domingo, 31 de mayo de 2020

Modelo urbano. II

No conozco lucha social con tantos grandes elementos como la inquilnaria en el Distrito Federal durante los años 1970 y 1980.
Permítanme leerles el guión que elaboramos en un taller de la colonia Guerrero, para recoger esa historia. 

MOVIMIENTO INQUILINARIO. GUIÓN.

No encuentro ahora el guión que hicimos antes y que empezamos a trabajar. Ponía en el centro a la colonia Guerrero y el de hoy debe seguir haciéndolo, porque es el lugar donde mejor se desarrolló la organización y de donde centralmente obtenemos la información, y porque nos interesa particularmente.

Los fermentos aparecieron en la colonia Martín Carrera, por la Villa de Guadalupe, a comienzos de los 1970s (tenemos la fecha precisa y alguna información de detalle que puede bastar; viene de la entrevista a Manuel Muñiz, nuestra mejor fuente para el tema en general, y a Súper Barrio, que publicó un libro sobre las luchas inquilinarias en el contexto del movimiento urbano popular todo, y a quien entrevistamos; en ambos casos son compañeros dispuestos a ayudarnos en todo; Súper Barrio tiene la característica de terminar vincúlandolo todo a Asamblea de Barrios, una organización muy activa en el PRD hasta hace poco).

Su desarrollo hacia 1975 lo seguiremos centralmente en la Guerrero, con citas sobre la colonia Morelos y otras del Centro. Hay más de un periodo allí, que Muñiz nos aclara y que tiene ver con diversas influencias de organizaciones como la Asociación Cívica Nacional (que deriva de la Asociación Cívica Guerrerense, creada por Genaro Vázquez) y las comunidades eclesiales de base, que en mayor o menor medida alteran el rumbo “natural” del movimiento.

La riqueza del proceso y de las anécdotas alrededor es increíble, sobre todo hasta poco después del sismo de 85, en que lo organizado en toda la zona central de la ciudad empuja al gobierno del DF a expropiar predios y entregárselos a los vecinos vía organizaciones.

Se vinculan así al Frente Nacional Democrático dirigido por Cárdenas, para convertirse en uno de los centros del PRD local, que en 92 presentan una propuesta a los diputados y tienen éxito después. No iremos más allá de ese momento, en que la lucha se convierte en otra cosa.

Guión

El propósito es tener un libro que recoja con la mayor riqueza posible la participación popular, plagada de momentos en verdad sublimes, que superan al histórico movimiento de Herón Proal en los años 1920.

Períodos:

1972-1985.

1985-92.

Tres líneas a tratar paralelamente:

-La confrontación de los inquilinos con dueños de predios y autoridad, en la Guerrero.

-El proceso de organización en la Guerrero.

-La organización en otras colonias y el movimiento urbano popular de los posesionarios de tierras en la periferia.
Epílogo:
La resistencia a la gentrificación en los 2010s.
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No cumplimos la tarea y los materiales documentales siguen esperando. 
Podría traerles dos entrevistas que resumen el proceso. Uno, es a Superbarrio Gómez, como gusta llamarse, para aclarar que ese genial personaje creado por los barrios en lucha lo encarnaban indistintamente tres hombres.
Debió ser una mujer, pues en ellas se sustentó el movimiento, y nuestro machismo semioculto lo impidió.
Para cuando aquello alcanzó sus mejores etapas, el auge obrero y campesino languidecía por la más triste etapa para los sectores populares desde hacía mucho, con nuestro neoliberalismo criollo al frente.  
Éste respondía a un fenómeno mundial, que tuvo su real punto de arranque en la cumbre de Cancún, celebrada en 1982. 
Nuestra historia está siempre atravesada por su correspondiente planetaria y aquél momento lo muestra bien. Aun así, la dinámica propia de cada país no solo le da un sello particular: puede alterarla a niveles extraordinarios.
En nuestro caso, para las y los inquilinos y el movimiento urbano popular nunca hubo coyuntura más propicia que la creada por el sismo de 1985.
Algo similiar puede decirse para la CNTE, nacida en 1979, cuyo rico futuro llega hasta hoy.      

sábado, 30 de mayo de 2020

Historias. Red de agujeros

En una c+apsula amterior terminé encontrando la matanza de Aguas Blancas, sobre la Costa Grande guerrense, durante 1994.
Permítanme que les lea algo breve, relacionado con aquello, para terminar con una explicación.
El Charco, Gro.

DE LA MILITARIZACIÓN EN EL SUR-SURESTE



Lo cuento como me lo cuenta X, que vive en la región, y con el soporte de la gruesa documentación que trae consigo y proviene de investigadores y periodistas bien conocidos. La advertencia vale porque éste no es un reportaje y la muerte y los proyectos que transforman países no son cosa de juego.



7 de junio de 1998

Uno lo leyó en su momento: las fuerzas armadas cercan una reunión de campesinos y campesinas convocada por el Ejército Revolucionario Popular Independiente (ERPI), entonces reciente excisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero. El resultado: 11 civiles muertos y ventitantos detenidos, entre ellos cinco menores de edad.

Los medios señalan las que les parecen circunstancias extrañas, como que la mayor parte de las muertes se produce, según diversos testimonios, no en el interior de la escuela (la Catirino Maldonado), donde están los cercados, sino en su cancha de basquetbol. O que, al parecer, cinco o seis de los cadáveres presenten un solo, certero balazo.

Las organizaciones civiles advierten otras aparentes inconsistencias del informe militar: no hay una sola baja de la tropa, a pesar de cuatro horas de intercambio de disparos, en las que los civiles tienen la ventaja de dominar el campo desde la Catirino, o que el número de muertos es mayor que el de heridos, invirtiendo la relación que se presenta normalmente. Inconsistencias que podrían ser explicadas por las terribles condiciones del cerco.

En los meses que siguen, tal y cual periódico recoge denuncias de los y las sobrevivientes, de haber sido objeto de un “castigo ejemplar”. Según esto, el ejército habría renunciado a obligar la rendición o la habría aprovechado para dar fin a esos cinco o seis hombres cuya sangre queda en las afueras de la escuela, una vez entregados. A uno, por lo menos, tras obligarlo a hincarse, de acuerdo a las declaraciones de los detenidos.
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Reconstruir el pasado es algo complejo, delicado, y depende de las fuentes que se eligen.
Desde pequeñó vivía obsesionado por los campos mexicanos y mi urbanismo a ultranza no permitió encontrarlos sino muy tarde. Por décadas tuve conocimiento de ellos y sus luchas, gracias a amigos comprometidos con ellos y solo hace poco me les acerqué. Encontré así a militantes locales que investigan la historia regional. Son muchos y buenos y no se les da espacio a nivel nacional. 
Vivieron en carne propia y de manera muy cercana hechos como los que relato, cuyo fondo descubre a un Estado neoliberal cuya política fue comvertir a las fuerzas militares en policías internos y algo más.
Del grupo contrainsurgente que encabezó la agresión al Charco, salieron los fundadores de los Zetas, tras transitar a la Policía Federal Preventiva, cuerpo sin fundamento constitucional cuando fue creado.    

¿Quién se atreve a hacer una historia general del país, cuyo transcurso dura quinientos años, si miramos en corto, y miles a lo largo? 
 

Red de agujeros
A pie por el camino mi compadre
Agustín y yo no nos cansamos de dar gracias a la fragancia de la hierba alta, jugosa, en la que pareciera no caber un tallo más, y a sus verdes suaves por el sol, siempre padre y aquí en un papel distinto a los muchos que decidió y no hacer en nuestro gigantón urbano. Padre sol y madre tierra, sabemos ahora, envueltos por ella y su prodigalidad. ¿O los géneros deben intercambiarse entre ellos, pienso recordando una milenaria leyenda de las naciones muy al norte de estos lugares, donde la luna, por ejemplo, era un celoso amante en tea?
Deberíamos preguntar a los campesinos y campesinas, y se nos hurtan a la mirada por sus ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me descubrió una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al abuelo.
Todo enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!” –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas “un señor grandote” que carga “un radio” –Bótense al suelo porque se van a morir...”
Ya está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí.
Casi medio siglo me tomó acercarme al misterio que intuía también en la señora de los tamales en la esquina y la avalancha de albañiles, jardineros, trabajadores de las fábricas en torno nuestro. 
Tanto el misterio, que lo develaría sólo después de conocer aquéllos reinos por los libros. De hecho no lo hago bien a bien sino ahora, con mi compadre, en el vado donde un camino interior tuerce.
Aguas Blancas se llama en paraje adonde llegamos.
“-…la balacera de una manera muy cerrada.
“-Sentí que nos estaban cazando….
“-Cuando estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del camión y adentro también.”
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Esa viñeta encuentra uno de los primeros, grandes, brutales actos cometidos contra el movimiento social cuando los celptócratas neoliberales gobernaron a México.
Lo conocí con cierta intimidad gracias a testimonios que dieron en privado quienes luchaban en esa y otras zonas de Guerrero.
Trasmito allí cuán difícil es acercarse a la vida e historia del muy diverso campesinado, sin quien resulta imposible comprender nuestro pasado y presente, en el cual se sostiene todo lo que se llama mexicano.
Aguas Blancas es un vado, como dije, entre los municipios de Coyuca de Benitez y Ayutla de los Libres, en la Costa Grande guerrerense. Señaló aquí el área.
Conocía esa región por las más o menos sencillas investigaciones que hice sobre dos momentos trascendentales del siglo XIX y gracias también a las amigas y amigos relacionados con los movimientos agrarios y a un libro con fuentes muy sólidas, que me encargaron y tocaba el tema.
Luego fui en persona para iniciar un proyecto con organizaciones regionales, enamorandome enseguida de su gente. Entre ella, militantes-historiadores. 
Antes había escrito un articulo cuyo inicio les comparto.           


El Charco, Gro.

DE LA MILITARIZACIÓN EN EL SUR-SURESTE



Lo cuento como me lo cuenta X, que vive en la región, y con el soporte de la gruesa documentación que trae consigo y proviene de investigadores y periodistas bien conocidos. La advertencia vale porque éste no es un reportaje y la muerte y los proyectos que transforman países no son cosa de juego.



7 de junio de 1998

Uno lo leyó en su momento: las fuerzas armadas cercan una reunión de campesinos y campesinas convocada por el Ejército Revolucionario Popular Independiente (ERPI), entonces reciente excisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero. El resultado: 11 civiles muertos y ventitantos detenidos, entre ellos cinco menores de edad.

Los medios señalan las que les parecen circunstancias extrañas, como que la mayor parte de las muertes se produce, según diversos testimonios, no en el interior de la escuela (la Catirino Maldonado), donde están los cercados, sino en su cancha de basquetbol. O que, al parecer, cinco o seis de los cadáveres presenten un solo, certero balazo.

Las organizaciones civiles advierten otras aparentes inconsistencias del informe militar: no hay una sola baja de la tropa, a pesar de cuatro horas de intercambio de disparos, en las que los civiles tienen la ventaja de dominar el campo desde la Catirino, o que el número de muertos es mayor que el de heridos, invirtiendo la relación que se presenta normalmente. Inconsistencias que podrían ser explicadas por las terribles condiciones del cerco.

En los meses que siguen, tal y cual periódico recoge denuncias de los y las sobrevivientes, de haber sido objeto de un “castigo ejemplar”. Según esto, el ejército habría renunciado a obligar la rendición o la habría aprovechado para dar fin a esos cinco o seis hombres cuya sangre queda en las afueras de la escuela, una vez entregados. A uno, por lo menos, tras obligarlo a hincarse, de acuerdo a las declaraciones de los detenidos.
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Reconstruir el pasado es algo complejo, delicado, y depende de las fuentes que se eligen.
¿Quién se atreve a hacer una historia general del país, cuyo transcurso dura quinientos años, si miramos en corto, y miles a lo largo? 

  

Historias fotos

Historias

Soy Jorge Belarmino, de..., para proponerles una serie de acercamientos a la historia sin discursos teóricos, con frecuencia tratados narrativamente, sobre los muchos temas que he trabajado.
Empiezo leyéndoles una viñeta. Se llama Utopía. Modelo Urbano 1959-2004, cuyo título aclararé después. 
De plúmbago, sin amenazas, las nubes casi al alcance de la mano corren rápidas en el día que suda sobre el caserío, donde la sal de mar hace cuatro siglos estampa su huella. Por la vía del tren, entre un millar de paisanos  en alharaca, dos costeñas maduras, firmes, desparpajadas, se regodean en los gritos:
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas! -refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada que acaba de salir de prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés terminó su obra. A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo construido para ellos.
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Una mañana de otoño de 2009, en Saltillo comparto un cuarto de hotel con Alfredo, un antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo organizando luchas sindicales. Sin duda sabe cuánto lo respeto desde hace casi cuarenta años y mientras nos vestimos vuelvo a dar gracias por la oportunidad de estar de nuevo con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Él sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene y suelta una de sus geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.
 

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Con esa viñeta inició un trabajo que debía hace mucho. Entre otras cosas, propongo allí una periodización distinta a la acostumbrada, sobre nuestros movimientos sociales a partir de 1959, que como ustedes saben fue el año en que la represión a los ferrocarileros democráticos pareció terminar con toda forma de protesta durante una década.
No fue así, observando que justo entonces nacen tres grandes impusos. Primero, la Asociación Cívica Guerrenese dirigida por Génaro Vázquez, luego convertida en Partido de los Pobres, cuya liderazgo compartió con Lucio Cabañas.
Segundo, el surgimiento del Frente Auténtico del Trabajo, de origen social cristiano, que cubriendo gran parte del país en múltiples sectores, preparaba el auge obrero de los años 1970, concentrando por primera vez la atención en la rapiñosa nueva empresa privada. 
Y tercero, la aparición del Sindicato de Trabajadores Electricistas, que encabezaría aquél mismo auge.
Enseguida vendría el movimiento médico de 1964, ejemplo en varios sentidos para el 68 estudiantil.
Estimaremos así el extraordinario empuje social en que está sustentado el presente. 
A LAS NUEVAS, YA MUCHAS GENERACIONES, LES HAN HECHO OLVIDAR ESAS LUCHAS CUYAS CONQUISTAS DISTARON MUCHO DE HACER JUSTICIA A LAS MAYORES, PERO QUE NO FUERON EN ABSOLUTO POCA COSA.
PODEMOS VERLO AHORA, DURANTE LA PROPIA PANDEMIA, EN QUE EL ACTUAL GOBIERNO PUEDE PERMITIRSE RECUPERAR AL MENOS PARTE DE LOS DERECHOS SOBRE SERVICIOS DE SALUD ANTES GUNOS DERECHOS VOLVER A ALGUNAS  DERECHOS   

     

viernes, 22 de mayo de 2020

El Batallón de San Patricio sin tonterías. Una historia doblemente épica, sin mexicanadas

Hacia 2002, en plena euforia globalizadora, alguien conocido llamó a casa.
-Ahora soy el representante de Francis Coppola aquí. Busca una historia épica con ambiente mexicano y sé que escribiste algo muy bueno. 
¿De qué hablaba? Ahora sin hijos bajo mi dependencia perseguía al "Sur, geografía profunda", las luchas en maquilas norteñas, etcétera, y el mero nombre del genial director me paralizó. 
Entre blufs andaban cineastas, pintores conceptuales, académicos y demás para volverse cosmopolitas.
-Bueno, no hay porqué mudarme a Hollywood -pensé, jeje.
Tenía lo que el hombre buscaba, hasta sorprenderlo, sigo creyendo. 
Molesto con mi contribución al estúpido mito mex sobre los San Patricios, en cómic y radio, había pasado años estudiando a esos hombres a cuyo través gritaba la Irlanda histórica y su ¿emigración
o exilio? a Estados Unidos, como le llamaban especialistas de otras partes, justo cuando nuestro vecino ensayaba en estas tierras políticas y modos extendidos luego al mundo  entero.
El guión para cine documental que entregué poco antes a una institución y productores privados, salvaba el reto de lo "descubierto", involucrando a quienes debía reconocerse como reales propietarios de territorios tras cuya ocupación el Capitolio dirigiría una gran potencia: sioux, indios pueblo, comanches... El "México" contemporáneo aportaba elementos significativos y entrañables al bizarro conjunto donde la sociedad capitalista mostraba sus entrañas.
Volver eso ficción, según pretendieron mis contratadores, estaba en arameo. Solo Coppola o alguien así podía darle forma y hallé el factible cómo: una escaleta. Don Franscis la haría trizas para resolverla debidamente.
-No, quiere un gionista -dijo mi interlocutor. 
-Buscaste en el baúl equivocado -respondí para durante tiempo libres sacarme la espinita, sin pretensiones de más nada. 
Al poco un buen amigo sugirió darle salida, haciendo ciertos cambios. 
-Va -accedí espantado por el hambre. 
De allí surgió Cuestión de sangre, hoy encontrable solo en ese link y subsiguientes.
          

jueves, 14 de mayo de 2020

El año de encontrar la luz


Escrito con las nalgas, ni modo.
Ya quedamos: se puede publicar libros y ser ágrafo funcional.

El crecimiento de industria y de la población en Ecatepec, había coincidió con la transformación del mundo laboral en el país.
Cuando hacia 1959 en el municipio las plantas y la gente empezaban en verdad a reproducirse, se consolidaba la nueva clase obrera que venía apareciendo con el gran desarrollo industrial, iniciado casi veinte años antes. Era una clase obrera que ahora tendía a concentrarse en las empresas de capital privado, procedente sobre todo de las zonas rurales o semirurales.
Ante ella el sindicalismo oficial, corporativo, controlado, charro, iniciaba su “década de oro”[1], tras la represión en aquél año a las corrientes democráticas representadas en el movimiento ferrocarrilero, magisterial, petrolero, electricista, postal.
A finales de 1971, en el momento en que en el municipio en la Kreimerman, con una nueva razón social, se reiniciaba el intento de crear un sindicato independiente, y la imitaban Talleres Ochoa, Vaciados Industriales, Gas Metropolitano y Traimobile de México, la república vivía un renacimiento de las luchas de los trabajadores y las trabajadoras.
El suceso mayor era la aparición de la Insurgencia Obrera, que nacía en noviembre a iniciativa de Demetrio Vallejo, Rafael Galván y sus colaboradores[2]. El primero, símbolo de las batallas de 1958-1959, liberado después de once años de prisión, procuraba el rescate del gremio ferroviario. El segundo dirigía uno de los dos sindicatos de la Comisión Federal de Electricidad, defendiendo su autonomía y sus prácticas democráticas contra la sistemática ofensiva del otro: el SNTF de la CTM, origen del que tres años después ordenaría romper la huelga en General Electric. 
En torno a ellos y a lo largo de 1972, en multitud de puntos se expresaron y tomaron fuerza movimientos de fábrica o centro de trabajo y de carácter regional y nacional. Nada semejante se había visto desde aquéllos últimos años 1950, esta vez abarcando a una voluminosa industria privada. A su lado daba principio una reactivación de los históricos reclamos campesinos y se formaban los fermentos del movimiento urbano popular.
La Insurgencia Obrera convocó a cinco jornadas de manifestaciones simultáneas, que alcanzaron hasta medio centenar de ciudades, sin incluir al Distrito Federal. En la más exitosa reunió a 16 mil personas en Puebla, 13 mil en Tampico, 10 mil en León, 3 mil en el puerto de Veracruz, Monterrey y Chihuahua, más de mil en Celaya, Aguascalientes, Acapulco, Colima…
A ellas se sumaron otras locales o regionales del STERM de Galván, la toma de unas 17 secciones de su sindicato por el Movimiento Sindical Ferrocarrilero de Vallejo, y en algunas ciudades la formación de frentes en los cuales la Insurgencia participaba.    
La agitación no se reducía a lo impulsado o amparado por el movimiento principal. En Cuernavaca los trabajadores y trabajadoras de grandes y medianas fábricas (Textiles Morelos, Nissan, Rivetex, Textiles los Gallos, Mosaicos Bizantinos, Nobelis Lees, Electro Cap, Artemex), se liberaron de los charros saliendo o no de las centrales de éstos, y en varios casos lograron notables éxitos en las revisiones de contrato colectivo, usando la huelga, los paros “locos” solidarios y las demostraciones conjuntas.
En Monterrey las 1500 obreras de Medalla de Oro protagonizaban una lucha que resonaba en el país, por sus duros choques contra la mafia sindical y la policía y por la marcha que, venciendo obstáculo tras obstáculo, llegó a la ciudad de México y de inmediato fue detenida y vuelta a casa por las fuerzas del orden, para continuar.
El Frente Auténtico del Trabajo, determinante en los avances de Cuernavaca y que desarrollaba una estrategia de formación de sindicatos nacionales independientes, por rama de producción, en el Bajío alentaba con éxito la revuelta en pequeñas y medianas fábricas, empleando imaginativos recursos.
El Movimiento Revolucionario del Magisterio, de larga historia, en varios puntos abría de regreso las puertas del gremio a la oposición, chocando de manera frontal contra la dirigencia cetemista y el Estado. La Liga de Soldadores preparaba combates de una excepcional radicalidad en las plantas de PEMEX que ayudaba a construir, y en diversas secciones de la agrupación petrolera el descontento se organizó. En Yucatán se sentaban las bases del Frente Sindical, uno de los proyectos que a partir de 1973 se confrontaría más directamente con los empresarios y la autoridad.
El experimentado Sindicato de Panaderos se reactivó, las disidencias autonómicas en correos y Telégrafos trataron de recobrar las posiciones perdidas, y en Teléfonos de México aparecieron los primeros síntomas de descontento en mucho tiempo. Los trabajadores de la industria nuclear y los empleados y empleadas bancarios constituyeron sindicatos nacionales, y volviendo de cabeza la estructura vertical de la universidad, surgió el STEUNAM para servir de ejemplo a otras instituciones de educación superior, que en diciembre hicieron paros en Oaxaca, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Sinaloa, Monterrey, Zacatecas, Guerrero.
La Unidad Obrera Independiente, fundada por un abogado laboral, alentaba la implantación de sus propios sindicatos en las industrias automotriz, textil y hulera (Volkswagen y Goodrich Euzkadi, entre otras empresas en esos momentos), y la huelga triunfante de los mil trabajadores del Ánfora en la ciudad de México, se convirtió en el más conocido logro en la asesoría de los Castillejos y Fernández del Real. El Frente Sindical Independiente, al que daba vida el Partido Comunista Mexicano, se sumó al esfuerzo.
Teniendo nexos o no con esta serie de fuerzas, por la geografía nacional una buena cantidad de asalariados se revolvieron contra las condiciones en las cuales trabajan, topando de inmediato con la hostilidad de sus sindicatos corporativos: en Fundidora de Monterrey, Termoeléctrica del Valle de México, Diesel Nacional, Mechas de Dinamita de Durango, Celanese Mexicana de Zacapu, Coca Cola de Celaya, Pepsi Cola y departamento municipal de Aguas de Chihuahua; en la sección de Limpia del municipio de Torreón, Vekel de Aguascalientes, las tres plantas de Berkel de México, los transportes urbanos de Tijuana y farmacias de Tampico; en Olivetti, CIMA, Hilos Cadena, Aceros Esmaltados, Singer Mexicana, H. Steel, talleres de la Buick, líneas de autobuses Insurgentes-Bellas Artes y Santiago Algarín-Potrero, Panadería México, FANAL, FANTA, Tintorería Francesa, Radio Aereonaútica Mexicana, Berkton Dickinson, el grueso de éstas en la capital de la república.
Hubo despidos, huelgas siguiendo los cauces legales y de hecho, mítines y manifestaciones, choques con los grupos de seguridad patronales y sindicales, con la policía y, ocasionalmente, con el ejército. Se conquistaron o perdieron sindicatos independientes y secciones liberadas del aparato corporativo.
En septiembre el STERM de Galván se sintió obligado a la unificación con el SNEF, para plantearse la lucha interna formando la Tendencia Democrática en el único sindicato nacional electricista que de ese modo quedaba: SUTERM. La Tendencia seguiría sirviendo de referencia en distintos lugares del país, pero los vallejistas continuaron a solas su áspero enfrentamiento, y desapareció el paraguas nacional que protegía a otros.
Aun así las centrales oficialistas, que conservaban el control de la absoluta mayoría de las fuentes de trabajo, por primera vez en trece años aparecieron, sin rastro de duda[3], a la defensiva; sus valandronadas de convocar a demostraciones multitudinarias, quedaron en nada, y sus actos ceremoniales del primero de mayo aquí y allá fueron perturbados por la oposición.
Se forjaba de ese modo un laboratorio de la emergencia de los asalariados urbanos, que descubría o redescubría una enorme variedad de formas de acción, y se subvertía la vida cotidiana, personal, colectiva, pública. En ese sentido ni siquiera los movimientos de 1958-59 se le comparaban.
Y es que una buena cantidad de quienes se rebelaban ahora, descubrían por primera vez su lugar en la sociedad y la alternativa de un futuro distinto: las mujeres, los que no tenían antecedentes en el trabajo fabril y quienes se empleaban en instituciones históricamente cerradas a la sindicalización.
En meses, decenas de miles de trabajadoras y trabajadores habían experimentado una revolución interna. El mejor ejemplo eran las obreras de Medalla de Oro, de los textiles de Cuernavaca y de la confección de Irapuato. Desde antes de la Revolución sus predecesoras habían sido tan atrevidas como ellas frente al poder. Ahora, sin decirlo, se convertían a la vez en la real vanguardia del feminismo mexicano.
El tiempo dedicado a defender sus derechos y su beligerante presencia en las calles, las confrontaba con sus esposos, padres, hermanos y, a ratos, con sus compañeros de trabajo. No pocas terminarían convirtiéndose en madres solteras, dispuestas a experimentar la libertad en todos los ámbitos.     
¿Cuánto de eso recogían la Kreimerman y el resto de las pocas luchas que en la época estaban en proceso en Ecatepec, casi todas en la Industrial Xalostoc y relacionadas por medio del despacho de los Castillejos y Fernández del Real?
¿Cuánto en un México enorme, en vertiginoso crecimiento demográfico y continuo cambio social, donde los medios de comunicación se habían convertido en un imperio experto en transfigurar la realidad, y en el cual las familias trabajadoras recibían con cierta confianza sólo las noticias que circulaban entre ellas, recelando por el instinto de encerrarse en sí mismas?


[1] La cita viene del libro El principio, de Francisco Pérez Arce, que es el Paco Ceja al cual se refieren estas páginas. Esta editado por Editorial Itaca.
[2] La principal fuente de información es el periódico La causa del pueblo, en el cual colaboraba nuestra Cooperativa de Cine Marginal.  
[3] La afirmación viene del trabajo de Francisco Pérez Arce que se ha citado.