-Ahora soy el representante de Francis Coppola aquí. Busca una historia épica con ambiente mexicano y sé que escribiste algo muy bueno.
¿De qué hablaba? Ahora sin hijos bajo mi dependencia perseguía al "Sur, geografía profunda", las luchas en maquilas norteñas, etcétera, y el mero nombre del genial director me paralizó.
Entre blufs andaban cineastas, pintores conceptuales, académicos y demás para volverse cosmopolitas.
-Bueno, no hay porqué mudarme a Hollywood -pensé, jeje.
Tenía lo que el hombre buscaba, hasta sorprenderlo, sigo creyendo.
Molesto con mi contribución al estúpido mito mex sobre los San Patricios, en cómic y radio, había pasado años estudiando a esos hombres a cuyo través gritaba la Irlanda histórica y su ¿emigración
o exilio? a Estados Unidos, como le llamaban especialistas de otras partes, justo cuando nuestro vecino ensayaba en estas tierras políticas y modos extendidos luego al mundo entero.
El guión para cine documental que entregué poco antes a una institución y productores privados, salvaba el reto de lo "descubierto", involucrando a quienes debía reconocerse como reales propietarios de territorios tras cuya ocupación el Capitolio dirigiría una gran potencia: sioux, indios pueblo, comanches... El "México" contemporáneo aportaba elementos significativos y entrañables al bizarro conjunto donde la sociedad capitalista mostraba sus entrañas.
Volver eso ficción, según pretendieron mis contratadores, estaba en arameo. Solo Coppola o alguien así podía darle forma y hallé el factible cómo: una escaleta. Don Franscis la haría trizas para resolverla debidamente.
-No, quiere un gionista -dijo mi interlocutor.
-Buscaste en el baúl equivocado -respondí para durante tiempo libres sacarme la espinita, sin pretensiones de más nada.
Al poco un buen amigo sugirió darle salida, haciendo ciertos cambios.
-Va -accedí espantado por el hambre.
