No habrá libro, así que puedo seguirle.
Aquí venimos a dar luego de Cardenismo (por una investigación mínimamente dec....
Es un borrador. Las tesis continúan pareciendo válidas.
Aquí venimos a dar luego de Cardenismo (por una investigación mínimamente dec....
Es un borrador. Las tesis continúan pareciendo válidas.
El
movimiento obrero y la confrontación con los empresarios
Desde su candidatura o durante el primer
año como presidente, Cárdenas, pues, cuenta potencial o materialmente con un
extraordinario ejército:
1.Muy diversos radicales oficialistas: de
Portes Gil y Cedillo, al tejedismo con genuinos tintes socialistas y bien
relacionado con los restos a la Liga Nacional Agraria del comunista Úrsulo
Galván, pasando por el Partido Nacional Agrarista.
2.Un movimiento obrero autónomo, en
ascenso y recomposición.
3.Un campesinado entre el cual resuena
seculares y modernas utopías, que se defiende de la profunda crisis económica,
preparado a estallar aquí y allá, a veces dirigidos por experimentados líderes
(Rubén Jaramillo es un ejemplo).
4.Un magisterio sobre todo rural pero
también urbano, que por tres lustros creó sólidos, entrañables lazos con las
comunidades donde trabaja, ahora multiplicado por el lanzamiento de la
Educación Socialista.
5.Intelectuales y profesionistas muy
lúcidos, de pensamiento socializante, llamémoslo así, que ingresaron al
servicio público y la política y serán decisivos en los gabinetes cardenistas.
6.Un PCM pequeño en número y grande en
personalidades reconocidas internacionalmente (Diego Rivera, los hermanos
Revueltas, David Alfaro Siqueiros…) y cuadros con enormes capacidades, que de
la clandestinidad forzada por el maximato pasará al reconocimiento legal.
En ciertos casos esos aliados tienen ya
nexos orgánicos con don Lázaro y en la mayoría si serán incondicionales del
régimen, mantendrán una independencia relativa también en grados
distintos.
Se afirma que el sexenio cardenista dio
forma al corporativismo característico de nuestra “dictadura perfecta”
posterior. Sin esos seis años, cierto, resulta impensable el “partido de
Estado” priista y sus lazos clientelares con la sociedad, empezando por un
campesinado y un mundo obrero cuyas instancias gremiales y comunitarias se
relacionarán directa, dependientemente, con los gobiernos nacionales y
regionales, bajo la omnímoda figura presidencial.
Este tema es tan complejo como el
propio cardenismo, que según un famoso historiador extranjero terminó por crear un juego de “humos y espejos”, en sus múltiples
interpretaciones.
Quizá la real pregunta es ¿de qué
corporativismo hablamos? “Política de masas”, prefiere llamar Arnaldo Córdoba a
ese rasgo estructural. ¿Cómo evoluciona?
“… la política de masas se
desarrollaría, necesariamente, independientemente de quien ocupara el
gobierno”, asegura Anguiano. Es una afirmación temeraria a primera vista, si
atendemos al conflicto que estalla en junio de 1935, cuando el nuevo sexenio
inicia su séptimo mes y Calles pide a la presidencia que reprima al movimiento
obrero. Nuestro historiador, deduzco, se refiere a cualquier política de masas,
forzosa para aspirar a un gran cambio, sin importar su orientación.
Alguien hizo un artículo de título muy
ilustrativo sobre esos meses: “Entre las huelgas y el box: la vida cotidiana en
1935”. Se refiere a nuestra capital federal, que es el mayor y no el único gran
ejemplo. “…sus efectos -dice- provocaron una crisis de
proporciones no imaginadas. La fábrica San Rafael prontamente evidenció la
dependencia de la burocracia estatal a sus productos: el gobierno no contaba ni
siquiera con un triste papel para apuntar recados ni para mandar los
memorándums. Los aparatos telefónicos, que controlaban las compañías Telefónica
y Telegráfica Mexicana y Ericcson entraron en un espeluznante letargo.
“De igual modo,
los trabajadores del hierro, los petroleros, así como algunas
organizaciones de trabajadores textiles manifestaron
sus inconformidades ante las condiciones laborales y salariales. En el colmo de
las protestas, el sindicato de panaderos y tamaleras amenazaron con dejar sin
vitales alimentos al grueso de la población”, concluye quien escribió ese buen
texto, despreciando a un sector clave por su beligerancia.
Desde 1933
los sindicatos viven un repunte extraordinario, gracias en mucho al surgimiento
de la CGOCM, cuyo líder, Lombardo Toledano, un año más tarde, durante plena
campaña presidencial, declara: en Cárdenas hay un “elemento joven, brioso, sincero aun cuando con ideas
poco precisas”, ante quien “el proletariado permanece vigilante”. Lo hace
incluso con los clarísimos signos que don Lázaro lanza en una gira sin paralelo,
como este discurso en Monterrey:
“Para hacer que la justicia de la revolución llegue a todos los
rincones del país, ETC.
En 35 Cárdenas permite expresarse con entera
libertad a ese movimiento obrero que hace una década no protagoniza jornadas
semejantes. ¿Cómo habría sido con un callista a la cabeza, del tipo de quienes
rodean al Tata en su gabinete (Calles hijo, Juan
de Dios Bojórquez, Pablo Quiroga, Aarón Sáenz, Abraham Ayala González)? ¿De qué manera, pues, si el Jefe Máximo reta indirectamente por ello al
primer mandatario? Con la política corporativa que el Jefe Máximo copió a
Mussolini y está descaradamente inscrita en la LFT. Los Contratos Colectivos de
Trabajo son allí condición ineludible, para auspiciar a un sindicalismo
controlado. Aun así, falta ver cómo el callismo reavivaría lo que recién
destruyó en la CROM, su antiguo aparato clientelar, multiplicándolo, pues no le
bastaría con ella. ¿Y el campo, donde hasta aquí el sistema opera a través,
precisamente, de quienes quiere controlar y contra los cuales creo el PNR, como
elemento centralizador, y un plan sexenal para supeditarlos a sus gobernadores:
los representantes del caciquismo local, auténtica plaga?
Las luchas gremiales en auge durante este momento,
nacen por propio impulso y no crean nexos orgánicos con el régimen, mientras se
desarrollan e incluso luego, si apreciamos bien a bien cómo aparecerá la
Confederación de Trabajadores de México (CTM). Organizaciones y crisis
económica cargada sobre el pueblo están ahí, rebasando cualquier voluntad
gubernamental. Su coincidencia con ésta, retroalimentándose, es algo distinto.
Para Fernando Benítez la reacción de Calles se debe
a que no entiende “que
la clase obrera había sustituido al ejército como factor predominante del poder
y que este reacomodo de fuerzas se reflejaba lógicamente en las Cámaras, donde
también prevalecían los partidarios de la línea obrerista del general Cárdenas”.
Está
interpretación parece también arriesgada, al menos contemplando el periodo, muy
temprano. En todo caso dice “línea obrerista” y no popular, que sería lo justo pues la base lesgislativa del
cardenismo hasta 1934 fueron los radicales agraristas y el campesinado anda a
su vez en movimiento, según nos advirtió Armando Bartra.
Para
entonces Cárdenas ha empleado palabras que parecerían dar la razón a Lombardo,
respecto a su vago perfil ideológico: “Debemos combatir al capitalismo, a la
escuela liberal capitalista que ignora la dignidad humana de los trabajadores y
los derechos de la colectividad; pero el capital que se ajusta a las nuevas
normas de justicia distributiva (…) merece plenas garantía y apoyo del
gobierno”. Luego aseguró “que pronto acabaría el ajuste trabajo-capital,
cesando así las huelgas”.
Ideas
vagas, digo, y en realidad corresponden a lo que da en llamarse liberalismo
social o, dentro del universo marxista, social democracia. No habría sorpresa,
consecuentemente, sino fuera porque en febrero del 36, cuando vuelve a
Monterrey, donde las y los trabajadores siguen el empuje contra un empresariado
que destaca por su cohesión y agresividad, el discurso adquiere tonos más
radicales, al fijar catorce puntos después famosos, cuyos meollos resume así un
estudioso:
“—Negación rotunda de toda facultad a la clase patronal para intervenir en las organizaciones de los obreros, pues no asiste a los empresarios derecho alguno para invadir el campo de acción social proletaria
“—La causa de las agitaciones sociales no radica en la existencia de núcleos comunistas Estos forman minorías sin influencia determinada en los destinos del país Las agitaciones provienen de la existencia de aspiraciones y necesidades justas de las masas trabajadoras, que no se satisfacen, y de la falta de cumplimiento de las leyes de trabajo, que da material de agitación
“—La presencia de pequeños grupos comunistas no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de nuestro país Existen estas minorías en Europa, en Estados Unidos y, en general, en todos los países del orbe Su acción en México no compromete la estabilidad de nuestras instituciones, ni alarma al gobierno ni debe alarmar a los empresarios
“—Más daño que los comunistas han hecho a la nación los fanáticos que asesinan profesores; fanáticos que se oponen al cumplimiento de las leyes y del programa revolucionario, y, sin embargo, tenemos que tolerarlos
“—Debe cuidarse mucho la clase patronal de que sus agitaciones se conviertan en banderilla política, porque esto nos llevará a una lucha armada
“—Los empresarios que se sientan fatigados por la lucha social pueden entregar sus industrias a los obreros o al gobierno Esto será patriótico, el paro no”.
“—Negación rotunda de toda facultad a la clase patronal para intervenir en las organizaciones de los obreros, pues no asiste a los empresarios derecho alguno para invadir el campo de acción social proletaria
“—La causa de las agitaciones sociales no radica en la existencia de núcleos comunistas Estos forman minorías sin influencia determinada en los destinos del país Las agitaciones provienen de la existencia de aspiraciones y necesidades justas de las masas trabajadoras, que no se satisfacen, y de la falta de cumplimiento de las leyes de trabajo, que da material de agitación
“—La presencia de pequeños grupos comunistas no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de nuestro país Existen estas minorías en Europa, en Estados Unidos y, en general, en todos los países del orbe Su acción en México no compromete la estabilidad de nuestras instituciones, ni alarma al gobierno ni debe alarmar a los empresarios
“—Más daño que los comunistas han hecho a la nación los fanáticos que asesinan profesores; fanáticos que se oponen al cumplimiento de las leyes y del programa revolucionario, y, sin embargo, tenemos que tolerarlos
“—Debe cuidarse mucho la clase patronal de que sus agitaciones se conviertan en banderilla política, porque esto nos llevará a una lucha armada
“—Los empresarios que se sientan fatigados por la lucha social pueden entregar sus industrias a los obreros o al gobierno Esto será patriótico, el paro no”.
Este
subrayado final es mío, porque indica cuán decidido está Cárdenas si el capital
se resiste al avance indispensable para resolver las grandes cuestiones
nacionales.
Tratando
el choque con las patronales, Anguiano confirma un elemento que establecí como
central. Don Lázaro empuja “el contacto directo, físico” con obreros y
campesinos, haciendo que “los funcionarios del gobierno se convirtieran en una
especie de líderes de masas y para
ligarse a aquéllos fueran a buscar en los centros de trabajo (…) con el
propósito de enterarse de sus problemas y necesidades”.
Estos
funcionarios pueden proceder aun de las secretarías u otras áreas (Departamento
del Distrito Federal, por ejemplo) a cuyo frente están los callistas, quienes
no saben lo que se mueve por debajo, pienso y ha de confirmarse.
Aprovechemos
para señalar a un Secretario que nos conduce hacia los mucho más peligrosos enemigos
futuros del régimen, hoy operando en silencio: el responsable del ejército,
general Pablo Escamilla. Tipo oscuro y vil, servirá a La mano negra, fundamental para Miguel Alemán. Transcribo
fragmentos de un apasionante relato:
“La
organización criminal conocida como La Mano Negra ha sido mencionada en estas
crónicas sólo como referencia. La historia completa la publiqué en mi libro La vida secreta de Guadalupe Victoria
(…)
“El
25 de junio de 1936 fue asesinado Manlio Fabio Altamirano Flores en el interior
del Café Tacuba, ubicado en el centro de la Ciudad de México. Estaba acompañado
por su esposa (…) Era el gobernador electo del estado de Veracruz, pero sus
asesinos no podían permitir que llegara vivo a la toma de posesión (…) pero a
los 8 días de la ejecución (…) entregó a Manuel Parra (…) la titularidad del
gobierno (…) para integrarse al gabinete de Cárdenas (…).
“A
Parra le tocó vivir el segundo período como gobernador del terrible Adalberto
Tejeda Olivares, azote de la Iglesia católica y de los terratenientes, por lo
que ya convertido en uno de estos formó una asociación para defenderse de las
guerrillas campesinas que mandaba contra los hacendados el propio gobernador.
“El
brazo armado de Manuel Parra era un grupo de sicarios llamado La Mano Negra (…) Uno de los socios de
Parra Mata era el secretario de Guerra y Marina (…) Pablo Quiroga Escamilla.”
En
ese momento “Miguel Alemán Valdés fue electo senador por el mismo estado de
Veracruz (…) Los asesinos fueron liberados al poco tiempo.
“En
el colmo del cinismo, Miguel Alemán Valdés, ya como presidente, ayudó a Pablo
Montano, hijo de Marcial, uno de los asesinos, para que se integrara a los
guardias presidenciales.” Antes llegó, por ese sangriento, inesperado camino, a
la gubernatura veracruzana.
Desde
allí operará para formar el sindicato de
gobernadores que cerrarán el paso a la continuidad cardenista. La mano negra en que se apoya “perpetró
por lo menos 10 mil asesinatos en diez años”.
¿Don Lázaro aprecia en justos
términos lo que Alemán y socios (Maximino Ávila Camacho, por encima de todos) serían
capaces de hacer con poderosas o vastas centrales obreras y campesinas como las
que empiezan a perfilarse bajo su amparo? Es pronto para preguntárselo