Cardenismo
Lento
de entendederas, según se decía antes, casi para terminar encontré la hipótesis
más apasionante: entre un Estado rudimentario, el cardenismo construye otro
paralelo, por llamarlo así. Lo forman esos miles de funcionarios públicos que llevan
instrucciones cuya operación final deciden ellos mismos, sobre la marcha,
confrontando al poder local compuesto por presidentes municipales, gobernadores,
jueces, terratenientes, empresarios, curas párrocos, obispos, caciques menores
que controlan a campesinos y obreros, profesionistas -médicos, por ejemplo- a
quienes el prestigio convierte en autoridades de facto. Al lado suyo están
líderes o direcciones populares con quienes acuerdan o coinciden. En lo alto,
cargos gubernamentales que tienen o se dan permisos extraordinarios.
Este
supuesto debe confirmarse bien a bien y dibujaría un panorama excepcionalmente animado,
revolucionario por naturaleza.
El
indicador con mucho más sólido a mi mano son los maestros rurales. Escuchemos a
Arnaldo Córdova: “En el proceso de reorganización política de la sociedad
mexicana llevado a cabo por el cardenismo (…) ningún grupo social se distinguió
tanto como los maestros de escuela primaria y entre éstos, en especial, los
maestros rurales, por su actividad política en el seno de las masas
trabajadoras. De hecho, casi no hubo organización o lucha popular en que los
maestros elementales no jugaran un papel destacado como agitadores,
propagandistas y organizadores. Sin exageración, se puede afirmar que en buena
medida el cardenismo cumplió su obra gracias al concurso extraordinario de los
trabajadores de la enseñanza, sobre todo en el campo, y que de no haber contado
con ellos sus esfuerzos se habrían frustrado o habrían sido muy limitados”.
Desde
1920 el régimen hace de la Secretaría de Educación Pública (SEP) su gran
instrumento cultural. Los recursos humanos y económicos empleados en ella son
enormes, gobierno tras gobierno. Aunque las directrices cambian, va creándose
una creciente relación del magisterio con los sectores populares, que tiende
cada vez más al socialismo criollo.
Cuando
llega el cardenismo hay, pues, miles de maestras y maestros acreditados ante
comunidades rurales, sobre todo, pero también entre barrios y colonias urbanas.
No es raro que su palabra compita con las de los religiosos, en una progresiva,
irreparable confrontación ventajosa para ellos, cuya vida transcurre con el
pueblo, dentro y fuera de los espacios educativos, sobre todo campesino,
conforme señala Córdova -al cual abandonamos ahora, momentáneamente, en las
citas.
A
partir de 1929 los propios programas escolares alientan al mentor a promover
actividades técnicas, productivas, que inciden en la salud, y la educación socialista diseñada por
Narciso Bassols tres años más tarde reanima las Escuelas Centrales Agrícolas
(ahora Escuelas Regionales Campesinas). A un tiempo se “incrementó la finalidad
cooperativista y colectivista de la educación, y la Dirección de Misiones se
convirtió en el Departamento de Enseñanza Agrícola y Normal Rural, lo que
ocasionó que las misiones perdieran su carácter ambulante y se anexaran a las
Escuelas Normales Rurales para tener más contacto con las comunidades”.
Apenas
declarado presidente, Cárdenas cuenta con este auténtico ejército que tiene
experiencia en dar batallas contra los poderes de hecho y de derecho.
“…el
socialismo nutría la casi mística creencia que muchos poseían de que la escuela
podía crear una nueva sociedad”, escribe un especialista sobre nuestras
normales rurales ya a fines de los años 1920. Y sigue: “Mientras que para unos
esta orientación significaba socializar los medios de producción, para otros
representaba simplemente una lucha contra el alcoholismo, la superstición y el
fanatismo religioso…” Cárdenas, agrega, “tipificaba un punto intermedio: la
humanización del capitalismo” o, según otro investigador, “una escuela
inspirada en la doctrina de la revolución mexicana”.
Si esto
último es cierto debe determinarlo una confrontación historiográfica aún viva.
Para nosotros indica algo muy sugerente: los normalistas rurales quizás
desbordan el propósito presidencial. Habría en ello una posible relativa
independencia de las autoridades que dirigen la SEP y relaciones directas entre
proyecto educativo y organizaciones sociales.
Pronto
veremos las reformas que el cardenismo en ciernes hace al Plan Sexenal callista,
y durante la campaña electoral, centrales sindicales, ligas agrarias y
fracciones del propio magisterio se manifiestan pública, activamente por la educación socialista, en movilizaciones
que organiza el mismo PNR, enfrentando resistencias conservadoras. Hay varios
actores allí, individuales y colectivos, y quiero señalar particularmente a uno,
considerando lo que ejemplifica: Ignacio García Téllez.
Este hombre
vinculado hace mucho al radicalismo oficial, viene de ser rector de la primera Universidad
Nacional autónoma. Allí se significó por dos cosas: “la instalación de las
academias mixtas de profesores y alumnos como órganos de participación y la
firma del primer contrato colectivo de trabajo” con el naciente sindicato. Representa,
pues, al funcionario que promueve la participación desde abajo y sirve ahora a don
Lázaro como su operador en el Partido, para nombrarlo luego Secretario de
Educación.
Quisiera
reconstruir la estructura y personal que estarán bajo “su mando”, no tengo
tiempo y me pierdo la gran historia, el día a día, donde tal vez encontraría un
más o menos amplio margen de acción nivel tras nivel. Posiblemente, incluso, Téllez
lo alienta.
Sigamos a una investigadora
estadounidense para observar algo en concreto: “En
los diversos murales que adornan las normales rurales del país, es común
encontrar la insignia de la hoz y el martillo. Este símbolo comunista que
representa la unidad entre campesinos y obreros empezó a recorrer el mundo poco
después del triunfo de la Revolución Rusa.” Nuestra guía dibuja los años 2010,
sabiendo que la historia es antigua y parece consolidarse en 1935 cuando se
funda la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. En esos
tiempos una tercera parte del Partido Comunista Mexicano está compuesta por
maestros y maestras, y en ellos el socialismo criollo, como dimos en
llamarle, tiene una mayor definición. Gonzalo Vázquez Vela, quien substituirá a García Téllez, está bien asociado al tejedismo
y por tanto al Partido Socialista de las Izquierdas,
curioso producto con aspiraciones marxistas. Por tanto, puede deducirse que el
cardenismo subraya naturalmente, digamos, la noción de lucha de clases entre el
magisterio, incorporándole docentes ajenos al PNR.