viernes, 23 de abril de 2021

El movimiento popular. Historia

 

“Lo más importante es elegir en el mundo de lo historiable lo que nos conviene para determinado fin, e historiarlo sensatamente.” Esta soberbia consideración de Manuel Gamio guió estupendos trabajos y a ella me atengo ahora.


En marzo 28 de 1959 el gobierno mexicano ordena
una de las más violentas represiones al movimiento popular desde cuando menos los últimos treinta años: "miles de trabajadores (ferrocarrileras, petroleras y maestros) así como algunos estudiantes, son objeto de la furia policiaca, cuyos elementos (...) ocupan también locales sindicales. Nueve mil ferrocarrileros pierden su trabajo a partir de este día" y se inician castigos diversos en otros gremios.

Pareciera terminar así un proceso consolidado durante el cardenismo. Cierto, solo la clase obrera es golpeada, pero por los vínculos que mantuvo desde entonces con el campesinado indígena y no indígena, afecta profundamente al movimiento del pueblo en su conjunto. 

La historiografía dedicada a estudiarlo tenderá a presentar un panorama desolador que se extiende hasta el 1968 estudiantil. Es así aunque desde luego no olvida a la combativa Asociación Cívica Guerrerense y la Central Campesina Independiente, aparecidas justo a partir de aquél año, ni el vigoroso impulso médico que estalla en 1964.

No observa, creo, esfuerzos cuya característica es enfrentar nuevas condiciones nacionales en dos distintos sentidos: la emergencia de generaciones obreras cuyo mayoría forman migraciones campesinas en cascada, que confrontan a una burguesía semi improvisada por el régimen y ramas industriales operadas por consorcios extranjeros, y el práctico in, siquiera a la vista, del nacionalismo revolucionario nucleado por Lázaro Cárdenas.  Olvida al mismo tiempo la creciente influencia de fenómenos continentales: Cuba y su avance hacia el socialismo, y una Iglesia católica de base determinada a hacer suya la opción preferencial por los pobres.

Como aprecian por el título, busco aquí al pueblo que se echa a andar por sí mismo o al amparo o gracias a la influencia de utopías universales, cuyo origen debe hallarse en el siglo XVI, cuando arranca un fenómeno hasta ese momento inimaginable: el coloniaje presidido por "la máxima rentabilidad inmediata", que pone las bases del capitalismo. 

Destruida a grados nunca antes vistos, la civilización mesoamericana encuentra caminos para reinventarse. Lo hace, sí, a través de sus grupos nobiliarios, pero no logra su objetivo sino merced al pueblo, que explota vez tras vez en rebeliones mesiánicas. 

Este monumental esfuerzo forja a través de los trescientos años coloniales un espíritu que el levantamiento zapatista producido en 1994 sacará a la luz, cuando por primera vez desde los años 1800 vuelva a hablarse de indígenas, cuyas especifidades se ocultaron cada vez más bajo la noción campesinado          

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