miércoles, 11 de abril de 2018

Pecado. México, movimientos sociales "modernos"

Una vez fui quizás quien más supo sobre historia del movimiento obrero en México. Lo tenía fácil pues militaba en el contemporáneo, que carecía casi por completo de intelectuales, y había crecido en un ambiente familiar donde asalariado, sindicato, huelga, se usaban como términos cotidianos y reverenciales.
Años antes conocí los lugares en que se desarrolló la vida de mí abuelo y su mítica organización gremial, reconstruyendo el pasado e involucrándome con las luchas presentes, y así completé algo que creo fundamental: entender los lenguajes y mundos privados de una clase distinta aquí y allá y común en diversos aspectos, pues máquinas son máquinas y relaciones laborales... 
Al referirme a Ana y Malinka hablé de cuán difícil resulta asimilar al otro si media una clase social. Quienes venían de la burguesía -perdón por emplear esta palabra gastada y fielísima, que no inventaron los demagógos sino la propia burguesía, jeje- podían dedicarse en cuerpo y alma al pueblo y no ver sino su fantasma, tan como un pobre frecuenta tapices persas, sillones Luis XV y Châteaus Mouton-Rothschild sin apreciarlos realmente -más jeje y para nada jeje.
Me di el lujo, entonces y por ejemplo, de ¡descubrir la mayor huelga general durante nuestra Revolución!, que se tomaba como paro patronal o azar o pretexto -estamos hablando, pues, de yo rey tuerto y un reino historiográfico en tinieblas (jejeemos nuevamente).
En fin, fui, tiempo pasadísimo que comenzó a desaparecer cuando, consecuentes con nuestros demás delirios, ¡Poder obrero! pedíamos en las fábricas a nuestras compañeras y compañeros, ¡Poder "obrero"! se le aplicaba a quienes nos empleaban y con policías judiciales terminaron diciendo ¡Ustedes, a la calle! -súper glorioso jeje.


Ya no era universitario en 1968 y vivir el movimiento estudiantil desde fuera me impidió comprender medianamente qué sucedió. 
Seguro por envidia, pues, no lo dimensiono bien, aunque para muchos de quienes luego fueron mis amigos resultó el parteaguas y escribieron sobre ello. Esos materiales y numerosos otros están a mano y no les hago caso cuando ahora me pregunto ¿desde cuándo no se había producido un acontecimiento con tales dimensiones: las huelgas obreras de 1958-1959 o antes? 
Los comportamientos caprichosos parecen cosa común entre historiadores -no pertenezco al gremio, recuerdo-, sin que importe cuánto insistan en su puntillosa objetividad, y respecto a las luchas sociales modernas y posmodernas nuestra academia hace el Tancredo, como se diría antes usando términos taurinos.
Para contárselas a un taller, en 2012 invité a dos de los amigos a quienes hago referencia. Definieron  periodos muy distintos: uno, 1968-1988, y el otro 1958 al presente en curso. Aquél se extendería luego al propio 2012, para incluir a los universitarios del Yosoy132, y si le pidiera hoy llegar a 2018 subrayaría la movilización electoral. El segundo acentuaría las batallar magisteriales-populares entre 2013 y 2016 y la actividad del Congreso Nacional Indígena (CNI). 
Pueden deducirse sus motivos respecto al presente y a ustedes no les quedarán claros los cortes que hicieron antes. 
Ahora aparece un nuevo taller y lo daré yo mismo, pidiendo ayuda para tales y cuales sectores y momentos. Confieso que no trataría el 68 ni las luchas estudiantiles a continuación, sino fuera por mínima decencia. Puede entenderse si se considera mi hechura. 
Hablo en primera persona no para destacarme sino observando cuán tendencioso puede ser el trato de la historia.
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Aprovecho la notita para hacer apuntes del taller. Empezará con ésa advertencia, ejemplificando: 
Quien hizo el corte 68-88 concentró su interés en el gran movimiento estudiantil por hacer de lo nuevo la única virtud. Cuando para mi asombro, pues fue una experiencia que compartimos -ya veo la diferencia en el nivel-, le dedicó diez minutos al auge obrero iniciado en 1971, declarándolo muerto para 1975, pregunté ¿por qué?
-Fue una derrota -dijo a lo campechano.
Ah, caray, pensé; pues también el 68, ¿no? Obvié la afirmación de que todo terminó en 75, porque era una estupidez, excepto si se contemplaba desde la óptica que forzó el amigo: confrotación directa entre sociedad y Estado como un todo. Así, derrotada la Insurgencia Obrera (IO) cuyo centro era el STERM (sindicato electricista nacional independiente), pará qué referirse a las innumerables experiencias extendidas hasta más o menos 1982.
Detrás había otro discurso semi falso: los movimientos populares de la época fueron originados por estudiantes que se agruparon en organizaciones políticas -en particular maoístas y trosquistas-. No percibía una característica singular: por primera vez desde nuestra posrevolución la lucha se concentró en el sector privado. 
Perdió así a los años sesenta, donde se elaboraron prácticas de lucha substanciales después, sin valorar tampoco cuán sólida era la militancia fabril, sobre todo, que se desarrollaría más tarde. Y en general nada vio del proceso interno entre los asalariados urbanos e industriales en conjunto. ¿Cómo se explicaba entonces las huelgas más significativas, de quienes hizo mención más o menos merecida solo en un caso, Spicer, tomándola equivocadamente como un movimiento espontáneo? ¿Qué tenían que ver con la IO? Claro, a nuestra Cooperativa de Cine Marginal, que en efecto metió mano en casi cuanto conflicto se producía entre trabajadores y empresarios dentro de esta ciudad. Pasados cuarenta años el amigo, ahora ingente profesional, seguía sin preguntarse por los verdaderos orígenes de aquella genial huelga, cocinada poco a poco -si lo hiciera toparía, cierto, con otros clasemedieron como nosotros, pero que a su vez eran inexplicables sin procesos organizativos previos a 68 o netamente vecinales.
Aquella exposición acabó cubriéndose de gloria al responder una pregunta sobre la disidencia magisterial (CNTE):
-Por favor, hablamos de construir el futuro y no hay nada tan viejo como ese movimiento -que meses después y durante tres años conmocionaría al país por una sencilla, definitiva razón: la historia es historia, profundidad en el tiempo, y estas tierras maduran hace cinco siglos. 
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Difícilmente habrá taller. Todos están en otras, mejores cosas. A cambio daré charlas, por fuerza empobreciendo los acontecimientos. 
El cambio trae algo virtuoso. Rescataré el libro conmemorativo escrito para los cincuenta años del Frente Auténtico del Trabajo, usándolo a mi modo, con materiales sobre movimientos campesinos y urbano-populares. Habrá que partir, creo, del próximo parano nacional anunciado por la CNTE,  y aprovechar la investigación en curso sobre el cardenismo. Está ahí una liga natural: lo defendido hoy por maestras y maestros disidentes y organizaciones afines -campesinas en su mayoría- se fusionó durante el gobierno de Cárdenas y permite observar el abismo entre él y lo que propone López Obrador en particular -Morena avanza rápidamente hacia la nada.