Este trabajo partió preguntándose por la izquierda del
sexenio cardenista, para terminar sosteniendo una tesis: el movimiento que se anima
desde esferas gubernamentales va más allá de todo cálculo previsto y adelanta
los regímenes populares andinos cuyo poderoso efecto obra sobre Latinoamérica
entre 1994 y 2017. Su breve duración hace dudar de la experiencia concebida en
esos términos. Los logros no. Seis años bastan para producir cambios sociales
sin igual en nuestra historia, que tendrán efecto durante medio siglo y que todavía
hoy son un referente.
Ilustrémoslo por ahora con el consejo del embajador
estadounidense para responder al reparto agrario que devolvió sus tierras a los
yaquis, expropiando a grandes y pequeños propietarios de Estados Unidos: “Personalmente
estoy convencido de que el actual movimiento agrario no puede ser detenido por
este gobierno ni por ningún otro gobierno que lo remplace, sin precipitar una
revolución”.
Cuando en 1933 Lázaro Cárdenas es elegido virtual próximo
presidente, para algunos Plutarco Elías Calles se salió con la suya y seguirá
dirigiendo el país a trasmano para imponer al fin un proyecto institucional que
nos modernice. Así quedarán atrás veleidades agraristas y obreristas de los
tres lustros previos y el articulado social establecido por la Constitución se
ceñirá a una antigua máxima en nuestras tierras: ley y realidad no tienen necesaria
correspondencia y lo legislado debe ceñirse a los intereses del Estado.
Visto de cierta manera, el Jefe Máximo, como suele
llamarse al general sonorense, por su propio razonamiento está liquidado: los
tiempos de caudillos pasaron, dice, y pretende continuarlos. Se equivoca, pues nuestro
caudillismo sigue arraigado con una única condición: la alternancia. En todo
caso, él pertenece ya al pasado. En 1928, al morir Álvaro Obregón, con quien durante
casi una década sostuvo el juego sistémico, digamos, su destino estaba echado,
y cinco años de manejos arbitrarios lo confirman.
Si seguramente puede discutirse esta afirmación, la lanzo
con un solo objetivo: subrayar que el largo proceso posrevolucionario maduró o creó
nuevos grandes actores, preparados para genuinos cambios. Don Lázaro aparece
entonces como cabeza informal de fuerzas que emergen dentro del mismo régimen o
al lado suyo. Representan esa utopía mexicana pronta a realizarse, cuyos
personajes mayores son campesinos y obreros con utopías propias, ancestrales
o de más o menos reciente creación.
Para Cárdenas, sus cercanos y otros sectores, la obra reside justamente en materializar cuanto el constituyente de 1917 consensó para hacer justicia al pueblo y a una nación concebida como garantía del bienestar general.
¿Hasta qué punto coinciden así con las aspiraciones populares? El movimiento campesino y los sindicalistas avanzados tienen perspectivas muy vastas, afines al zapatismo, el villismo y los proyectos que se afilian a corrientes revolucionarias internacionales. revolucionarias que dejaron
Para Cárdenas, sus cercanos y otros sectores, la obra reside justamente en materializar cuanto el constituyente de 1917 consensó para hacer justicia al pueblo y a una nación concebida como garantía del bienestar general.
¿Hasta qué punto coinciden así con las aspiraciones populares? El movimiento campesino y los sindicalistas avanzados tienen perspectivas muy vastas, afines al zapatismo, el villismo y los proyectos que se afilian a corrientes revolucionarias internacionales. revolucionarias que dejaron
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