viernes, 3 de agosto de 2018

Y que se hace la luz


Cardenismo
Lento de entendederas, según se decía antes, casi para terminar encontré la hipótesis más apasionante: entre un Estado rudimentario, el cardenismo construye otro paralelo, por llamarlo así. Lo forman esos miles de funcionarios públicos que llevan instrucciones cuya operación final deciden ellos mismos, sobre la marcha, confrontando al poder local compuesto por presidentes municipales, gobernadores, jueces, terratenientes, empresarios, curas párrocos, obispos, caciques menores que controlan a campesinos y obreros, profesionistas -médicos, por ejemplo- a quienes el prestigio convierte en autoridades de facto. Al lado suyo están líderes o direcciones populares con quienes acuerdan o coinciden. En lo alto, cargos gubernamentales que tienen o se dan permisos extraordinarios.

Este supuesto debe confirmarse bien a bien y dibujaría un panorama excepcionalmente animado, revolucionario por naturaleza. 

El indicador con mucho más sólido a mi mano son los maestros rurales. Escuchemos a Arnaldo Córdova: “En el proceso de reorganización política de la sociedad mexicana llevado a cabo por el cardenismo (…) ningún grupo social se distinguió tanto como los maestros de escuela primaria y entre éstos, en especial, los maestros rurales, por su actividad política en el seno de las masas trabajadoras. De hecho, casi no hubo organización o lucha popular en que los maestros elementales no jugaran un papel destacado como agitadores, propagandistas y organizadores. Sin exageración, se puede afirmar que en buena medida el cardenismo cumplió su obra gracias al concurso extraordinario de los trabajadores de la enseñanza, sobre todo en el campo, y que de no haber contado con ellos sus esfuerzos se habrían frustrado o habrían sido muy limitados”.
Desde 1920 el régimen hace de la Secretaría de Educación Pública (SEP) su gran instrumento cultural. Los recursos humanos y económicos empleados en ella son enormes, gobierno tras gobierno. Aunque las directrices cambian, va creándose una creciente relación del magisterio con los sectores populares, que tiende cada vez más al socialismo criollo.
Cuando llega el cardenismo hay, pues, miles de maestras y maestros acreditados ante comunidades rurales, sobre todo, pero también entre barrios y colonias urbanas. No es raro que su palabra compita con las de los religiosos, en una progresiva, irreparable confrontación ventajosa para ellos, cuya vida transcurre con el pueblo, dentro y fuera de los espacios educativos, sobre todo campesino, conforme señala Córdova -al cual abandonamos ahora, momentáneamente, en las citas.
A partir de 1929 los propios programas escolares alientan al mentor a promover actividades técnicas, productivas, que inciden en la salud, y la educación socialista diseñada por Narciso Bassols tres años más tarde reanima las Escuelas Centrales Agrícolas (ahora Escuelas Regionales Campesinas). A un tiempo se “incrementó la finalidad cooperativista y colectivista de la educación, y la Dirección de Misiones se convirtió en el Departamento de Enseñanza Agrícola y Normal Rural, lo que ocasionó que las misiones perdieran su carácter ambulante y se anexaran a las Escuelas Normales Rurales para tener más contacto con las comunidades”.
Apenas declarado presidente, Cárdenas cuenta con este auténtico ejército que tiene experiencia en dar batallas contra los poderes de hecho y de derecho.
“…el socialismo nutría la casi mística creencia que muchos poseían de que la escuela podía crear una nueva sociedad”, escribe un especialista sobre nuestras normales rurales ya a fines de los años 1920. Y sigue: “Mientras que para unos esta orientación significaba socializar los medios de producción, para otros representaba simplemente una lucha contra el alcoholismo, la superstición y el fanatismo religioso…” Cárdenas, agrega, “tipificaba un punto intermedio: la humanización del capitalismo” o, según otro investigador, “una escuela inspirada en la doctrina de la revolución mexicana”.
Si esto último es cierto debe determinarlo una confrontación historiográfica aún viva. Para nosotros indica algo muy sugerente: los normalistas rurales quizás desbordan el propósito presidencial. Habría en ello una posible relativa independencia de las autoridades que dirigen la SEP y relaciones directas entre proyecto educativo y organizaciones sociales.
Pronto veremos las reformas que el cardenismo en ciernes hace al Plan Sexenal callista, y durante la campaña electoral, centrales sindicales, ligas agrarias y fracciones del propio magisterio se manifiestan pública, activamente por la educación socialista, en movilizaciones que organiza el mismo PNR, enfrentando resistencias conservadoras. Hay varios actores allí, individuales y colectivos, y quiero señalar particularmente a uno, considerando lo que ejemplifica: Ignacio García Téllez.
Este hombre vinculado hace mucho al radicalismo oficial, viene de ser rector de la primera Universidad Nacional autónoma. Allí se significó por dos cosas: “la instalación de las academias mixtas de profesores y alumnos como órganos de participación y la firma del primer contrato colectivo de trabajo” con el naciente sindicato. Representa, pues, al funcionario que promueve la participación desde abajo y sirve ahora a don Lázaro como su operador en el Partido, para nombrarlo luego Secretario de Educación.
Quisiera reconstruir la estructura y personal que estarán bajo “su mando”, no tengo tiempo y me pierdo la gran historia, el día a día, donde tal vez encontraría un más o menos amplio margen de acción nivel tras nivel. Posiblemente, incluso, Téllez lo alienta.  
Sigamos a una investigadora estadounidense para observar algo en concreto: “En los diversos murales que adornan las normales rurales del país, es común encontrar la insignia de la hoz y el martillo. Este símbolo comunista que representa la unidad entre campesinos y obreros empezó a recorrer el mundo poco después del triunfo de la Revolución Rusa.” Nuestra guía dibuja los años 2010, sabiendo que la historia es antigua y parece consolidarse en 1935 cuando se funda la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. En esos tiempos una tercera parte del Partido Comunista Mexicano está compuesta por maestros y maestras, y en ellos el socialismo criollo, como dimos en llamarle, tiene una mayor definición. Gonzalo Vázquez Vela, quien substituirá a García Téllez, está bien asociado al tejedismo y por tanto al Partido Socialista de las Izquierdas, curioso producto con aspiraciones marxistas. Por tanto, puede deducirse que el cardenismo subraya naturalmente, digamos, la noción de lucha de clases entre el magisterio, incorporándole docentes ajenos al PNR.