sábado, 30 de mayo de 2020

Historias. Red de agujeros

En una c+apsula amterior terminé encontrando la matanza de Aguas Blancas, sobre la Costa Grande guerrense, durante 1994.
Permítanme que les lea algo breve, relacionado con aquello, para terminar con una explicación.
El Charco, Gro.

DE LA MILITARIZACIÓN EN EL SUR-SURESTE



Lo cuento como me lo cuenta X, que vive en la región, y con el soporte de la gruesa documentación que trae consigo y proviene de investigadores y periodistas bien conocidos. La advertencia vale porque éste no es un reportaje y la muerte y los proyectos que transforman países no son cosa de juego.



7 de junio de 1998

Uno lo leyó en su momento: las fuerzas armadas cercan una reunión de campesinos y campesinas convocada por el Ejército Revolucionario Popular Independiente (ERPI), entonces reciente excisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero. El resultado: 11 civiles muertos y ventitantos detenidos, entre ellos cinco menores de edad.

Los medios señalan las que les parecen circunstancias extrañas, como que la mayor parte de las muertes se produce, según diversos testimonios, no en el interior de la escuela (la Catirino Maldonado), donde están los cercados, sino en su cancha de basquetbol. O que, al parecer, cinco o seis de los cadáveres presenten un solo, certero balazo.

Las organizaciones civiles advierten otras aparentes inconsistencias del informe militar: no hay una sola baja de la tropa, a pesar de cuatro horas de intercambio de disparos, en las que los civiles tienen la ventaja de dominar el campo desde la Catirino, o que el número de muertos es mayor que el de heridos, invirtiendo la relación que se presenta normalmente. Inconsistencias que podrían ser explicadas por las terribles condiciones del cerco.

En los meses que siguen, tal y cual periódico recoge denuncias de los y las sobrevivientes, de haber sido objeto de un “castigo ejemplar”. Según esto, el ejército habría renunciado a obligar la rendición o la habría aprovechado para dar fin a esos cinco o seis hombres cuya sangre queda en las afueras de la escuela, una vez entregados. A uno, por lo menos, tras obligarlo a hincarse, de acuerdo a las declaraciones de los detenidos.
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Reconstruir el pasado es algo complejo, delicado, y depende de las fuentes que se eligen.
Desde pequeñó vivía obsesionado por los campos mexicanos y mi urbanismo a ultranza no permitió encontrarlos sino muy tarde. Por décadas tuve conocimiento de ellos y sus luchas, gracias a amigos comprometidos con ellos y solo hace poco me les acerqué. Encontré así a militantes locales que investigan la historia regional. Son muchos y buenos y no se les da espacio a nivel nacional. 
Vivieron en carne propia y de manera muy cercana hechos como los que relato, cuyo fondo descubre a un Estado neoliberal cuya política fue comvertir a las fuerzas militares en policías internos y algo más.
Del grupo contrainsurgente que encabezó la agresión al Charco, salieron los fundadores de los Zetas, tras transitar a la Policía Federal Preventiva, cuerpo sin fundamento constitucional cuando fue creado.    

¿Quién se atreve a hacer una historia general del país, cuyo transcurso dura quinientos años, si miramos en corto, y miles a lo largo? 
 

Red de agujeros
A pie por el camino mi compadre
Agustín y yo no nos cansamos de dar gracias a la fragancia de la hierba alta, jugosa, en la que pareciera no caber un tallo más, y a sus verdes suaves por el sol, siempre padre y aquí en un papel distinto a los muchos que decidió y no hacer en nuestro gigantón urbano. Padre sol y madre tierra, sabemos ahora, envueltos por ella y su prodigalidad. ¿O los géneros deben intercambiarse entre ellos, pienso recordando una milenaria leyenda de las naciones muy al norte de estos lugares, donde la luna, por ejemplo, era un celoso amante en tea?
Deberíamos preguntar a los campesinos y campesinas, y se nos hurtan a la mirada por sus ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me descubrió una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al abuelo.
Todo enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!” –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas “un señor grandote” que carga “un radio” –Bótense al suelo porque se van a morir...”
Ya está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí.
Casi medio siglo me tomó acercarme al misterio que intuía también en la señora de los tamales en la esquina y la avalancha de albañiles, jardineros, trabajadores de las fábricas en torno nuestro. 
Tanto el misterio, que lo develaría sólo después de conocer aquéllos reinos por los libros. De hecho no lo hago bien a bien sino ahora, con mi compadre, en el vado donde un camino interior tuerce.
Aguas Blancas se llama en paraje adonde llegamos.
“-…la balacera de una manera muy cerrada.
“-Sentí que nos estaban cazando….
“-Cuando estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del camión y adentro también.”
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Esa viñeta encuentra uno de los primeros, grandes, brutales actos cometidos contra el movimiento social cuando los celptócratas neoliberales gobernaron a México.
Lo conocí con cierta intimidad gracias a testimonios que dieron en privado quienes luchaban en esa y otras zonas de Guerrero.
Trasmito allí cuán difícil es acercarse a la vida e historia del muy diverso campesinado, sin quien resulta imposible comprender nuestro pasado y presente, en el cual se sostiene todo lo que se llama mexicano.
Aguas Blancas es un vado, como dije, entre los municipios de Coyuca de Benitez y Ayutla de los Libres, en la Costa Grande guerrerense. Señaló aquí el área.
Conocía esa región por las más o menos sencillas investigaciones que hice sobre dos momentos trascendentales del siglo XIX y gracias también a las amigas y amigos relacionados con los movimientos agrarios y a un libro con fuentes muy sólidas, que me encargaron y tocaba el tema.
Luego fui en persona para iniciar un proyecto con organizaciones regionales, enamorandome enseguida de su gente. Entre ella, militantes-historiadores. 
Antes había escrito un articulo cuyo inicio les comparto.           


El Charco, Gro.

DE LA MILITARIZACIÓN EN EL SUR-SURESTE



Lo cuento como me lo cuenta X, que vive en la región, y con el soporte de la gruesa documentación que trae consigo y proviene de investigadores y periodistas bien conocidos. La advertencia vale porque éste no es un reportaje y la muerte y los proyectos que transforman países no son cosa de juego.



7 de junio de 1998

Uno lo leyó en su momento: las fuerzas armadas cercan una reunión de campesinos y campesinas convocada por el Ejército Revolucionario Popular Independiente (ERPI), entonces reciente excisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero. El resultado: 11 civiles muertos y ventitantos detenidos, entre ellos cinco menores de edad.

Los medios señalan las que les parecen circunstancias extrañas, como que la mayor parte de las muertes se produce, según diversos testimonios, no en el interior de la escuela (la Catirino Maldonado), donde están los cercados, sino en su cancha de basquetbol. O que, al parecer, cinco o seis de los cadáveres presenten un solo, certero balazo.

Las organizaciones civiles advierten otras aparentes inconsistencias del informe militar: no hay una sola baja de la tropa, a pesar de cuatro horas de intercambio de disparos, en las que los civiles tienen la ventaja de dominar el campo desde la Catirino, o que el número de muertos es mayor que el de heridos, invirtiendo la relación que se presenta normalmente. Inconsistencias que podrían ser explicadas por las terribles condiciones del cerco.

En los meses que siguen, tal y cual periódico recoge denuncias de los y las sobrevivientes, de haber sido objeto de un “castigo ejemplar”. Según esto, el ejército habría renunciado a obligar la rendición o la habría aprovechado para dar fin a esos cinco o seis hombres cuya sangre queda en las afueras de la escuela, una vez entregados. A uno, por lo menos, tras obligarlo a hincarse, de acuerdo a las declaraciones de los detenidos.
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Reconstruir el pasado es algo complejo, delicado, y depende de las fuentes que se eligen.
¿Quién se atreve a hacer una historia general del país, cuyo transcurso dura quinientos años, si miramos en corto, y miles a lo largo?