martes, 11 de junio de 2019

Fomento a la lectura II


I La biblioteca pública, las publicaciones y los proyectos institucionales fuera de la escuela, y la sociedad civil

La red bibliotecaria nacional
En los siete últimos años de la década anterior, hemos visto, el número de bibliotecas casi se multiplica por mil y se crean para ellas redes que comprometen a los gobiernos estatales, con un enorme aumento en la cantidad de libros y usuarios. Se abarca así a cerca del 80 por ciento de los municipios de la república.
El crecimiento se mantiene en los cuatro primeros años del decenio y a partir del quinto se intensifica en función de los nuevos programas de CONACULTA que acompañan al acuerdo de modernización educativa.
Para 2000 los establecimientos se elevan a 6 100 y engloban al 88% de los municipios del país (la totalidad de los que cuentan con al menos una escuela secundaria). Sus ejemplares a disposición llegan a 30 millones y a partir de 1994 el promedio anual de consultas se eleva a 80 millones, lo cual supone un dos mil  por ciento más que en 1983_.
En paralelo se promueve la participación directa de los ayuntamientos, consolidando una sistema de tres niveles. En el primero están las bibliotecas “centrales”, que cuentan con un acervo inicial de diez mil volúmenes y espacios de trabajo para 250 usuarios por lo mínimo, y que suelen encontrarse en las capitales estatales. En el segundo se hayan las “regionales”, ubicadas en ciudades medias, y en el tercero las municipales, cuya dotación básica es de 1500 volúmenes y en las cuales se busca atender a “comunidades alejadas de los centros urbanos”_.
Sin embargo, su distribución sigue dejando grandes lagunas en las zonas rurales y también en las suburbanas, y sus usuarios (siete de cada diez, estudiantes de educación básica y media superior) las emplean todavía y antes que nada para sus tareas escolares, sin que se garantice la frecuentación de textos en cantidad, calidad y libre elección_.
Por ello se han intensificado los programas de aliento a la lectura, que la dirección de bibliotecas resume de la siguiente manera para el periodo de mayor intensidad, entre 1995 y 2000:
“Las actividades de fomento a la lectura realizadas durante este periodo (…) fueron en promedio por año 150 952 a las que asistieron 4 947 721 personas, de las cuales el 80% fueron niños y jóvenes…
“Especial lugar ocupó el Programa ´Mis vacaciones en la biblioteca´, concebido con el objetivo de convertir a estos espacios en un punto de recreación y entretenimiento, no sólo a través de la lectura, sino también de la organización de otras actividades educativas y culturales. Esto permitió a una gran cantidad de niños, jóvenes y adultos encontrar una manera diferente de pasar su tiempo libre. Durante este periodo los talleres fueron dirigidos, entre otras, a las siguientes temáticas: ´¡Pásame la receta!´ (1995); ´Al vuelo del poema´ (1996); ´Leyendo leyendas´ (1997); ´El mundo de las mascotas´ (1998); ´Los pequeños escribas´ (1999); y ´El mundo de los cuentos´ (2000). La asistencia alcanzó, en promedio, a los 2 millones de personas por año.
“La responsabilidad de esta instancia en materia de fomento a la lectura se concretó, a su vez, en el diseño y difusión de una amplia gama de propuestas didácticas. Por ejemplo, se llevaron a cabo actividades permanentes, apoyadas en su mayoría en una selección de efemérides que fueron publicadas por la misma dependencia y que sirvieron de referencia temática para la realización de actividades como, entre otras, la hora del cuento, los círculos de lectura y las tertulias_.”
Una parte del éxito del nuevo aliento a la lectura puede medirse por la continuidad de programas e incluso de responsables de ellos. Este es uno de los casos y Ana María Magaloni, quien ha sido confirmada en su puesto en el cambio de administración de 1988, sigue al frente del sistema bibliotecario. Para ella la experiencia ha demostrado “que no basta sólo crecer, sino que además se tiene que cuidar y mantener lo hecho”_. Este es el fragmento de una entrevista que se le realiza:
AÑADIDO:
( “EDUCACIÓN Y BIBLIOTECA”, NUM. X, P.46:A PARTIR DE “…en las bibliotecas se han organizado”, HASTA FINAL, SIGUIENDO MIS CORTES) 
Hay profesionales de la animación de la lectura que critican severamente la forma en que se ha conducido la nueva política bibliotecaria, porque les parece que reproduce los vicios del sistema educativo, concentrándose en la atención a las labores escolares_. Nadie expresa con mayor contundencia estas críticas, que la argumentación del Instituto de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (ICGDF) al establecer su programa de Libro Clubes.
La descalificación empieza por señalar el pobre número y distribución de las instalaciones de la red bibliotecaria, “sus bajos presupuestos, colecciones no actualizadas y personal poco calificado”, que se traducirían en “numerosos trámites para obtener el préstamo de libros” y en un clima general en el cual campearían “las peores lacras del burocratismo”. Se subraya a la vez un aspecto que para el Instituto no tiene duda: tales espacios funcionan de hecho “como bibliotecas escolares”, a las cuales se asiste casi exclusivamente para hacer tareas, y que por ello y por su “pobreza” de títulos literarios, son incapaces de contribuir a la creación de auténticos lectores_.
Los promotores de los Libro Clubes parecen estar en lo justo en cuanto a la disposición del servicio para la mayoría de la gente, y lo demuestran respecto a la ciudad de México, donde para ocho millones y medio de habitantes hay apenas 24 bibliotecas públicas, dominadas por un “gran centralismo en su ubicación”_.
En cuanto a la labor de estas instancias como reales fomentadoras de la lectura, ésa y otras críticas se pronuncian por una forma única de efectiva apropiación de la lengua escrita: la que se produce en el contacto con la narrativa, la poesía y el teatro. La cuestión, como hemos visto, ha sido tratada por Silvia Dubovoy en Leer es Crecer, al reivindicar la lectura informativa y científica y el gusto por la imagen. En estos años la maestra abunda en el tema en un nuevo texto: Juguemos a Vivir_.

Balance hecho por Leer para ser mejores
(“AÑO DE LA LECTURA 1999-2000: DE PAG. 46: “Las bibliotecas públicas, constituidas”, A PAG. 47: requieren de apoyo y fortalecimiento.


Las publicaciones
En el mundo la literatura infantil y juvenil sigue experimentando una revolución, que cuenta con el apoyo de instancias, editoriales y premios bien reputados, y en México continua el florecimiento que busca dejar atrás “los esquemas educativos, moralizantes_”.
La época dispone, pues, de un gran número de autores y títulos. En nuestro país no se trata de un fenómeno al cual la promoción de la lectura se sume, sino que en gran medida arranca de ella, cuyos programas seleccionan y editan en grandes volúmenes buena parte de los materiales nacionales y extranjeros de calidad.
Como indicamos, durante la década la producción de libros pasa de 76 a 98 millones de ejemplares y de 11 833 a 16 003 títulos. Una porción de ella corresponde al Estado, quien no abandona la tarea de proporcionar publicaciones que no se rigen por la demanda del relativo pequeño sector de lectores habituales o con capacidad de compra.
En cuanto a las que se dirigen a la población abierta, no escolarizada, la responsabilidad pasa de la SEP a CONACULTA, quien queda a cargo de la DGP. Ésta resume así sus propósitos:
 “La necesidad de vincular más estrechamente cultura y escuela ha revelado el carácter estratégico que tienen el libro y la lectura en la educación y en el desarrollo personal de los individuos. El libro sigue siendo el instrumento privilegiado para la educación y difusión de la cultura…
“No nos será posible progresar en la tecnología del presente y del futuro sino mejoramos al mismo tiempo y sustancialmente la capacidad y los hábitos de lectura de los mexicanos_.”
Y define cinco líneas básicas: “1. Rescate y difusión del patrimonio artístico, histórico y literario de México. 2. Estímulo a la creación literaria a través de la edición y difusión del trabajo de los escritores mexicanos. 3. Apoyo a la docencia y difusión de la investigación en materia artística, histórica y literaria. 4. Fomento a la lectura con la edición de obras clásicas y contemporáneas en particular las dirigidas a jóvenes y niños, y 5. Enriquecimiento y diversificación de los acervos de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, con ediciones propias y coediciones pertinentes de utilidad para la red”_.
Se mantienen o renuevan colecciones exitosas como Lecturas Mexicanas, Cien de México y Cien del Mundo, y se agregan muchas otras: Biblioteca Universal, coedición de grandes obras de la cultura occidental, cuya recopilación y traducción se encarga a escritores y especialistas de diversos lugares de América Latina; Mirada Viajera, antología de la literatura de viajeros a nuestro país a lo largo de cinco siglos; los fascículos temáticos Pasajes de la Historia; la Biblioteca Mexicana, coeditada con el Fondo de Cultura Económica con participación de diversas instituciones privadas y públicas; Guardagujas, para narrativa original, y el Proyecto Editorial Tierra Adentro, que difunde el trabajo de los nuevos escritores nacionales, en particular del interior de la república; Tercer Milenio, Cultura Contemporánea de México…
Por aparte debe considerarse la labor de la dirección general de Culturas Populares e Indígenas, ahora adscrita al Consejo. Porque desde su nacimiento en 1978, sus publicaciones, si bien modestas, han tenido una contribución cualitativa en términos de la población a la cual atiende. En estos 1990 se acerca a completar 900 títulos en varias colecciones: Fiestas Populares de México, Pensar la Cultura, Culturas Populares de México, Arte Popular de México, Memoria Histórica, Letras Indígenas Contemporáneas, Lenguas de México, Cocina Indígena y Popular…
En conjunto, la colaboración de CONACULTA al fomento a la lectura se da por la triple vía de la publicación, de la distribución a través de la red Educal, y del aporte a acervos bibliotecarios o de promoción específica. La forma en que se incentiva directamente a ésta es por medio del recién creado programa Salas de Lectura, y de la edición de materiales para niños y jóvenes.
La literatura infantil y juvenil bien reconocida en México o en otros países, ocupa un espacio limitado, combinándose con obras de narrativa, teatro, divulgación del arte, de la historia y la ciencia, que resultan de los concursos convocados por la propia institución. La cantidad y gama de las colecciones es apreciable: Clásicos para Hoy, Un Día en la Vida de…; Encuentro, Barco de Vapor, Circo de Arte, Arte y Lenguaje para Niños; Arte para Niños, El Mejor Teatro para Niños, Fenómenos Naturales, Viaje al Centro de la Ciencia…
De esa forma en seis años se editan 1 200 títulos y 6 millones de ejemplares, cuya producción tiene para el Consejo un valor agregado en el volumen de coediciones: 60% del total. Gracias a ello “no sólo se abaten costos, se enriquece el catálogo propio y se promueve la industria editorial nacional, si no que se mejora la distribución y se llega con precios más accesibles al público, al tiempo que se dota de mejores acervos a las bibliotecas públicas a un costo más reducido”_.
En cuanto a esta labor editorial para niños y adolescentes tempranos, la industria privada, en particular la extranjera, abre crecientemente sus puertas a una verdadera oleada de narradores, sobre todo, pero también de poetas y compiladores y recreadores (de mitos, leyendas, literatura histórica clásica, canciones, etc.). Lo hace contagiándose del espíritu del fomento a la lectura, con un sentido editorial preocupado en precisar edades o niveles de desarrollo de los hábitos lectores.

A orillas del viento
A fines de 1991 el FCE da a la luz a este serie, que viene preparando desde la segunda mitad de los 1980. La componen de entrada dieciséis títulos regulares y cinco Especiales, como se los llama porque se trata de álbumes ilustrados, que su coordinador, Daniel Goldin, ha seleccionado y editado con esmero, dentro de un proyecto de concepción a largo plazo.
Poco antes el Fondo había tenido un papel destacado en el resurgimiento de la industria editorial, y con la nueva colección se decide a incursionar por primera vez en los libros infantiles y juveniles, participando de las inquietudes de la promoción a la lectura. Hay en ello también una razón económica, que debe tomarse en cuenta al observar el interés general de las editoriales por el género: “se supone que el ciclo de los libros para niños es más rápido pues retorna el capital [hasta 20 veces] más pronto”_.
“Nuestra idea original –dice Goldin en una entrevista de la época- era publicar una colección de libros singulares que mostraran la diversidad de propuestas estéticas en sentido gráfico y literario, de formatos e, incluso, de aproximaciones al concepto de lector. Creo que el espíritu que anima a la colección tiene mucho que ver con la alegría moral por la diversidad y con el mantenimiento de una cortesía fundamental con el lector. En otras palabras, no es sólo publicar libros raros o muy locos, como algunos han querido ver_.”
En otra entrevista se le pide a Goldin que abunde sobre el trabajo editorial de A la Orilla del Viento, a partir del concepto del “arte de la cortesía”:
(“DANIEL GOLDIN, EDITOR DE LIBROS PARA NIÑOS Y JÓVENES Y PROMOTOR DE LA LECTURA”, EDUCACIÓN Y BIBLIOTECA, NÚM. 94, 1998, P.10: DESDE EL INICIO DE LA RESPUESTA: “El ´arte de la cortesía…, HASTA EL FINAL DE LA PÁGINA.)_
La composición de la serie parece responder al panorama global del fomento en el país y en el conjunto de Latinoamérica. Por un lado incluye títulos reconocidos universalmente o en el marco de la lengua española o del subcontinente, que o no han sido editados en nuestra lengua o que no se publicitan en el país y en la región como se debiera. Por otro auspicia a escritores e ilustradores mexicanos, brasileños, argentinos, colombianos, etc., de mayor o menor nombre. Finalmente, se atreve a publicar obras controversiales. Parte de su producción proviene de los concursos que la colección establece y que gozan de reconocimiento internacional, en especial en Latinoamérica.
Si bien su primer propósito en este aspecto es sustentar la diversidad a la que Goldin se ha referido, partiendo de las facultades de un libro para su apropiación por el lector: “Creo que el proyecto se distinguió porque no hacíamos ninguna discriminación de la nacionalidad, del idioma, de la propuesta estética. Simplemente nos parecían libros vivos, de alta calidad y que le decían algo a los niños y no eran libros en donde forzosamente ellos se debían de ver reflejados mecánica o superficialmente.
“Lo que nosotros decíamos es que un libro creado en Inglaterra, por un autor inglés y que desde la obra habla de él mismo, puede también hablarle al niño de Oaxaca, de Chiapas, de la Sierra Tarahumara. Ahí es donde yo digo que lo importante es la apropiación, y lo demostramos. Demostramos cómo Wiily el Tímido, de Anthony Browne, era apropiado por distintos lectores, en distintas formas, sin decir ´Esto no es mío porque fue pensado por un artista inglés´. En ese sentido lo que decía es: ´Hay que generar libros que susciten el deseo de ser apropiados, que estimulen ese acto de apropiación”.
“O lo que es igual: yo me hago de un libro y digo ´Este libro me sirve a mí para pensar cosas, para decir cosas o para sentir cosas´, independientemente de si estoy obedeciendo o no a la voluntad del escritor o del ilustrador. Yo me hago dueño no sólo del libro, sino de mí, de mis emociones, de una posibilidad distinta de habitar el mundo._”
Hay también en esta obra del FCE una reivindicación de la lectura en términos no sólo del texto, sino de la imagen. El propio Goldin, respondiendo a una pregunta sobre las cualidades de los álbumes, explica:
“Una de ellas es la revaloración del lenguaje gráfico como un lenguaje con plenos poderes. Es algo sobre lo que hemos insistido mucho en el Fondo. Ante la andanada de comentarios de tantos promotores de la lectura sobre cómo la palabra ha perdido lugar frente a la imagen, nosotros respondemos que eso es sólo parcialmente cierto. Y que en lugar de lamentar la supuesta derrota de la palabra por la imagen habrá que empezar a tomarnos en serio la educación visual_.”
En la década la colección da forma a cerca de 300 títulos y con sus hermanas menores, Travesías y Vida y Palabras de los Indios de América, encuentra una forma de clasificación más flexible y atinada que la del conjunto de la industria privada, sobre los niveles de lectura: Para los que están aprendiendo a leer, Para los que empiezan a leer, Para los que leen bien y Para los grandes lectores.
Las colecciones del Fondo tienen presente el “peligroso” “fenómeno de la escolarización de la lectura”_, que hace a las editoriales despreocuparse de la distribución en librerías, una vez que grandes volúmenes de sus libros han sido comprados por el sistema escolar, propiciando otros vicios_.
La distribución abierta sigue siendo, sin embargo, una cuestión de difícil trámite en la república, donde las redes del mercado son muy modestas (en 1995 se asegura que no hay más de 200 libreros profesionales_) y continúan concentrándose en unas cuantas ciudades. La de Educal, que ha nacido en los 1980 para distribuir el fondo editorial de la SEP con los recursos e infraestructura del antiguo El Correo del Libro, tampoco va mucho más allá del Distrito Federal y de las capitales de los estados. A pesar de todo, cuando en 1998 se la reestructura, sus 81 establecimientos prueban las bondades de la iniciativa con una relativamente elevada cantidad de ventas_. 

Balance hecho por Leer para Ser Mejores
Respecto a las editoriales, el diagnóstico de este programa nacional en 1999 concluye:
(LEER PARA SER MEJORES,  DE PAG. 59: “En la actualidad,  la oferta editorial es insuficiente…” A PAG. 60: “…pretende volver asiduo a la lectura.”) _
En lo que respecta a la distribución a través de librerías:
(LEER PARA SER MEJORES, PAG.. 58, DE “El número de librerías…”, A FINAL DE PÁRRAFO: “…y de ampliación del conocimiento)._


Otros programas institucionales
Salas de lectura
En 1995 la Dirección General de Publicaciones de CONACULTA, como parte de la “línea de política pública” que se establece entonces en México, Hacia un País de Lectores, da forma a este programa de fomento que es el más ambicioso fuera del sistema educativo y de la red bibliotecaria, con el concurso de los institutos de cultura de los estados, nacidos con la creación del propio Consejo.
Su objetivo es “propiciar el encuentro gratificante y significativo entre los lectores y los libros, a través de la creación de espacios en la comunidad (diferentes de las escuelas y las bibliotecas), en los que se realizan variadas actividades”_.
La población en la cual se pone “especial énfasis” son los jóvenes mayores de 15 años de edad, y los adultos, pero no está constreñido a ellos y con el tiempo niños y adolescentes tempranos son alcanzados por el proyecto. El propósito es crear estos espacios en donde quiera que estén dispuestos a darles vida “personas con liderazgo”, de manera voluntaria y gratuita, a partir de una dotación de libros proporcionados por el Consejo y con el apoyo de capacitación de éste. Los promotores y responsables pueden ser tanto “estudiantes, amas de casa, profesores, instructores comunitarios, bibliotecarios”, como “narradores orales, artesanos, matemáticos, y personas con muy diversa profesión, cuya tarea esencial es facilitar, acompañar y compartir la lectura con los participantes y fomentar la lectura en su comunidad”._
Las salas pueden establecerse, entonces, en “atrios, hospitales, parques, hogares, centros de readaptación social, oficinas, casas de cultura”, o ser itinerantes, “transportándose en maletas, canastas y cajas viajeras por ejidos, rancherías y sitios sumamente alejados de la cultura escrita”_.
Para iniciar los círculos, sus responsables asisten a un curso “en el que adquieren el conocimiento de herramientas teórico-prácticas que les permitirán efectuar diversas actividades al interior y al exterior de la sala de lectura“_. A partir de ello “elaboran un proyecto de trabajo viable y ajustado a su entorno”_:
A continuación “reciben un acervo de alrededor de cien libros [en los primeros años, y luego de 200] seleccionados para satisfacer diferentes intereses de lectura, así como descuento en las librerías Educal y la asesoría permanente de un grupo de especialistas”_.
Las actividades consideradas son la lectura en voz alta, la narración oral y escrita, el intercambio de opiniones y las reflexiones “tras leer los textos de variado géneros, temáticas y tratamientos, seleccionados en el paquete, y los que se aspira se alleguen las Salas, bajo un régimen de préstamo domiciliario”_.
Los principales compromisos que adquieren los promotores voluntarios, son realizar actividades de fomento “cuando menos una vez por semana, durante dos horas continuas”, enviar “trimestralmente un reporte de trabajo al instituto de cultura o consulado de su estado”, y asistir “a capacitaciones complementarias y encuentros con otros coordinadores para intercambiar experiencias”_.
Un año después del lanzamiento del programa, la DGP lo apoya con una colección de ponencias presentadas al Seminario Internacional de Fomento a la Lectura, que se realiza en cada edición de la FILIJ, y en 1998, en colaboración con la SEP y la Asociación Mexicana de Promotores de Lectura (AMPLC), convoca al concurso nacional “Historias de Lectura”, con el cual intenta dar a conocer “la gran diversidad de condiciones que conducen a las personas hacia los libros y a través de ellas estimular y hacer extensiva la invitación apara acercarse a la lectura”_.
Durante los primeros cuatro años el programa tiene alcances modestísimos, instalando apenas 40 salas a lo largo del país e interesando a un número de personas que no se precisa pero que sin duda es muy pequeño. Una docena de cursos de capacitación regionales y un par de encuentros nacionales por año, realizados a partir de 1997-1998, con la asistencia de entre 16 y 32 coordinadores de estos nuevos círculos de lectura, completan la iniciativa._
Es el programa Leer para ser Mejores, quien en 1999-2000 le proporciona un verdadero impulso, multiplicando casi por 20 los espacios (935) y las actividades de capacitación (47), para abarcar a la totalidad de las entidades, excepto Yucatán y Baja California Sur, con cantidades que en general oscilan entre 12 y 67 salas, si bien hay varios estados (Coahuila, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora) donde su presencia es más bien formal (de una a tres unidades)_.
Incluimos aquí fragmentos de documentos de la DGP que recogen el desarrollo y las particularidades del programa:
El cómo: (“PROGRAMA NACIONAL SALAS DE LECTURA”, LIBERÍA MEXICANA. DE PAG. 4, QUE INICIA CON EL TEXTO “La dinámica de este esquema de trabajo parte de la suma“, a FINAL DE PAG. 5_.) 
Estos son algunos testimonios de coordinadores de las salas: (“PROGRAMA NACIONAL SALAS DE LECTURA”, LIBERÍA MEXICANA: PAG.25, PRIMER TESTIMONIO; PAG. 26, SEGUNDO Y TERCER TESTIMONIO –BAJA CALIFORNIA Y PRIMERO DE CHIHUAHUA; PAG. 27, TOTALIDAD DE LAS PAG.; PAG. 28, PRIMER TESTIMONIO DE MONTERREY; PAG. 29, PRIMER TESTIMONIO; PAG. 30, TODOS LOS TESTIMONIOS MENOS EL SEGUNDO DE MORELOS; PAG.31, LA TOTALIDAD DE LA PAG.)_