatos orales o escritos, iríamos por aquí y allá en la Antigüedad del Viejo Mundo, topando a Simbad, entre otros muchos. 
Riquísima herencia, pues, que para la conquista de América tiene ya un sólo, voraz sentido, inconcebible, por lo demás. 

martes, 10 de marzo de 2020

“Utopía mexicana”, movimiento popular y coyuntura mundial


Adolfo Gilly inicia su trabajo ya clásico sobre nuestro tema, citando los Apuntes escritos por Cárdenas el 9 de marzo de 1938. Éste estuvo en el ingenio de Zacatepec, que por requerimiento de Rubén Jaramillo, ex oficial zapatista, se inauguró hace poco para entregar a campesinos morelenses, administrado por el propio solicitante.
Regresando a la ciudad de México don Lázaro se detiene y charla con Francisco J. Múgica, su mejor y más antiguo amigo. “… le hice conocer mi decisión de decretar la expropiación de los bienes de las compañías petroleras si éstas se negaban a reconocer el fallo de la Suprema Corte de Justicia”(SCJ), anota el general en ese diario que lleva desde la adolescencia.
Gilly escoge la escena por buenas razones y nuestro modesto trabajo debe tener cuidado con ella, pues nos presenta a un Cárdenas redentor, que obra con el único, más bien pasivo apoyo de Mújica. Siguiendo esa línea veríamos cuatro años atrás al Tata aparecer como mágicamente, para salvar a México del callismo, convertido así a su vez en tendencia homogénea y con claros propósitos, que domina por completo el panorama nacional.
Estaríamos, pues, ante el bien y el mal con aires bíblicos, y alrededor coros griegos que representan a un pueblo observador, esperando las decisiones de su líder. Transportada a etapas anteriores y posteriores, esa perspectiva nos plantea preguntas espinosas sobre el propio don Lázaro. ¿Por qué guardó silencio mientras la familia revolucionaria controlaba despóticamente al país y se enriquecía a manos llenas? ¿Cómo no acusarlo de entreguismo al permitir que Maximino Ávila Camacho, Miguel Alemán y otros impongan a su sucesor para dar un terrible giro al proyecto? ¿No se volvió así en el facilitador de la dictadura priista, nacida poco después?
Más adelante Gilly agrega una carta de nuestro personaje, sobre el manifiesto necesario para acompañar la expropiación: "que los industriales establecidos en el país sepan que el actual gobierno desea seguir contando con la cooperación del capital privado así sea nacional o extranjero”. Y remata el historiador: “La decisión, trabajada durante años en las cabezas de los gobernantes de ese México de entonces, había madurado a lo largo del conflicto de las empresas petroleras”.
Nuevamente, sin contexto, podemos tener una idea equivocada sobre el cardenismo todo, que parecerá contradecir la imagen de un sexenio sin par, oasis entre el desierto representado por caudillos militares y civiles a quienes campesinos y obreros no les preocupan en absoluto.
El general presidente michoacano, confieso, era un hombre sin mayor chiste a mis ojos, pues lo comparaba con la pléyade de grandes luchadores sociales surgido en torno a nuestra Revolución.
Contemplándolo durante su administración presidencial me parece alcanzar altos vuelos, por lo advertido: el estrecho nexo que tuvo con masas populares y clases medias radicalizadas y el dejarse llevar más allá de lo previsto. El propio Gilly subraya esta última característica y busca el preciso momento en que don Lázaro decide expropiar: diez días antes de hacer la declaración pública.
Tal rasgo aparece con frecuencia durante el sexenio, en Cárdenas y en otros protagonistas del régimen, cuyos hechos consumados si suele validarlos formalmente la presidencia, a veces pasan inadvertidos para ella. Nos encontramos, pues, con un proceso en que los actos revolucionarios de diverso grado son naturales. Solo así, vale pensar, puede desbordarse a la clase política y militar que domina hace tres décadas y se vuelve una enemiga más bien silenciosa y no del todo solapada, pues los cardenistas advierten su peligro.
Para el historiador mexico-argentino la expropiación es el momento decisivo no solo por sus profundas consecuencias sobre la soberanía nacional, y al seguir con minucioso detalle los hechos señala otras grandes cuestiones.
Recordemos que las fricciones inician en 1936, cuando los sindicatos de empresa petroleros constituidos en uno nacional (STPRM), emplazan a huelga para obtener un contrato colectivo de trabajo. Las compañías no hacen caso y estallan en paro de veinticuatro horas, decidiendo a don Lázaro a intervenir conciliadoramente.
Un año después vuelve la demanda sindical y los empresarios se burlan, concediendo apenas en reclamos menores. El STPRM forma parte de la CTM recién creada, que entre cosas recoge una más o menos vieja inquietud: cumplimiento de lo establecido por el artículo 27 constitucional para rescatar nuestros recursos naturales. El seis de enero siguiente, la dirección cetemista impulsa la huelga y el Tata interviene para disuadirla.
Tras aquella súbita charla del presidente había, pues, dos años de una presión gremial en la cual estaba contenido, sin explicitar, el propósito expropiatorio, y mucho más. Si cuando ordena redactar el manifiesto a la nación, sin duda tiene en mente a todas las clases sociales, a nuestro bajo pueblo, de diversas formas involucrado en su proyecto, por fuerza lo convoca a manifestarse con tanta beligerancia como se requiera.
Las conocidas imágenes de mujeres humildes entregando sus ahorros son tristes representaciones melodramáticas. Quizá algunas fueron por súbito impulso. El resto debieron estar vinculadas a instancias populares beneficiarias ya o en potencia de los avances agrarios y obreros, o las animaron miles de cuadros que operaban para el régimen.
De hecho, para el cardenismo ese artículo 27 empezó a materializarse dos años atrás y como parte nodal del régimen, con lo que una estupenda historiadora* llama “una de las más profundas transformaciones que sufriera la sociedad mexicana desde fines del siglo XVII”: el reparto agrario.
Entre los demás grandes efectos que, creo, Cárdenas considera con la expropiación, está el nuevo espacio internacional adquirido por México. Su régimen y no solo su gobierno, desde 1936 son los dos únicos apoyos a los republicanos españoles durante la Guerra Civil. Avala así una causa que mundialmente se reconoce como cruzada contra el fascismo. Coincide entonces con la Unión Soviética, a quien da trato privilegiado a través de los mejores diplomáticos cardenistas.
Para ese momento el Tata tiene claro: en términos planetarios la sociedad oscila entre dos tendencias: lo individual y lo societario, y él y cuantos tiene cerca se afilan a esa última. Entre los muchos ejemplos que pueden citarse, escojo la declaración hecha por el Dr. Ignacio Chávez, padre de la cardiología mexicana y director de nuestro gran hospital, el General: sin medicina social no hay medicina.
De hecho este fenómeno ha influido poderosamente desde que en 1917 triunfó la revolución bolchevique. El impacto producido por ésta es profundo. Se aprecia, ya vimos, por los avances del marxismo entre nuestra intelectualidad vinculada en diversas formas al régimen oficial. Lo hace más aún con sus grandes artistas, pertenecientes al Partido Comunista.
Hay también una estrecha relación con la República Española desde sus inicios. Y si bien ésta no es un proyecto de revolución, resulta inconcebible sin la poderosa influencia que tienen los anarcosindosincidalistas y el socialismo obrero, y pronto se convierte en un escenario privilegiado de la confrontación con el fascismo internacional.
La educación socialista concebida en varias etapas del maximato, está nutrida también por el extraordinario impulso transformador que representa la pedagogía de Francisco Ferrer Guardia, cuyo primer vehículo fue una figura política republicana instalada en México.               
En cualquier caso, ¿cuándo acaba en términos reales la Revolución, nos dejan pensado los razonamientos de Gilly? ¿Al finalizar el movimiento armado o durante estos momentos, que concretan el articulado social y nacionalista establecido por la Constitución? Para él está claro, porque ve al cardenismo como realización de la “utopía mexicana” y así del proceso suspendido por la “revolución interrumpida”.
Por supuesto, no me atreveré a discutir con quien desde nuestra izquierda más ahondó en esos seis años. Queda solo en suspendo la esperanzada duda cuya huella sigo: ese desborde producto de los singularísimos tiempos mundiales, actuando incluso en el gran momento por donde Gilly inicia.

Por supuesto, no me atreveré a discutir con quien desde nuestra izquierda más ahondó en esos seis años. Queda solo en suspendo la esperanzada duda cuya huella sigo: ese desborde producto de los singularísimos tiempos mundiales, actuando incluso en el gran momento por donde Gilly inicia.
Don Adolfo documenta cuán prudente fueron Roosevelt y su embajador entre nosotros, respecto a los actos previos a la expropiación petrolera. Y eso pareciera únicamente posible gracias a la coyuntura internacional que amenaza liquidar a las democracias capitalistas y conduciendo al New Deal debe confrontarse con el movimiento obrero estadounidense.
Los cardenistas apoyan con armas al gobierno legítimo español y nadie sino la Unión Soviética hace otro tanto. México salta así al pódium planetario como nunca antes ni después. Y al frente de la demanda por esta solidaridad se halla nuestra gran central obrera, cuya fuerza no puede compararse con cualquier otro esfuerzo previo de los y las asalariadas nacionales.