domingo, 21 de julio de 2019

Cardenismo. ¿Porqué decir no y luego sí?

No continué porque no garantizaba ese trabajo mínimamente decoroso. Meses después pienso convertirlo en un folleto. Coitus interrumptus nunca fui, les recuerdo.
Un amigo pesca para mí cuanto libro huele al tema y ni me les asomo aunque de tarde en tarde use el cardenismo para dar charlas.
Así, entonces, debería renunciar a la publicación, e insisto, en un pequeño libro, claro, cuyo servicio es la provocación entre el increíble coro de ignorancia y dolosas interpretaciones, sobre el tema, que permiten a AMLO compararlo desparpajada, escandalosamente -jeje-, con su 4T. 
Lo produce también la orientación que permite referirse a nuestra revolución mundial. Y aquí jejejeo y no, porque en verdad os digo (sonrisas ad livitum): o intentamos hacerla o nos llevó el carajo y tales y cuales procesos permiten creer que está en curso. 
Recién y sin preverlo bien a bien, con Óscar encontré cómo el sexenio mexicano 1934-1940 y su preparación -un quid del suceso-, nos acerca a dos magnos acontecimientos. Por una parte el surgimiento de la Unión Soviética y su monstruosa desviación, en que Rosa Luxemburgo terminó encontrando algo demoledor: si los bolches fallaban, el resto del mundo -léase la Europa centrooccidental- debía pedirles disculpas por omiso; así insinuaba que no habría revolución si no era de todos -el socialismo en un solo país resulta imposible, ¿cierto don Leon y otros muchos, incluido José Revueltas?
Por otro lado está algo que no sé cuántos presumimos: hay un continuo de lucha en esto hoy conocido como México, creando etapas cuyo remate puede empezar ahora.
Ricardo Pérez Monfort publicó hace poco el que todo indicaría es el mejor trabajo sobre Lázaro Cárdenas. Desde luego no me le acercaré por lo dicho y algo más: el antes comedido académico se volvió otro jactancioso aristócrata:
             Escúchenlo perorar durante una hora, no sobre Cárdenas sino, con voz engolada, 
presumiendo su ridiculum.
Si ponen atención percibirán las veladas con buen vino en deleitosas salas.
No es nada personal, Monsieur. Se trata de confortabilidad. En todos los sentidos, digo, pues toreó cuanta pregunta política le hicieron.
¿Dónde quedó el esbelto, vital historiador que admiré sin conocerlo? La molicie, sabe...