I La biblioteca pública, las
publicaciones y los proyectos institucionales fuera de la escuela, y la
sociedad civil
La red bibliotecaria nacional
En los siete últimos años de la
década anterior, hemos visto, el número de bibliotecas casi se multiplica por
mil y se crean para ellas redes que comprometen a los gobiernos estatales, con
un enorme aumento en la cantidad de libros y usuarios. Se abarca así a cerca
del 80 por ciento de los municipios de la república.
El crecimiento se mantiene en los
cuatro primeros años del decenio y a partir del quinto se intensifica en
función de los nuevos programas de CONACULTA que acompañan al acuerdo de
modernización educativa.
Para 2000 los establecimientos se
elevan a 6 100 y engloban al 88% de los municipios del país (la totalidad de
los que cuentan con al menos una escuela secundaria). Sus ejemplares a
disposición llegan a 30 millones y a partir de 1994 el promedio anual de
consultas se eleva a 80 millones, lo cual supone un dos mil por ciento más que en 1983_.
En paralelo se promueve la
participación directa de los ayuntamientos, consolidando una sistema de tres
niveles. En el primero están las bibliotecas “centrales”, que cuentan con un
acervo inicial de diez mil volúmenes y espacios de trabajo para 250 usuarios
por lo mínimo, y que suelen encontrarse en las capitales estatales. En el
segundo se hayan las “regionales”, ubicadas en ciudades medias, y en el tercero
las municipales, cuya dotación básica es de 1500 volúmenes y en las cuales se
busca atender a “comunidades alejadas de los centros urbanos”_.
Sin embargo, su distribución
sigue dejando grandes lagunas en las zonas rurales y también en las suburbanas,
y sus usuarios (siete de cada diez, estudiantes de educación básica y media
superior) las emplean todavía y antes que nada para sus tareas escolares, sin
que se garantice la frecuentación de textos en cantidad, calidad y libre
elección_.
Por ello se han intensificado los
programas de aliento a la lectura, que la dirección de bibliotecas resume de la
siguiente manera para el periodo de mayor intensidad, entre 1995 y 2000:
“Las actividades de fomento a la
lectura realizadas durante este periodo (…) fueron en promedio por año 150 952
a las que asistieron 4 947 721 personas, de las cuales el 80% fueron niños y
jóvenes…
“Especial lugar ocupó el Programa
´Mis vacaciones en la biblioteca´, concebido con el objetivo de convertir a
estos espacios en un punto de recreación y entretenimiento, no sólo a través de
la lectura, sino también de la organización de otras actividades educativas y
culturales. Esto permitió a una gran cantidad de niños, jóvenes y adultos
encontrar una manera diferente de pasar su tiempo libre. Durante este periodo
los talleres fueron dirigidos, entre otras, a las siguientes temáticas:
´¡Pásame la receta!´ (1995); ´Al vuelo del poema´ (1996); ´Leyendo leyendas´ (1997);
´El mundo de las mascotas´ (1998); ´Los pequeños escribas´ (1999); y ´El mundo
de los cuentos´ (2000). La asistencia alcanzó, en promedio, a los 2 millones de
personas por año.
“La responsabilidad de esta
instancia en materia de fomento a la lectura se concretó, a su vez, en el
diseño y difusión de una amplia gama de propuestas didácticas. Por ejemplo, se
llevaron a cabo actividades permanentes, apoyadas en su mayoría en una
selección de efemérides que fueron publicadas por la misma dependencia y que
sirvieron de referencia temática para la realización de actividades como, entre
otras, la hora del cuento, los círculos de lectura y las tertulias_.”
Una parte del éxito del nuevo
aliento a la lectura puede medirse por la continuidad de programas e incluso de
responsables de ellos. Este es uno de los casos y Ana María Magaloni, quien ha
sido confirmada en su puesto en el cambio de administración de 1988, sigue al
frente del sistema bibliotecario. Para ella la experiencia ha demostrado “que
no basta sólo crecer, sino que además se tiene que cuidar y mantener lo
hecho”_. Este es el fragmento de una entrevista que se le realiza:
AÑADIDO:
( “EDUCACIÓN Y BIBLIOTECA”, NUM.
X, P.46:A PARTIR DE “…en las bibliotecas se han organizado”, HASTA FINAL,
SIGUIENDO MIS CORTES)
Hay profesionales de la animación
de la lectura que critican severamente la forma en que se ha conducido la nueva
política bibliotecaria, porque les parece que reproduce los vicios del sistema
educativo, concentrándose en la atención a las labores escolares_. Nadie
expresa con mayor contundencia estas críticas, que la argumentación del
Instituto de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (ICGDF) al establecer su
programa de Libro Clubes.
La descalificación empieza por
señalar el pobre número y distribución de las instalaciones de la red
bibliotecaria, “sus bajos presupuestos, colecciones no actualizadas y personal
poco calificado”, que se traducirían en “numerosos trámites para obtener el
préstamo de libros” y en un clima general en el cual campearían “las peores
lacras del burocratismo”. Se subraya a la vez un aspecto que para el Instituto
no tiene duda: tales espacios funcionan de hecho “como bibliotecas escolares”,
a las cuales se asiste casi exclusivamente para hacer tareas, y que por ello y
por su “pobreza” de títulos literarios, son incapaces de contribuir a la
creación de auténticos lectores_.
Los promotores de los Libro
Clubes parecen estar en lo justo en cuanto a la disposición del servicio para
la mayoría de la gente, y lo demuestran respecto a la ciudad de México, donde
para ocho millones y medio de habitantes hay apenas 24 bibliotecas públicas,
dominadas por un “gran centralismo en su ubicación”_.
En cuanto a la labor de estas
instancias como reales fomentadoras de la lectura, ésa y otras críticas se
pronuncian por una forma única de efectiva apropiación de la lengua escrita: la
que se produce en el contacto con la narrativa, la poesía y el teatro. La
cuestión, como hemos visto, ha sido tratada por Silvia Dubovoy en Leer es Crecer,
al reivindicar la lectura informativa y científica y el gusto por la imagen. En
estos años la maestra abunda en el tema en un nuevo texto: Juguemos a Vivir_.
Balance hecho por Leer para ser
mejores
(“AÑO DE LA LECTURA 1999-2000: DE
PAG. 46: “Las bibliotecas públicas, constituidas”, A PAG. 47: requieren de
apoyo y fortalecimiento.
Las publicaciones
En el mundo la literatura
infantil y juvenil sigue experimentando una revolución, que cuenta con el apoyo
de instancias, editoriales y premios bien reputados, y en México continua el
florecimiento que busca dejar atrás “los esquemas educativos, moralizantes_”.
La época dispone, pues, de un
gran número de autores y títulos. En nuestro país no se trata de un fenómeno al
cual la promoción de la lectura se sume, sino que en gran medida arranca de
ella, cuyos programas seleccionan y editan en grandes volúmenes buena parte de
los materiales nacionales y extranjeros de calidad.
Como indicamos, durante la década
la producción de libros pasa de 76 a 98 millones de ejemplares y de 11 833 a 16
003 títulos. Una porción de ella corresponde al Estado, quien no abandona la
tarea de proporcionar publicaciones que no se rigen por la demanda del relativo
pequeño sector de lectores habituales o con capacidad de compra.
En cuanto a las que se dirigen a
la población abierta, no escolarizada, la responsabilidad pasa de la SEP a
CONACULTA, quien queda a cargo de la DGP. Ésta resume así sus propósitos:
“La necesidad de vincular más estrechamente
cultura y escuela ha revelado el carácter estratégico que tienen el libro y la
lectura en la educación y en el desarrollo personal de los individuos. El libro
sigue siendo el instrumento privilegiado para la educación y difusión de la
cultura…
“No nos será posible progresar en
la tecnología del presente y del futuro sino mejoramos al mismo tiempo y
sustancialmente la capacidad y los hábitos de lectura de los mexicanos_.”
Y define cinco líneas básicas:
“1. Rescate y difusión del patrimonio artístico, histórico y literario de
México. 2. Estímulo a la creación literaria a través de la edición y difusión
del trabajo de los escritores mexicanos. 3. Apoyo a la docencia y difusión de
la investigación en materia artística, histórica y literaria. 4. Fomento a la
lectura con la edición de obras clásicas y contemporáneas en particular las
dirigidas a jóvenes y niños, y 5. Enriquecimiento y diversificación de los
acervos de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, con ediciones propias y
coediciones pertinentes de utilidad para la red”_.
Se mantienen o renuevan
colecciones exitosas como Lecturas Mexicanas, Cien de México y Cien del Mundo,
y se agregan muchas otras: Biblioteca Universal, coedición de grandes obras de
la cultura occidental, cuya recopilación y traducción se encarga a escritores y
especialistas de diversos lugares de América Latina; Mirada Viajera, antología
de la literatura de viajeros a nuestro país a lo largo de cinco siglos; los
fascículos temáticos Pasajes de la Historia; la Biblioteca Mexicana, coeditada
con el Fondo de Cultura Económica con participación de diversas instituciones
privadas y públicas; Guardagujas, para narrativa original, y el Proyecto
Editorial Tierra Adentro, que difunde el trabajo de los nuevos escritores
nacionales, en particular del interior de la república; Tercer Milenio, Cultura
Contemporánea de México…
Por aparte debe considerarse la
labor de la dirección general de Culturas Populares e Indígenas, ahora adscrita
al Consejo. Porque desde su nacimiento en 1978, sus publicaciones, si bien
modestas, han tenido una contribución cualitativa en términos de la población a
la cual atiende. En estos 1990 se acerca a completar 900 títulos en varias
colecciones: Fiestas Populares de México, Pensar la Cultura, Culturas Populares
de México, Arte Popular de México, Memoria Histórica, Letras Indígenas
Contemporáneas, Lenguas de México, Cocina Indígena y Popular…
En conjunto, la colaboración de
CONACULTA al fomento a la lectura se da por la triple vía de la publicación, de
la distribución a través de la red Educal, y del aporte a acervos
bibliotecarios o de promoción específica. La forma en que se incentiva
directamente a ésta es por medio del recién creado programa Salas de Lectura, y
de la edición de materiales para niños y jóvenes.
La literatura infantil y juvenil
bien reconocida en México o en otros países, ocupa un espacio limitado,
combinándose con obras de narrativa, teatro, divulgación del arte, de la
historia y la ciencia, que resultan de los concursos convocados por la propia
institución. La cantidad y gama de las colecciones es apreciable: Clásicos para
Hoy, Un Día en la Vida de…; Encuentro, Barco de Vapor, Circo de Arte, Arte y
Lenguaje para Niños; Arte para Niños, El Mejor Teatro para Niños, Fenómenos
Naturales, Viaje al Centro de la Ciencia…
De esa forma en seis años se
editan 1 200 títulos y 6 millones de ejemplares, cuya producción tiene para el
Consejo un valor agregado en el volumen de coediciones: 60% del total. Gracias
a ello “no sólo se abaten costos, se enriquece el catálogo propio y se promueve
la industria editorial nacional, si no que se mejora la distribución y se llega
con precios más accesibles al público, al tiempo que se dota de mejores acervos
a las bibliotecas públicas a un costo más reducido”_.
En cuanto a esta labor editorial
para niños y adolescentes tempranos, la industria privada, en particular la
extranjera, abre crecientemente sus puertas a una verdadera oleada de
narradores, sobre todo, pero también de poetas y compiladores y recreadores (de
mitos, leyendas, literatura histórica clásica, canciones, etc.). Lo hace
contagiándose del espíritu del fomento a la lectura, con un sentido editorial
preocupado en precisar edades o niveles de desarrollo de los hábitos lectores.
A orillas del viento
A fines de 1991 el FCE da a la
luz a este serie, que viene preparando desde la segunda mitad de los 1980. La
componen de entrada dieciséis títulos regulares y cinco Especiales, como se los
llama porque se trata de álbumes ilustrados, que su coordinador, Daniel Goldin,
ha seleccionado y editado con esmero, dentro de un proyecto de concepción a
largo plazo.
Poco antes el Fondo había tenido
un papel destacado en el resurgimiento de la industria editorial, y con la
nueva colección se decide a incursionar por primera vez en los libros
infantiles y juveniles, participando de las inquietudes de la promoción a la
lectura. Hay en ello también una razón económica, que debe tomarse en cuenta al
observar el interés general de las editoriales por el género: “se supone que el
ciclo de los libros para niños es más rápido pues retorna el capital [hasta 20
veces] más pronto”_.
“Nuestra idea original –dice
Goldin en una entrevista de la época- era publicar una colección de libros
singulares que mostraran la diversidad de propuestas estéticas en sentido
gráfico y literario, de formatos e, incluso, de aproximaciones al concepto de
lector. Creo que el espíritu que anima a la colección tiene mucho que ver con
la alegría moral por la diversidad y con el mantenimiento de una cortesía
fundamental con el lector. En otras palabras, no es sólo publicar libros raros
o muy locos, como algunos han querido ver_.”
En otra entrevista se le pide a
Goldin que abunde sobre el trabajo editorial de A la Orilla del Viento, a
partir del concepto del “arte de la cortesía”:
(“DANIEL GOLDIN, EDITOR DE LIBROS
PARA NIÑOS Y JÓVENES Y PROMOTOR DE LA LECTURA”, EDUCACIÓN Y BIBLIOTECA, NÚM.
94, 1998, P.10: DESDE EL INICIO DE LA RESPUESTA: “El ´arte de la cortesía…,
HASTA EL FINAL DE LA PÁGINA.)_
La composición de la serie parece
responder al panorama global del fomento en el país y en el conjunto de
Latinoamérica. Por un lado incluye títulos reconocidos universalmente o en el
marco de la lengua española o del subcontinente, que o no han sido editados en
nuestra lengua o que no se publicitan en el país y en la región como se
debiera. Por otro auspicia a escritores e ilustradores mexicanos, brasileños,
argentinos, colombianos, etc., de mayor o menor nombre. Finalmente, se atreve a
publicar obras controversiales. Parte de su producción proviene de los
concursos que la colección establece y que gozan de reconocimiento
internacional, en especial en Latinoamérica.
Si bien su primer propósito en
este aspecto es sustentar la diversidad a la que Goldin se ha referido,
partiendo de las facultades de un libro para su apropiación por el lector:
“Creo que el proyecto se distinguió porque no hacíamos ninguna discriminación
de la nacionalidad, del idioma, de la propuesta estética. Simplemente nos
parecían libros vivos, de alta calidad y que le decían algo a los niños y no
eran libros en donde forzosamente ellos se debían de ver reflejados mecánica o
superficialmente.
“Lo que nosotros decíamos es que
un libro creado en Inglaterra, por un autor inglés y que desde la obra habla de
él mismo, puede también hablarle al niño de Oaxaca, de Chiapas, de la Sierra
Tarahumara. Ahí es donde yo digo que lo importante es la apropiación, y lo
demostramos. Demostramos cómo Wiily el Tímido, de Anthony Browne, era apropiado
por distintos lectores, en distintas formas, sin decir ´Esto no es mío porque
fue pensado por un artista inglés´. En ese sentido lo que decía es: ´Hay que
generar libros que susciten el deseo de ser apropiados, que estimulen ese acto
de apropiación”.
“O lo que es igual: yo me hago de
un libro y digo ´Este libro me sirve a mí para pensar cosas, para decir cosas o
para sentir cosas´, independientemente de si estoy obedeciendo o no a la
voluntad del escritor o del ilustrador. Yo me hago dueño no sólo del libro,
sino de mí, de mis emociones, de una posibilidad distinta de habitar el
mundo._”
Hay también en esta obra del FCE
una reivindicación de la lectura en términos no sólo del texto, sino de la
imagen. El propio Goldin, respondiendo a una pregunta sobre las cualidades de
los álbumes, explica:
“Una de ellas es la revaloración
del lenguaje gráfico como un lenguaje con plenos poderes. Es algo sobre lo que
hemos insistido mucho en el Fondo. Ante la andanada de comentarios de tantos
promotores de la lectura sobre cómo la palabra ha perdido lugar frente a la imagen,
nosotros respondemos que eso es sólo parcialmente cierto. Y que en lugar de
lamentar la supuesta derrota de la palabra por la imagen habrá que empezar a
tomarnos en serio la educación visual_.”
En la década la colección da
forma a cerca de 300 títulos y con sus hermanas menores, Travesías y Vida y
Palabras de los Indios de América, encuentra una forma de clasificación más
flexible y atinada que la del conjunto de la industria privada, sobre los
niveles de lectura: Para los que están aprendiendo a leer, Para los que
empiezan a leer, Para los que leen bien y Para los grandes lectores.
Las colecciones del Fondo tienen
presente el “peligroso” “fenómeno de la escolarización de la lectura”_, que
hace a las editoriales despreocuparse de la distribución en librerías, una vez
que grandes volúmenes de sus libros han sido comprados por el sistema escolar,
propiciando otros vicios_.
La distribución abierta sigue
siendo, sin embargo, una cuestión de difícil trámite en la república, donde las
redes del mercado son muy modestas (en 1995 se asegura que no hay más de 200
libreros profesionales_) y continúan concentrándose en unas cuantas ciudades.
La de Educal, que ha nacido en los 1980 para distribuir el fondo editorial de
la SEP con los recursos e infraestructura del antiguo El Correo del Libro,
tampoco va mucho más allá del Distrito Federal y de las capitales de los
estados. A pesar de todo, cuando en 1998 se la reestructura, sus 81
establecimientos prueban las bondades de la iniciativa con una relativamente
elevada cantidad de ventas_.
Balance hecho por Leer para Ser
Mejores
Respecto a las editoriales, el
diagnóstico de este programa nacional en 1999 concluye:
(LEER PARA SER MEJORES, DE PAG. 59: “En la actualidad, la oferta editorial es insuficiente…” A PAG.
60: “…pretende volver asiduo a la lectura.”) _
En lo que respecta a la
distribución a través de librerías:
(LEER PARA SER MEJORES, PAG.. 58,
DE “El número de librerías…”, A FINAL DE PÁRRAFO: “…y de ampliación del
conocimiento)._
Otros programas institucionales
Salas de lectura
En 1995 la Dirección General de
Publicaciones de CONACULTA, como parte de la “línea de política pública” que se
establece entonces en México, Hacia un País de Lectores, da forma a este
programa de fomento que es el más ambicioso fuera del sistema educativo y de la
red bibliotecaria, con el concurso de los institutos de cultura de los estados,
nacidos con la creación del propio Consejo.
Su objetivo es “propiciar el
encuentro gratificante y significativo entre los lectores y los libros, a
través de la creación de espacios en la comunidad (diferentes de las escuelas y
las bibliotecas), en los que se realizan variadas actividades”_.
La población en la cual se pone
“especial énfasis” son los jóvenes mayores de 15 años de edad, y los adultos,
pero no está constreñido a ellos y con el tiempo niños y adolescentes tempranos
son alcanzados por el proyecto. El propósito es crear estos espacios en donde
quiera que estén dispuestos a darles vida “personas con liderazgo”, de manera
voluntaria y gratuita, a partir de una dotación de libros proporcionados por el
Consejo y con el apoyo de capacitación de éste. Los promotores y responsables
pueden ser tanto “estudiantes, amas de casa, profesores, instructores
comunitarios, bibliotecarios”, como “narradores orales, artesanos, matemáticos,
y personas con muy diversa profesión, cuya tarea esencial es facilitar,
acompañar y compartir la lectura con los participantes y fomentar la lectura en
su comunidad”._
Las salas pueden establecerse,
entonces, en “atrios, hospitales, parques, hogares, centros de readaptación
social, oficinas, casas de cultura”, o ser itinerantes, “transportándose en
maletas, canastas y cajas viajeras por ejidos, rancherías y sitios sumamente
alejados de la cultura escrita”_.
Para iniciar los círculos, sus
responsables asisten a un curso “en el que adquieren el conocimiento de
herramientas teórico-prácticas que les permitirán efectuar diversas actividades
al interior y al exterior de la sala de lectura“_. A partir de ello “elaboran
un proyecto de trabajo viable y ajustado a su entorno”_:
A continuación “reciben un acervo
de alrededor de cien libros [en los primeros años, y luego de 200]
seleccionados para satisfacer diferentes intereses de lectura, así como
descuento en las librerías Educal y la asesoría permanente de un grupo de
especialistas”_.
Las actividades consideradas son
la lectura en voz alta, la narración oral y escrita, el intercambio de
opiniones y las reflexiones “tras leer los textos de variado géneros, temáticas
y tratamientos, seleccionados en el paquete, y los que se aspira se alleguen
las Salas, bajo un régimen de préstamo domiciliario”_.
Los principales compromisos que
adquieren los promotores voluntarios, son realizar actividades de fomento
“cuando menos una vez por semana, durante dos horas continuas”, enviar
“trimestralmente un reporte de trabajo al instituto de cultura o consulado de su
estado”, y asistir “a capacitaciones complementarias y encuentros con otros
coordinadores para intercambiar experiencias”_.
Un año después del lanzamiento
del programa, la DGP lo apoya con una colección de ponencias presentadas al
Seminario Internacional de Fomento a la Lectura, que se realiza en cada edición
de la FILIJ, y en 1998, en colaboración con la SEP y la Asociación Mexicana de
Promotores de Lectura (AMPLC), convoca al concurso nacional “Historias de
Lectura”, con el cual intenta dar a conocer “la gran diversidad de condiciones
que conducen a las personas hacia los libros y a través de ellas estimular y
hacer extensiva la invitación apara acercarse a la lectura”_.
Durante los primeros cuatro años
el programa tiene alcances modestísimos, instalando apenas 40 salas a lo largo
del país e interesando a un número de personas que no se precisa pero que sin
duda es muy pequeño. Una docena de cursos de capacitación regionales y un par
de encuentros nacionales por año, realizados a partir de 1997-1998, con la
asistencia de entre 16 y 32 coordinadores de estos nuevos círculos de lectura,
completan la iniciativa._
Es el programa Leer para ser
Mejores, quien en 1999-2000 le proporciona un verdadero impulso, multiplicando
casi por 20 los espacios (935) y las actividades de capacitación (47), para
abarcar a la totalidad de las entidades, excepto Yucatán y Baja California Sur,
con cantidades que en general oscilan entre 12 y 67 salas, si bien hay varios
estados (Coahuila, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora) donde su
presencia es más bien formal (de una a tres unidades)_.
Incluimos aquí fragmentos de
documentos de la DGP que recogen el desarrollo y las particularidades del
programa:
El cómo: (“PROGRAMA NACIONAL
SALAS DE LECTURA”, LIBERÍA MEXICANA. DE PAG. 4, QUE INICIA CON EL TEXTO “La
dinámica de este esquema de trabajo parte de la suma“, a FINAL DE PAG.
5_.)
Estos son algunos testimonios de
coordinadores de las salas: (“PROGRAMA NACIONAL SALAS DE LECTURA”, LIBERÍA
MEXICANA: PAG.25, PRIMER TESTIMONIO; PAG. 26, SEGUNDO Y TERCER TESTIMONIO –BAJA
CALIFORNIA Y PRIMERO DE CHIHUAHUA; PAG. 27, TOTALIDAD DE LAS PAG.; PAG. 28,
PRIMER TESTIMONIO DE MONTERREY; PAG. 29, PRIMER TESTIMONIO; PAG. 30, TODOS LOS
TESTIMONIOS MENOS EL SEGUNDO DE MORELOS; PAG.31, LA TOTALIDAD DE LA PAG.)_